La historieta y el cine de animación
Charla con Juan Padrón

 

Manuel Pérez Alfaro
Guionista e investigador, Revista Latinoamericana de Estudios sobre la Historieta, La Habana, Cuba

 

Resumen

Juan Padrón Blanco es el autor más popular en Cuba en el campo del cine de animación y la historieta, con una temprana carrera en ambos que alcanzó su clímax con el personaje Elpidio Valdés. Actualmente reúne una considerable filmografía, entre ellos, varios largometrajes, además de sus numerosos aportes al humorismo gráfico.

Abstract

Juan Padrón Blanco is the most popular author in Cuba in the animation and comics fields with a long career which achieved the climax with his character Elpidio Valdés. Presently his filmography is considerable including several feature films in addition to many graphic humor contributions.

Siempre que se hable del cine de animación en Cuba –y me atrevería a decir que en toda la zona caribeña y latinoamericana– tendrá que hacerse referencia a la labor artística de Juan Padrón Blanco, que dio a conocer con fuerte impacto las características de la animación cubana de la que él mismo formó parte, a la vez que desarrollaba una intensa actividad gráfica que precedió su formación. Creó el personaje más popular de la historieta cubana en los últimos cuarenta años: «Elpidio Valdés», un soldado y luego oficial de las fuerzas mambisas que lucharon por la independencia del país a finales del siglo XIX, y que se convirtió en la estrella del primer largometraje cubano de dibujos animados. Padrón también se ha destacado en el humorismo gráfico por sus aportes en la expresión, desde el humor blanco al negro, con series como «Vampiros» o «Verdugos» y divertidísimas como «Tapok», un cavernícola que parece recordarnos siempre que la humanidad no se ha civilizado tanto como esperábamos o creíamos.

Elpidio Valdés en un dibujo inédito de 1992 (detalle).
Pero no permitamos que nuestro entrevistado se agote de esperar o se nos pierda entre las manos, pues conozco la poca afición del artista a ser interrogado, y obligarle a hablar de sus méritos. Pero, usted siempre podrá tener más detalles técnico-profesionales leyendo la ficha de trabajo al final de esta entrevista. Comencemos.
¿Te iniciaste como humorista o como historietista?
Creo que como historietista. En la revista Mella me pidieron que continuara una página llamada «El Hueco», que llevaba una historieta con el tema «¿A usted nunca le ha pasado esto?» y cuatro chistes. Así me entrené, con gran angustia emocional, para los chistes de un cuadro, pues tenía que entregar (o morir) una página a la semana… y tenía dieciséis añitos. Me estremezco al recordar aquello: corriendo por la calle Belascoaín para entregar al último momento, bajo la mirada furiosa de los coloristas, que tenían que quedarse un par de horas más en la revista… por mi culpa. Fue horrible, pero aprendí a lo bestia, y eso me ayudó a ir adquiriendo confianza en mi mismo. Los coloristas los encuentro por ahí y todavía me miran de lado.
A pesar de tu trabajo como humorista (cartonista) yo noto que desde el principio de tus publicaciones hay una tendencia a la secuencia narrativa. ¿Me equivoco?
Siempre he tratado de contar historias. Incluso en los chistes de un cuadro, la acción iba a ocurrir o ya había ocurrido; o el diálogo es la respuesta a una pregunta… cosas así. Luego hice chistes en secuencia o con diálogos largos en varios cuadros.
Cuéntanos cómo te relacionas con el mundo del cine animado y asumes la dirección de tus películas.
Cuando la revista Mella, allá por 1963, yo trabajaba de animador asistente en los estudios de la televisión. Había aprendido los rudimentos en Animación Especial del Instituto del Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC), donde empecé calcando y coloreando acetatos; en las Fuerzas Armadas Revolucionarias fui camarógrafo de las mesas de animación de los Estudios Fílmicos… Creo que aprendí de todo antes de dirigir.
Para reafirmar: acumulaste primero una formación técnica del medio antes de hacer tus primeras películas. ¿Consideras que tu formación o desarrollo como historietista contribuyó a tu realización como director de películas de animación?
Eso; pero lo que me permitió poder dirigir fue la cantidad de historietas que hice para Ediciones en Colores y el semanario Pionero, porque lo principal es aprender a contar bien una historia, sea en cuadros o en animación. Lo que más se parece al cine es la historieta; prácticamente te enfrentas a los mismos problemas artísticos: ¿qué encuadre?, ¿qué diálogo?, ¿qué ruidos?, ¿cómo caracterizo a los personajes?, ¿qué edito?, etc.
En la historia del cine de animación hay una conexión constante con lahistorieta. Últimamente hay un crosover con el cine en vivo, pero en sus inicios la mayor fuente de personajes surgió del cómic. Esto se repite en tu caso. Primero la historieta y después el cine animado de «Elpidio Valdés».
Creo fue el camino lógico. Casi todos los directores de animación hacen historietas; los jóvenes animadores me muestran historietas que hacen en su tiempo libre, es algo natural.
Sin embargo, no fue un juego al seguro. Las películas de Elpidio Valdés ampliaron el espectro de popularidad del personaje que nació en la historietas.
Los cortos animados acabaron los redondearlo, nacieron nuevos personajes… el sonido le dio una nueva dimensión. Los jóvenes se saben de memoria las voces y los diálogos de las películas y, por supuesto, se hizo más popular, incluso con el público adulto.
Padrón, tú eres el primer artista de la historieta que hace su propio largometraje, de su propio personajes y que es, además el primer largometraje del cine animado cubano. ¿Qué experiencias te aportó?, ¿Cómo lo maduraste?
Visto en la distancia, es de una ingenuidad asombrosa, pues pensábamos que un largometraje era un corto… más largo. A pesar de todo, quedó con dignidad, y es una muestra del nivel que teníamos todos. Para ser un guión instintivo, no está del todo mal. Aprendí sobre todo a trabajar más la puesta en escena y a usar mejor las posibilidades del sonido. En comparación con las películas que hicimos después, esta parece silente, sin efectos buenos. Era un disparate dibujar a los personajes en todas y cada una de las escenas ¡de nuevo! … pero no sabíamos hacerlo de otra manera, ni teníamos los equipos de hoy.
A pesar del reconocimiento público y profesional no repetiste inmediatamente la fórmula. ¿ Por qué?
Porque quedé agotado y quería corregir los errores. Los demás largos fueron mejorando porque aprendíamos a planificar mejor antes de animar. Lo más importante es el guión y la puesta en escena, trabajar y trabajar lo más posible hasta que ya no dé más. Y aprendíamos haciendo películas.

