Jorge Montealegre Iturra Jefe metropolitano del
Departamento de cultura del Ministerio de educación
Santiago de Chile, Chile
Resumen
Condorito es el personaje más popular de la historieta
chilena y el más internacional. Ya tiene más de 50
años y es un ícono representativo de Chile.
¿Por qué? La representación humanizada del
cóndor ha estado en el imaginario de los habitantes de
Chile, desde antes que los europeos «descubrieran» el
Nuevo Mundo. El artículo demuestra que desde el arte
rupestre hasta el personaje de Pepo ha habido varios otros
«condoritos» en la historia del humor gráfico
de Chile.
Abstract
Condorito is the most popular and international character in
the Chilean comics. It has more than 50 years and it is a
representative Chilean icono. Why? The human representation of
the Condor has been in the imaginary vision of Chilean
inhabitants, even before the discovery of the New World by the
Europeans. The essay shows that since rupestrian art up to the
character of Pepo have had many other condoritos in the Chilean
graphic humour story.
«Condorito» es el personaje más popular de
la historieta cómica chilena y también el
más universal. Se levanta gigante en el Parque del
Cómic que se construye en una popular comuna de nuestra
Región Metropolitana. Y del paseo, «Condorito»
sale a pasear: Desde el año 2000 viaja por todo el mundo
enmarcado en una serie de estampillas de los Correos de Chile. El
cóndor pasa y se posa en los quioscos de Argentina,
Bolivia, Colombia, Costa Rica, Estados Unidos, México,
Panamá, Paraguay, Perú, República
Dominicana, Uruguay... casi toda América, sumando millones
de lectores.
El paso de Pelotillehue a la aldea global tiene su precio en
cuanto a lenguaje y características de la criatura. Sin
embargo, sigue siendo un ícono representativo de
Chile.
¿Por qué? Nació para eso, llevando en su
inconsciente profundos antecedentes atávicos que le
garantizan un espacio en nuestro imaginario.
Ave sagrada y emblemática
La representación humanizada del cóndor ha
estado en el imaginario de los habitantes del territorio que hoy
llamamos Chile, desde antes que los europeos
«descubrieran» el Nuevo Mundo. Testimonio de ello se
encuentra en el arte rupestre: en Temantica, cerca de la Quebrada
de Huatacondo, se encuentra un santuario de piedra para rendir
culto al cóndor. En el lugar hay nada menos que un
petroglifo con la figura de un «hombre-cóndor»
o, dicho de otra manera, un «plumífero
antropomorfo».
El cóndor, que es un ave sagrada en las culturas inca
y mapuche, ha recibido desde siempre los honores de los
habitantes originarios de Chile. Además, el estado chileno
la institucionalizó y le hace reverencias.
Desde 1834 el cóndor está instalado,
majestuoso, en el escudo nacional diseñado por Carlos
Wood. En el proyecto de ley, que enviara el Presidente
Joaquín Prieto en 1832, el cóndor es descrito como
«el ave más fuerte, animosa y corpulenta que puebla
nuestros aires». El Congreso estuvo de acuerdo y desde
entonces el cóndor y el huemul escoltan la insignia de la
estrella solitaria.
Condoritos del siglo XIX
El segundo periódico que publica caricaturas en Chile,
publicado en 1863, se llamó precisamente El
Cóndor. Este «periódico político,
literario y de novedades» tuvo como personaje
símbolo un cóndor humanizado: un condorito que
repartía su propio periódico como un
canillita.
Este cóndor, probablemente el primer personaje en la
historia del humor gráfico de Chile, era un observador de
los acontecimientos y opinaba sobre ellos con la
pretensión de representar a la llamada
«opinión pública».
Figura 1: Una tira de «Condorito».
De esta época son también los dibujos del
florentino avecindado en Chile Juan Bianchi. Entre sus
representaciones caricaturescas de la sociedad, inscritas en la
tradición del bestiario, encontramos su «caballero
con bastón» con cara de ave de rapiña,
cóndor o buitre (para Neruda, «cóndores
coronados por la nieve, / pomposos buitres
enlutados»).
En la segunda mitad del siglo XIX, el destacado
político y escritor Isidoro Errázuriz
Errázuriz fue apodado «Condorito
Errázuriz». De nariz ganchuda y aficionado a los
cóndores (la moneda de entonces), en más de una
oportunidad fue caricaturizado con cuerpo de cóndor.
Condoritos en la era del cómic
En el siglo XX la mítica revista El Peneca
publicó en 1935 las «Aventuras de Amapola y
Condorito». Se trataba de una historieta extranjera tipo
folletín, protagonizada por indios norteamericanos. En la
adaptación sus nombres eran chilenizados. Así, los
indios se llaman Catrileo... o Condorito, un niño que de
cóndor sólo tiene la típica pluma que adorna
la cabeza de los indios de los Estados Unidos.
En 1937 se exhibe una película chilena de monos
animados protagonizada por un cóndor antropomorfo,
realizada por el dibujante Jaime Escudero y el cineasta Carlos
Trupp. Ya es la era de las animaciones de Walt Disney y de los
simpáticos animales humanizados –funny
animals– de sólo cuatro dedos en sus manos. De
esta escuela, pachacho como el primer Pato Donald, nace el
Condorito que desarrolla exitosamente el dibujante René
Ríos (Pepo).
