Jodorowsky el chileno ecléctico
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Manuel Barrero
Estudioso de la historieta, Sevilla, España

 

Resumen

Recientemente ha tenido lugar una gran exposición de historieta de Jodorowsky en Francia. 1 500 portadas y páginas de cómic originales. Un gran honor para un chileno que estudió en México, lo cual es el resultado del enorme éxito de sus sagas de historieta en todo el mundo: Italia, Portugal, Alemania, España y, también, en los EE.UU. Si te gusta la fantasía heroica, la ciencia ficción, los superhéroes o lo esotérico, entonces te gustarán los cómics de Jodo. Echemos un vistazo a su carrera como guionista de historietas.

Abstract

There has been a large exposition about the comics by Jodorowsky in France recently. One thousand and five hundred originals of covers and comic pages. A big honour for a man from Chile, who estudied in Mexico, that is as a result of the great success of his comic sagas all over the world: in Italy, Portugal, Germany, Spain and, also, in the United States of America. If you’re fond of fantasy, science-fiction, super-heroes or esoterism, then you’re very fond of Jodo’s comics. Let’s see his career as a comics creator.

 

Su historieta: monotématica

Los guiones de historieta de Jodorowsky han gozado por lo general del favor del público, no así del de la crítica especializada que los ha considerado muchas veces veleidosos. Con todo, pese a que su producción se halle sostenida por una iterativa argumentación, es admirable constatar su amor por el medio, al cual considera un arte mayor (eso también lo defiendo yo), despreciado, pero no despreciable puesto que materializa un «deseo de crear una manifestación sagrada que esté al servicio del desarrollo de la Conciencia Humana» (eso lo defiende él solito). Mas, hay que precisar que no toda la historieta le parece de calidad a Jodorowsky. En su reciente visita a la italiana villa de Rovigo, frente a los micrófonos tachó de «cabrones» a los productores cinematográficos de Hollywood y luego se despachó a gusto con las diferentes historietas que en el mundo hay: «La historieta es tenida por obra de arte solamente en Francia, en España, en Bélgica... en América es el producto de una cadena de montaje; en Japón es “basura”, inmundicia. Esto no significa que los “cómics” y los “manga” no hayan dado lugar a grandes obras y grandes autores que admiro y amo: Will Eisner y Katsuhiro Otomo están entre mis favoritos»1 . El autor teatral ya había mostrado tempranamente su atención por los cómics en su libro «Teatro pánico», donde los definía como «poesía pánica», y una de sus alborotadoras representaciones, la llamada «Efímero de San Carlos», la concluyó lanzando centenares de cómics hacia los asistentes mientras les increpaba diciendo «Esta es la verdadera poesía del siglo XX ¡Tomen! ¡Léanla!»2 .
Curiosamente, y centrándonos en su obra, el chileno no puede ser llamado guionista de historietas en el sentido europeo del término. Sí argumentista, pues así es como habitualmente crea sus epopeyas, conociendo la genealogía del dibujante y relatándole luego una historia ajustada a la medida de su capacidad artística, para lo cual le permite plena libertad de puesta en página, encuadres y técnica ilustradora3 . Por ello, dependerá casi por completo del dibujante que el guión resulte correcto. Con algunos historietistas es farragoso y desorientado, con otros, no obstante su buen oficio, la narración adolece de la enjundia general y de la extravagancia, omnipresente como consecuencia directa de que el chileno no cree en el estilo4 . Jodorowsky asegura que sus historias ya existen en el universo y que él se limita a recibirlas humildemente a través del inconsciente, pero luego las transforma conscientemente sabedor de que a los jóvenes lectores les interesa la acción. De este modo, siempre preocupado por servir las dosis mínimas de entretenimiento, vierte en sus cómics toda una panoplia de cuestiones esotérico-místicas, reincidiendo sin pausa en los temas mencionados cuando se dio repaso a su cine y biografía, recreando mundos sumidos en una demencia particular, llenos de entidades ficticias, salpicados de ascetismos, metempsicosis, ritualismos... en definitiva, en una vuelta de tuerca sobre los mismos planteamientos, tal y como se verá en el análisis particular de cada una de sus creaciones.

