Editorial

Con la aparición en tiempo de este segundo número, se cumple uno de los objetivos propuestos: que la revista saliese en el plazo fijado, no sólo por el respeto que nos merecen los autores y lectores, sino también por un elemental principio de constancia y sistematicidad.
Se apreciará que aún no ha sido constituido el comité científico anunciado en el primer número. En realidad no quisimos correr el riesgo de involucrar a un grupo de personalidades en un proyecto que se iniciaba, teniendo en cuenta las insatisfacciones de todo tipo que inevitablemente sobrevendrían. De ahí que nos pareciera entonces más respetuoso mantener nuestra única responsabilidad en los primeros pasos y postergar la aparición de ese comité hasta que la revista adquiriera la fuerza suficiente para sentirse a salvo de tales problemas. A decir verdad, ya estamos orgullosos de haber conseguido con este número mejores resultados.
Un primer hecho se refiere a la calidad de las colaboraciones, y otro a la amplitud del área geográfica de donde provienen y que tratan los artículos. Constituir una red estable de relaciones profesionales es una de las bases del éxito del proyecto. Aun la relativa homogeneidad de la realidad cultural y social de los países de América Latina, consideramos sin embargo que esta es una tarea difícil y que nos va a llevar tiempo.
Pese a los problemas relativos a la identificación y a los estudios hechos en los diferentes países, advertimos dramáticamente la carencia de información sobre algunas realidades nacionales, como son los casos de Belice, Bolivia, Costa Rica, El Salvador, Guatemala, Guyana Francesa, Guyana, Haití, Honduras, Jamaica, Nicaragua, Paraguay, República Dominicana..., de los que por este medio estamos recabando cooperación a fin de saber qué está ocurriendo en esos países. Quizás muchos de ellos no tengan una producción historietística autóctona, pero ávidos lectores seguramente tienen, y poder acercarnos así a su perfil cultural, sociológico, económico, entre otros.
El enfrentamiento con la realidad nos impone, en ese propósito, una reflexión crítica sobre aquellos criterios de "rigurosa metodología científica" que nos propusimos. Insistimos que nuestro principal objetivo es dar a conocer ensayos del nivel de documentación y agudeza crítica que caracterizan, por ejemplo, el texto de Armando Bartra sobre la historieta mexicana, cuya primera parte publicamos en este número. Esto no quiere decir que, en el caso de realidades menos conocidas y donde aún no ha madurado una tradición de estudio de la historieta, no resulte conveniente abrir de igual modo nuestras páginas a aquellos trabajos aunque sólo sean parciales o incompletos, pues pueden constituir los indispensables ladrillos para una futura edificación de obras más maduras, completas y complejas. De esto y de todo lo demás estamos convencidos, sabiendo de antemano de que sólo de la mutua comparación podrán manar las soluciones que nos ayuden en la consolidación del proyecto.
Reiteramos por último nuestra satisfacción y agradecimiento al hacernos llegar sus opiniones, críticas y sugerencias en aras siempre de mejorar la revista.