Respuesta nacionalista
A comienzos de los ’40, durante la Segunda guerra
mundial, el Departamento de estado norteamericano desarrolla su
«operación simpatía» hacia
América Latina. En ese contexto se producen las
películas de Walt Disney «Saludos amigos» y
«Los tres caballeros» en las cuales se estereotipa a
los pueblos latinoamericanos con animales antropomorfos. Por
ejemplo, Brasil es representado por Pepe Carioca: un papagayo
arribista y fiestero que habita un barrio misérrimo de Rio
de Janeiro. México es el gallo Pancho Pistolas, provisto
de sendos pistolotes y un gran sombrero de charro.
A Chile, por su parte, lo representa con un pequeño
avión-correo humanizado –Pedrito– que cruzaba
dificultuosamente la cordillera para entregar su correspondencia
(una carta para Jorge Délano, «Coke»). En
otras palabras, Walt Disney no atinó a investigar en
nuestro bestiario. Dejó pasar al cóndor que estaba
en el aire, al tímido y pacífico huemul que nunca
se pone para la foto y, valga la mención honrosa, al
patriótico quiltro chilensis.
Un condorito brilló por su ausencia. Y se impuso como
una imagen latente que hasta ese momento, en la
iconografía humorística, no se había podido
desarrollar en forma. La misión la tomó Pepo
(fallecido recientemente, el año 2000): «se me
ocurrió, pues, humanizar al cóndor que vive
solitario en las altas cumbres, como un príncipe
desdeñoso y soberbio. Y lo hice -cuenta el dibujante-
descender hasta la tierra, con todos los arreos del personaje
nacional, sin faltarle, por cierto, las ojotas... »
Chileno y latinoamericano
El Condorito de 1949, que nace en la revista Okey,
era claramente de origen campesino: un gañán
recién llegado a la ciudad, de manta y ojotas. Su
pantalón arremangado dejaba ver el calzoncillo largo y
blanco que usaba el Verdejo de Coke. Era «más
pájaro», con su collar plumífero, un gran
pico rapaz y una cola de largas plumas asomándose por el
parche trasero de su pantalón. Más bajo, patas
cortas, sacaba pechuga y fumaba.
Era la síntesis del cóndor, el roto y el huaso
pobre. A poco andar deja la manta campesina y se caracteriza para
siempre con su camiseta roja, como aquella de la Selección
nacional de fútbol. Condorito se queda en los
márgenes de la ciudad. Un pueblo grande y provinciano
llamado Pelotillehue que, atendiendo a su etimología
chileno-mapuche, significa «lugar donde abundan las
(¿los?) pelotas».
Como buen rapaz, en sus inicios fue ladrón de gallinas
y cogotero. Pero le iba mal.
Era un aventurero desventurado. Un antihéroe,
apolítico y pícaro, que en la impotencia de la
derrota se queda exigiendo una explicación. Tiene la
vulnerabilidad del pobre y del chico, y la fortaleza del
«hijo del rigor» que no se da por vencido.
Así lo testimonian sus grafittis contra el roto
Quezada, los chascarros con que ridiculiza a Pepe Cortisona y los
chistes donde se burla de pistoleros, matones y otros
prepotentes: cuando no hay plata ni porte, sólo quedan la
pillería y la inteligencia.
Por otro lado, la amistad se expresa en una noble
institución: el compadrazgo, que en Condorito alcanza una
alta representación.
La frase emblemática de Don Chuma «no se fije en
gastos, compadre» y el bautizo de Coné donde su
tío Condorito lo adopta como ahijado, son una muestra de
la solidaridad sencilla y espontánea que implica el
compadrazgo.
Don Chuma es un carpintero, desprendido, dispuesto a gastar
su poca plata para socorrer a su compadre. Condorito, comparte su
«chalet tipo mejora» y apadrina al sobrino
huérfano que llega del sur.
A esta filosofía de la sobrevivencia, se le suma otro
rasgo típico: su identificación con el
«maestro Chasquillas». Es decir, con la persona
empeñosa, buscavidas, que se acomoda a todas las
circunstancias. Que intenta hacer de todo, aunque no le
resulte.
Son rasgos, más que de chilenidad, que identifican un
tipo de ser latinoamericano, popular, masculino y pícaro.
Ellos, tal vez, explican la «identificación»
de Condorito con sus lectores.
De la artesanía a la industria cultural
Condorito está inspirado en cierto nacionalismo que,
en la medida que su producción pasa de la artesanía
a la industria cultural, se desdibuja hasta convertirse en un
personaje latinoamericano «ciudadano del mundo»
habilitado para actuar fuera de su espacio y tiempo
originales.
Con los años, la suerte y la figura del personaje
cambian. Ahora, más estilizado, siempre sale bien parado
... o se echa a volar en el momento oportuno. Y también
puede hacer de todo, pero a otro nivel: ya es un
«Chasquilla universal», que puede ser rico o pobre,
cow boy, troglodita o soldado romano, vikingo, cura o director de
cine, mendigo o gerente. Puede estar en el pasado o en el futuro,
en el cielo o en el infierno. El personaje consagrado es una
máscara que ya puede representar a otros personajes. No
sólo al «roto».
Ojalá no se olvide totalmente de su origen. A veces,
el muy pajarón, no recuerda que es cóndor y que
–aunque no se haya dado cuenta– está en los
surcos, en las huellas más antiguas de nuestra
cultura.