Figura 1: Uno de los primeros trabajos en el medio historieta de Jodorowsky, el que realizase para la colección mejicana «Aníbal 5», ya rompía moldes argumentales y con la ortodoxia de la historieta de su tiempo.
Comienza su obra en viñetas a finales de los años sesenta, vertiendo sus ideas y pensamientos y su propia biografía en las tiras tituladas «Fábulas pánicas» que comenzó a escribir, semanalmente, para el rotativo local mejicano de gran difusión El Sol de México. Las guioniza durante cinco años, hasta alcanzar más de 200 sunday-strips. Estas muestras de su arte, dado que comenzó dibujándolas él, siguen inéditas en España.
Después de ese proceso de iniciación pergeña «Aníbal 5» para la Editorial Temporae (que no para Novaro, como se ha dicho)5 .Temporae lanza este título el 1 de octubre de 1966 con formato comic-book, alcanzando a publicar siete ejemplares pobremente distribuidos, sólo por México y Venezuela, pero de gran trascendencia, pues consigue entrada en la afamada enciclopedia de los cómics dirigida por Maurice Horn, donde el español Luis Gasca calificó esta obra como «la mayor renovación de los cómics mexicanos de su tiempo»6 . Aníbal 5 es un cyborg, un hombre engastado con injertos mecánicos cierto para usarlos en sus arriesgadas misiones. En su primera aventura, «Amenaza de las mujeres topo», se nos cuenta que sirve a la ALAD (Agencia Latino-Americana de Defensa), organización responsable de la progresiva robotización de su organismo al ritmo del cumplimiento de las misiones encomendadas, hasta la conversión definitiva en un arsenal viviente. La organización adversaria es Interterror, cuyo jefe es el barón de Sader, un tipo ataviado a la usanza hitleriana, rodeado de perros y hombres que portan cascos puntiagudos y sustentado por una cápsula de líquido nutricio que es mantenida por seis androides sádicas, las cuales se ofrecen en ritual a su amo supervillano, consumiéndose en el trance (!). He aquí, contenidos en este tebeíto mexicano, el tema y los elementos básicos de toda la obra posterior de Jodorowsky.
En el segundo cuaderno, para hacer frente a la amenaza de Sader de volver a la fauna contra la humanidad, Aníbal 5 muere por cinco veces y por cinco veces resucita rencarnado en diversos animales, y es aprisionado por un útero y goza de los placeres de cinco concubinas elegidas entre cinco Miss Universo tras acabar con Sader. ¡Hala! En el tercer episodio, «El cementerio de los satélites», el villano es reconstruido en parte, otorgándole el semblante de una mujer de apariencia simiesca, y desde su nueva base de operaciones, ahora sita en la luna, crea un ejército de zombis succionando restos humanos de los cementerios de todo el mundo, y combate a Aníbal mermando sus fuerzas y haciendo crecer monstruosamente su pelo. ¡Más madera! Ahí no acaba el cuento: en el episodio siguiente, «El hombre-mujer», se agudiza lo absurdo al transportar a Aníbal un universo femenino regido por la Capitana Sara donde es transformado en mujer, que se expresa y lucha de modo diferente que el resto de los personajes (modificando para ello las convenciones narrativas del cómic). En el episodio quinto, «La risa del canguro», Aníbal actúa como prestidigitador en un teatro de variedades vestido igual que Mandrake y desde allí viaja a través de la materia sólida para luchar contra el «canguro padre» que ha raptado a los mayores sabios del mundo para extraer sus conocimientos con una ordeñadora cerebral. Sin comentarios. En la última aventura, «Las momias románticas», una invasión de estupendas mujeres-momia plagan las viñetas, y contra ellas se enfrenta Aníbal, en una historia en la que abunda la necrofilia. Pudo ser esto último lo que instó a la Editorial Temporae a cancelar la serie en el siguiente cuaderno. Alegó problemas de distribución.
El dibujante, Manuel Moro Cid (1929), aunque capaz de cierto virtuosismo sí echa mano de su archivo fotográfico (hasta el punto de ser comparado con Wood o Frazetta por Gasca), es un autor mediocre, descuidado con la entintación y temeroso de dibujar las descabelladas ideas de Alejandro, que cada vez iban a más. Después de un esmerado cuidado con la ambientación y los personajes en las primeras aventuras, calcando para el protagonista la faz del actor azteca Jorge Rivero, muy en boga entonces, Moro se abandona en los tres últimos cuadernos y la serie concluye con pobres resultados artísticos. Pero la semilla de la desbocada imaginación del chileno había sido plantada ya.