Juan Padrón Blanco

 

Juan Padrón, Matanzas, 1947, Cuba. Inicia su carrera artística a los dieciseis años como animador cinematográfico y publica sus primeros trabajos como humorista. En 1970 aparece por primera vez en las páginas del semanario Pionero su personaje Elpidio Valdés que se convierte en el más popular de la historieta y el dibujo animado cubano. De sus aportes al humorismo gráfico y a la historieta pueden destacarse otras muchas obras que expresan desde el humor negro como «Vampiros» o «Verdugos» hasta las divertidísimas «Abecilandia», «Comejenes», «Cerbatanas» y «Piojos». Como guionista y director de películas de animación ha realizado más de cincuenta y siete cortos y cinco largometrajes, entre ellos «Vampiros en La Habana», «Elpidio Valdés», «Elpidio Valdés contra dólar y cañón» y «Elpidio Valdés contra el Águila y el León».
 
En colaboración con el dibujante y humorista argentino Quino, desarrolló los cortos animados «Quinoscopios» y «Mafalda» para la televisión. Trabajó en «Cine Clips-Juan Padrón», una serie de chistes animados para el Canal Plus, de Espana. Sus trabajos han sido publicados en Chile, Perú, Colombia, Venezuela, México, España, Italia, Checoeslovaquia y la ex Unión Soviética.
 
Graduado en Licenciatura de Historia del Arte en la Universidad de La Habana, es además profesor adjunto del Instituto Superior de Arte, y ha ofrecido conferencias de postgrado en muchas instituciones de Cuba, Brasil y España.
 
Su arte ha sido reconocido con premios y condecoraciones nacionales, de ellos 14 corresponden a obras con el personaje de Elpidio Valdés y en los más de treinta premios internacionales en Festivales de Animación en Europa y América Latina, 8 de ellos fueron también con el personaje de su creación.