Figura 2: «Aníbal 5» constituía tanto una parodia de las cosmologías de los superhéroes yanquis como una reflexión sobre el poder desbocado y sobre la escasa atención que prestamos a nuestro mundo interior. El autor volvería a esta obra muchos años después para publicarla en Francia con gran éxito.
Y esa semilla sería abonada por Moebius (Jean Giraud, 1938), galo divino que seduce al de Chile con su capacidad creadora y con la imaginación desplegada en el story de «Dune» y, tras haberle elaborado Jodorowsky un prólogo para un álbum de «Blueberry», este le propone plasmar sus ideas en viñetas (concretamente las que tuvieron que dejar varadas en «Dune»). Moebius es el más indicado para ello puesto que el francés, medrado en las dudas artísticas de los setenta, es de sobra conocido por sus lucubraciones cósmico-místicas propias de la revista Métal Hurlant y de los «humanoides».
Su primera colaboración es «Les yeux du chat» (Los ojos delgGato), un experimento preciosista elaborado con la única intención de epatar que permite al galo lucir su imponderable capacidad creadora. Lo hace usando un estilo de dibujo decimonónico, en una historieta de aspecto formal innovador (con dos puntos de vista), repleta de simbolismos (he aquí el águila, que volverá a aparecer) y con el tema de la carencia, la falta de ojos concretamente, como partida. Sin pretensiones de resultar comercial, es primeramente distribuida en 1978 como regalo a los mejores clientes de una tienda para luego ser recogida en un álbum en 1981.
Tras ese prólogo, en 1980 llega la obra que les catapulta a la fama: «L’Incal». La saga publicada en Métal Hurlant y luego recopilada en álbumes («L’Incal Noir», 1981, «L’Incal Lumière», 1982 –ambas con nueva edición en 1998–, «Ce qui est en bas», 1983, «Ce qui est en haut», 1985, «La Cinquième Essence - 1. Galaxie qui sogne», 1988 y «La cinquième essence - 2. Le planète Difool», 1988), supone todo un fenómeno de masas que dividió las opiniones. Es calificada por algunos equivocadamente como cómic de superhéroes a la europea por la semejanza de la Ténèbre con el Galactus de Marvel Comics, mientras otros afirman su débito a la tradición de la ciencia ficción anglosajona al etiquetearla como space-opera mitológico. Otro grupo de críticos la colocan al margen de ese género literario entendiéndola como aventura onírico-mística confusa y hermética. Lo cierto es que «El Incal» resulta un vertido apresurado de lo que Jodorowsky quiere contar en viñetas y que luego desgranará con mayor comedimiento en posteriores sagas. Aquí aúna todos sus temas recurrentes permitiendo al dibujante que la inicie con un tono de aventura de ciencia ficción en clave de serie negra (tal que su «The Long Tomorrow»), para luego enlazar con sinergia temas dispares en la narración de una héjira en busca de Dios y de la paz del universo.
Es un viaje iniciático en el que se ven aliados Difool, Deepo, Kull, el Metabarón, Tanatah, Animah y Soluna (siete, como el grupo de Kamar Raimo que también aparece en la historieta) y que ahonda en el mensaje vernáculo del zen, en la división en chakras del cuerpo, en los mundos pelúcidos sede de la salvación, en los mentores (aquí son los llamados arhats) y en el ying y el yang (Soluna es el andrógino perfecto; la Mega Santidad, también). El análisis cabalístico está claro: La Estrella de los Siete Magos que forman el equipo se convierte en una nave calcada de la Estrella de David o del Sello de Salomón, símbolo del equilibrio entre microcosmos y macrocosmos, con dos triángulos (el Espíritu y la Materia), dos trinidades, que conforman el Gran Todo. Y desde ahí a las proporciones cósmicas sólo media un paso: Difool es padre de todo un planeta tras ser ennoblecido en la lucha y en el amor, luego está a punto de ser castrado por sus «hijos» (en una escena que Jodo canibaliza de «La montaña sagrada») y, finalmente, se entrevista con el omnipotente creador, Ohr, que hace que todo vuelva a empezar como si nada hubiese pasado, completándose el círculo. Como es arriba, es abajo, que decía El Kybalión... No ha satisfecho a muchos este colofón con la divinidad que muere y renace para demostrar que la felicidad se logra por medio de la renuncia, y se ha señalado certeramente que el paso del tiempo ha permitido apreciar en su justa medida el lastrado final de esta epopeya de misticismo7 .

Figura 3: Parte de uno de los centenares de story-boards que Moebius realizó para el film «Dune».
La saga es en un principio interesante, de buena argumentación, planificación y puesta en escena, y rebosa de imaginación y escenarios gozosos. Lo cual es toda una sorpresa, ya que Jodorowsky consigue que el álter ego de Giraud se repliegue a la historieta convencional. Todo se vuelve difuso en el tercer álbum, donde los autores parecen perder el norte de los planteamientos iniciales, pero entusiasma el buen oficio del dibujante que deleita al lector con un diseño de página innovador en las entregas quinta y sexta, al que Thierry Smolderen calificó de «reincidente en el pecado, el gusto por la invención y el efecto inédito». Una obra, pues, si se desdeña el mensaje incógnito final, excelentemente realizada y con buenas dosis de entretenimiento.
En un retorno a la circularidad, usando la primera y última letras del alfabeto hebreo, el guionista incide en 1983 en su propio mundo de nuevo con su siguiente proyecto de ocho volúmenes emplazado en un escenario de fantasía heroica, «Alef-Thau» (álbumes: «L’enfant tronc», 1983, «Le prince manchot», 1984, «Le roi borgne», 1986, «Le seigneur des illusions», 1989, «L’empereur boiteux», 1989, «L’homme sans réalité», 1991, «La porte de la vérité», 1993 y «Le triomphe du rêveur», 1995). La aventura, que se comenzó a serializar en 1982 antes de su recolección en álbumes, no cosechó demasiado éxito y la crítica francesa, en concreto Anita Van Belle, la calificó de ridícula, trucada, una suerte de «“Chant de Maldoror” combinado con esoterismo a la manera de “Star Wars”». A Jodorowsky le atrae del artista implicado, Arno (Dombre Arnaud, 1961-1996), su infancia chilena y su joven maleabilidad creadora, que le debe casi todo a Moebius. El estilo del malogrado dibujante, elegante de trazo y capaz de erigir una arquitectura de volúmenes con gran economía de líneas, aunque vacía de contenido, se ajustaba perfectamente a la ambientación que pretendía el argumentista, una a lo J.R.R. Tolkien, con sus elfos, trolls, ents y orks.