Como no disponía de ayudantes, me pasaba hasta diez meses –incluso sábados y domingos con un termo de café– dibujando la puesta en escena. Por las noches seguía en mi casa. En aquel entonces había seis animadores, que despalillaban lo que yo dibujaba y siempre estaba evitando que se detuviera el trabajo. Un disparate que se hace cuando uno es más entusiasta que profesional… y tiene la energía, claro En el último largo ya he contado con cinco ayudantes para la puesta en escena. Como un vampiro les saqué la energía a esos jóvenes que, para mi alegría –y rabia–, hicieron varios aportes mejores que los míos.
¿Cómo se unen esos dos colosos del humorismo y la historieta, Joaquín Lavado (Quino) y Juan Padrón, los «Filminutos» y luego los «Quinoscopios»?
Pues, él y Alicia, su esposa, vinieron al Festival de Cine Latinoamericano de 1984 y me tocó atenderlos. Hicimos una amistad muy entrañable en poco tiempo. Quino vio algunos de mis cortos y Alicia le dijo que por qué no probaba a adaptar sus páginas a dibujo animado conmigo. Lo habían intentado con un estudio japonés y luego con unos italianos. Yo había creado los Filminutos en el 1979 con chistes míos y de Manuel… pero animar –y sobre todo interpretar a Quino, agarrar su tempo– era un reto. Me propuse no hacer ningún papelazo y estudié al maestro a fondo. Hicimos un corto de siete chistes, que les gustó mucho, y a partir de entonces nos reuníamos aquí o en Milán para preparar más. «Mafalda», 108 chistes de un minuto, fue todavía más difícil porque Quino no quería diálogos, y es muy riguroso en cuanto al color, las expresiones, los fondos… absolutamente todo. Creo que aprendí muchísimo con él, pues es genial en la puesta en escena. No dibuja nada que no esté en función de lo que quiere trasmitir. Así que si hay un coloso, es él.
Yo estaba pensando en un hecho curioso. No es común que un artista de la historieta, por muy popular que sea su personaje, haga la versión cinematográfica en animación. Al menos yo no tengo noticias de que esto sea muy correlativo. Sin embargo, en el caso de Cuba ocurre. ¿Tuviste algo que ver en esto?
Yo conozco otros casos de historietistas que hicieron sus personajes en animación: Lillo y «Matojo» 1, Cecilio Avilés y «Cecilín y Coti» 2, Ernesto Padrón con «Yeyin» 3. Directores de animación como Gaspar González, Luis Castillo, Modesto García 4, el gran Tulio Raggi 5 y otros, hacen historietas. Se han desarrollado paralelamente en los dos medios que, como te comenté, se parecen mucho.
¿Cuál fue el primero en el cine? ¿«Elpidio Valdés»?
No lo sé: los «Filminutos» los hice para atraer a los humoristas, pero siempre ando buscando historietistas que quieran hacer sus guiones en animación. Es lo natural en nuestro país: en otros, se nutren de otros medios, pues se ha desarrollado más la narración para radio y televisión, o el cuento corto; hay más guionistas. En Cuba, más dibujantes que guionistas.
Tú sigues ligado al mundo de la historieta y del cine a la vez. ¿Cuál fue el reto del video-clip?
Había hecho el guión dibujado para un clip mexicano mezclado con animación, pero no me gustó lo que salió. En «Píntate los labios…» hice el guión, los diseños y los fondos. El reto era crearle una historia a María, que no la cuenta la canción. El guión era de hierro, y por este se filmó la imagen en vivo. Un realizador español, Armando Pereda, me ayudó en la mezcla de la imagen de Eliades Ochoa con los animados. Creo que quedó muy bien. Es divertido variar de trabajo. Hace unas semanas, entre mi hijo Ian –que filmó la imagen en vivo– y yo, preparamos uno con Pedrito Calvo sobre una canción de «Vampiros en La Habana 2». Esperamos terminarlo para que salga antes de la película.
«Vampiros en La Habana» viene por una, llamémosla, segunda parte. ¿Puedes adelantar algo a los lectores cómo va, cuál es la trama, algunas novedades?
La cosa va de qué paso con el vampisol –una fórmula que permite a los vampiros disfrutar del sol– diez años después: los nazis lo necesitan para ganar la guerra. Han descubierto que el vampisol, si lo dan a los no vampiros, se vuelven bichos de combate. Pepín, el hijo de Pepe crea el vampiyaba, una fórmula más potente. Un kommando nazi viene a La Habana a robarla y a secuestrar a Pepín. Pepe, que odia todo ese lío de los vampiros, debe convertirse en un supervampiro para rescatar a su hijo. En fin, aventura, sexo, violencia y lenguaje de adultos. Conté con las voces de los geniales Frank González, Manuel Marín, Carlos González, Irela Bravo… Perugorría y Luis Alberto.
¿Tienes calculado para cuándo el público podrá disfrutarla?
La estamos haciendo digitalmente, cosa que no dominamos totalmente todavía, así que puedo calcular para fin de año, pero la vida te da sorpresas. Hasta ahora todo va en plan: es decir, un poco atrasado.
Y la historieta… ¿continuará?
Claro que sí, aunque últimamente no tengo mucho tiempo. He dado a los muchachos jóvenes algún que otro guión. Prometí a la revista Zunzún que le haría más páginas… pero ya hice el papelazo de no cumplir. Uno se hace viejo…¡Ah, los tiempos de los disparates!

 

Notas

1. Manuel Lamar (Lillo), con su personaje «Matojo» era muy popular entre los niños de los primeros años escolares a los cuales representaba el personaje. Aparecía en las páginas del semanario humorístico Palante.
2. Cecilio Avilés combinó a su personaje adolescente con una cotorra parlanchina y fanfarrona que le acompañaba en toda clase de aventuras publicadas en el semanario Pionero.
3. Ernesto Padrón creó para la revista Zunzún el personaje femenino «Yeyin», que representa a una pionera exploradora adolescente en un futuro lejano, y cuyas aventuras transcurren entre planetas y seres fantasiosos.
4. Gaspar González llevó a la historieta en distintas publicaciones, como Cómicos y El Muñe a su personaje «Chuncha», la clásica abuelita pícara y parlanchina; Luis Castillo –que se inició fundamentalmente como historietista– se mantiene incursionando con diversas historias («Chico Taíno», «Guaso y Carburo», etc.) entre las publicaciones y el cine de animación.
5. Tulio Raggi incursiona más esporádicamente en la historieta, como también lo hace Modesto García.