Figura 4: Si bien Jodorowsy y Jean Giraud, alias Moebius, habían coincidido anteriormente, fue su relación profesional conjunto desarrollada para el proyecto cinematográfico «Dune» lo que les uniría férreamente. he aquí uno de los diseños de Moebius para ese fallido film. 
De nuevo la saga contiene todos los temas que obsesionan al guionista. El protagonista, falto de miembros, de cualidades y de emociones, parte en busca de su identidad física y espiritual. En el trayecto aparecen las divertidas mascotas (Lurulú, Holibanum), la esencia que produce la inmortalidad (la juventa), un mentor (Hogl), el dualismo (brujo blanco, brujo negro), los huevos, el sincretismo (los tres mentores que le plantean el enigma son uno judío, otro oriental y otro helénico), las referencias bíblicas (el árbol de la sabiduría, el pulpo jonasiano), el amor como fuerza generadora (Diamante es lo único inmortal y real), la rencarnación virginal (también de ella), los viajes astrales con ectoplasma incluido y, por supuesto, la cábala. Todo ello en un mundo en el que las intrigas palaciegas al estilo «Dune» vuelven a aparecer y sumido todo en una profunda irrealidad, tal que una obra de Phillip K. Dick. El dibujo, como se ha dicho, es elegante, de angulaciones correctas, de mal color en la primera edición española en álbum (al igual que ocurrió con «El Incal»), pero el guión es errático, atropellado y subtiende a un apresurado final que convierte la historieta en algo vago, de entrecortada narratividad y ligero. Tras la muerte de Arno en 1996, Al Covial se encargó de concluir la aventura dibujando el octavo álbum pobremente por sufrir la impostura de tener que imitar el estilo de Arno8 .
La siguiente colaboración del chileno es con el italiano Silvio Cadelo (1948), con quien de nuevo tiene algo que le une: el teatro. Cadelo, actor y escenógrafo, es dueño de un grafismo enhebrado con trazas de Moebius, Liberatore, Manara y Pazienza, tal y como lo plasma en su portafolio «Strappi» de 1982, el cual impulsó a Jodorowsky a llamarle seducido por su dibujo preciosista. El producto de esa alianza es la malhadada gesta épica de Alandor (a.k.a. «Le dieu jaloux», por el título del primer álbum, de 1984), prevén cinco entregas donde trazar un camino de perfección desde un punto de partida caótico para luego ir organizándose, profundizando en la sicología de los personajes y en la concepción del entorno fantástico en el que se mueven. Para ello, el dúo de autores hace una amalgama de fantasía épica y aventurera, más alejada de Tolkien y más cercana a Lobsang Rampa, en lo que podría tenerse por una obra-puente entre «Alef-Thau» y la posterior «Le Lama Blanc». Ya en el primer álbum Jodorowsky repite plato: abunda el mágico siete (siete caballeros monjes, siete religiosas vibrátiles para la abadesa), las continuas sediciones y luchas por el poder, la esencia (el andragorus), los andróginos, mutilados del brazo derecho y con tres tetas, las cosas astrales ectoplásmicas, las mascotas (Tiril), el humor socarrón de los místicos locos. El protagonista, otra vez, peregrina ritualmente a través de la fe, el dolor y el miedo, y capta el ánima de su padre adoptivo en una nueva ruta de iniciación que le reportará pureza y venganza, no sin derramar en el trance alguna lágrima. Y sangre.
Aquí el guión pierde inmediatamente el interés, lo cual fue debido a una falta de conexión entre el dibujante y el guionista, que acabó considerando un artista maniático al italiano9 . Del desastre final se salva el seductor personaje de laya shakesperiana Alandor (lo cual refuerza el sugestivo decorado netamente escénico de Cadelo), un ser derrotado por la traición, en pugna con su hermano por el amor y el trono, paria y apátrida, que hará de la venganza su modo de vida. En el aspecto gráfico, el primer álbum resulta innovador. Cadelo alardea de un estilo que Phillipe Bronson ha llamado «manierismo ilustrado» debido a su minuciosidad barroca, naturalista y demencial, si bien la obsesión del italiano por las berenjenas y los pepinos no ayudan a dar credibilidad a ese mundo medieval, desbocado y de escenografía casi carrolliana. Empero, la segunda entrega («L’ange carnivore», 1986) se vuelve alarmantemente floja, el dibujante obvia los fondos, sustituyendo los planos generales y de conjunto por los primeros y medios planos sin detalle alguno, en un ejercicio de hastío al que Silvio se abocó por desavenencias con el guionista, hasta que ambos determinaron parar la serie.

Figura 5: Diseño de Moebius para Leto Atreides, protagonista de la obra «Dune» que Jodorowsky quiso filmar. Con posterioridad, la dirección artística que utilizó David Lynch no estaría a la altura imaginativa de lo que proponía Giraud.
Para la siguiente saga «Le Lama Blanc», cuya publicación se inicia en 1988, Jodorowsky hace migas con Georges Bess (1947), autor procedente de Estocolmo que había ya ilustrado al chileno en 1986-87, en los «Jumeaux magiques» publicados en Le Journal de Mickey (de Hachette). «El Lama Blanco» consta de seis volúmenes con un guión de nuevo volcado en el tema del proceso iniciático que está dedicado al ex-lama tibetano Thursday L. Se cuenta en ellos una historia para la cual el chileno se inspiró en los relatos de Alexandra David Neel10   y que tenía previsto convertir en película. Los volúmenes son: «Le premier pas», 1988, «La seconde vue», 1988, «Les trois oreilles», 1989, «La quatrième voix», 1991, «Main fermée, main ouverte», 1992 y «Triangle d’eau, triangle de feu», 1993. El protagonista es Gabriel Marpa, un occidental que reniega de sus orígenes para empaparse de la doctrina zen tibetana, de cuyas estructuras se hace en la saga una descripción apasionada y apasionante. Aparecen aquí los enigmas, las artes marciales, la lucha por el poder, la esencia que confiere vida eterna (la leche de Yamantaka, en este caso), el cuerpo astral, el águila, la mutilación ritual, la irrealidad (de Tzu-la, quien luego resulta estar desdoblado), la percepción extrasensorial, la rencarnación milenaria, la venganza brutal... En esta ocasión el guionista respalda su argumento con cierta dimensión histórica, la colonización inglesa del Tíbet, componiendo con ello abiertamente un discurso sobre el abuso de poder sin la utilización de metáforas o alegorías, algo inédito hasta entonces en su obra, y dotando al conjunto de cierto mensaje menos abstraído de lo habitual. Supone por lo tanto una de las obras más compactas del autor, a la que la crítica española se apresuró a calificar de espléndida. Lo cierto es que está excelentemente ilustrada por un Bess quizá algo hierático ante el evidente uso que hace de la base fotográfica y que construye páginas excesivamente recargadas, pero de gran plasticidad, heredadas del genio creador de Hermann, sin duda.
Jodorowsky seguirá colaborando con Bess, mas ahora simultanea su siguiente guión con el elaborado en 1988 para Zoran Janjetov, un remedo de su obra puntera con la única intención de profundizar en la genealogía de sus personajes, la serie «John Difool avant l’Incal» (integrada por: «Avant l’Incal», 1988, «Détective privé de classe “R”», 1990, «Croot», 1991, «Anarcopsychotiques», 1992, «Ousisky, SPV et homéoputes», 1994 y «Suicide allée», 1995. En Francia existe también una edición integral fechada en 1996. Aquí sólo ha sido publicado el primer volumen). Janjetov, colorista de los últimos tomos de «El Incal», no es un buen dibujante, es basto y compone caóticamente las páginas. Incluso es repudiado por el mismo Moebius, cuyo modelo imita, y hasta Jodorowsky hubo de replegarse a redactar para él un guión técnico detallado. En el argumento, Jodo parece querer mostrar el mismo retrato de los Santiago y México de juventud que utiliza en «Santa Sangre», acaso con la mera intención de escandalizar: sirven de ejemplo la violación de la inocente coneja, la iglesia neuroemocional, o el policía cuando dice: «calentaré mi porra entre sus tripas sanguinolentas». El autor redunda en los andamios de su temática con la esencia (la armorina se llama aquí), el padre cargado de prótesis metálicas, el interés por la revolución emocional a través del amarax, el mentor (Kolbo-5, también mutilado) y los juegos de poder de una clase dirigente ataviada a la moda del fascio. Pese al intento de nutrirla con humor (he ahí esos Aristos que parecen revolucionarios cubanos), la historia resulta absurda. Y más por cuanto la supuesta iniciación espiritual de Difool es materia desarrollada previamente.
Deficiente también es la historieta siguiente, «Aníbal 5» (dos álbumes: «Dix femmes avant de mourir», 1990, y «Chair d’orchidée pour le cyborg», 1991), con un Bess abandonado por completo en lo que algunos han llegado a calificar como «descanso» de su anterior colaboración. Es posible, porque la idea de rescatar los disparatados tebeos de Temporae surgió al solicitar Bess un guión diferente a «El Lama Blanco», a lo cual Jodo respondió traduciendo al dictado los tebeos mexicanos. Bess vio aquello como una parodia del típico superhéroe yanqui y, por tratarse de un guión tan despendolado, le pareció perfecto para su adecuación a los años noventa. Y eso es: una aventura díscola, rebozada con space-opera, sujeta a una la temática ya algo caduca por ser producto de la guerra fría (por ese protagonista socarrón manejado por el poder y portador de cápsulas suicidas) que Jodo adapta a nuestro tiempo disponiéndole al servicio de una Organización para la Defensa Europea regida por un pederasta mecánico, grotesco y ridículo. La obra no es otra cosa que un revival de mitos y delitos de una época pasada (tenemos al enemigo oriental, la sociedad clonada de tetudas que se rinden ante el macho-dios halterofílico, la caterva de enemigos totémicos con la apariencia de Atila, Al Capone, Hitler, etc.) que hacen del comienzo de la aventura algo estrambótico y del siguiente volumen un mero divertimento rijoso. Eso sí, todo ribeteado por sus temas fetiche: la carencia de humanidad del cyborg, el humor corrosivo, el mundo pelúcido, el pene divino creador/destructor, la rencarnación de los malosos, etc., pero todo, en suma, mediocre.

Figura 6: En su única obra con J.C. Gal, Jodorowsky insiste en los mismos parámetros argumentales, que en esta ocasión se beneficiaron del detallismo hierático del excepcional autor francés.
Vuelve de nuevo con Moebius para la serie de tres tomos «Le Cœur Couronné» («La folle du Sacré-Cœur», 1992, «Le piège de l’irrationnel», 1994 y «Le fou de la Sorbonne», 1998) que dejó atónitos a crítica y público debido a su difícil comprensión y a haber sido ilustrada «con desidia por la falta de motivos teológico-trascendentales de dibujar» (sic)11  . La serie versa de la vida de María, aunque de un modo muy diferente a como el chileno le refiriese a Moebius en un esbozo previo, pues el galo pensaba que la historia sería de corte hagiográfico, «una visión pura e inocente del personaje de María»12  . El personaje central, Mangel, es un hombre de gran sabiduría, pero desconocedor de la esencia fundamental de la vida, que abandona su teoría del «no-actuar» (un rechazo, declarado por Jodorowsky, a Castaneda y su filosofía del «no-hacer») y que cesa su autoimpuesto celibato por ser negación de felicidad y, en suma, de Dios. La parábola se aclara con los contenidos judaizantes, la circuncisión/castración igual a odio al padre, la carencia, en este caso de capacidad reproductora con la estúpida idea de los espermatozoides siameses... Hasta que el guionista cae en el heretismo al retratar a María como una loca, a José como un drogadicto (algo similar a lo que hiciera Michael Moorcock en su novela de 1969 «Behold the Man»), situando una cópula en un confesionario (con una felación que no viene a cuento, sea dicho de paso) y finalmente, preguntándose si la locura es el camino de la salvación, que si lo que se teme es lo que se ama secretamente y, en definitiva, el significado de la verdad del amor. El guión es más complejo de lo habitual (fue técnico) y, el dibujo, certero, un reto para el francés, no habituado a la «comedia» tal y como la entiende Jodorowsky. Supone una obra interesante, por provocadora y densa. Y la segunda entrega es francamente divertida.
Lo siguiente que el chileno idea es una sorpresa que se presenta para el premio Alph’art de Angulema, la serie «Face de Lune le dompteur de vagues» iniciada en noviembre de 1991 en (A suivre...) con la serialización del álbum «La cathédrale invisible». Sorpresa por despegarse de los Humanoïdes para colaborar con Casterman y con François Boucq (1955), autor procedente de la caricatura política y cuyo grafismo no concuerda con los delirios habituales de Jodorowsky, aunque sí su surreal sentido del humor. Boucq es un hombre que incurre en el medio guiado por Daniel Goossens y Gotlib y posee una enorme capacidad para crear escenarios y personajes, como dejó claro en su incursión en la fantasía onírica de la mano del escritor y guionista estadounidense Jerome Charyn, tras cuya lectura Jodorowsky tuvo en consideración a Boucq.

Figura 7: Edición americana de «La folle du Sacré-Cour», obra de 1992 y primera parte de la colaboración Moebius/Jodorowsky «Le Cour Couronné». Recientemente, también se está traduciendo con éxito la Saga de los Metabarones para el mercado de los EE UU.
Con la intención de completar tres libros de cómics, se traza en «Face de Lune» un recorrido por otro mundo cerrado en sí mismo y a merced de la furia de un omnipotente enemigo exterior, el mar. Por descontado, alguien llegará para amainar la marejada, un Mesías, Cara de Luna, interfecto sin rasgos ni personalidad, indestructible e inocente. Justo lo opuesto del lugar por donde se mueve: un hediondo laberinto de tuberías sumido en la miseria y gobernado por el despotismo más absoluto, aquí representado al unísono por la iglesia, tanto católica como judía, el nazismo y el comunismo, o al menos con su tópica imaginería. Los temas habituales no van a faltar. Los iconos del huevo, protector y generador, el laberinto, la automutilación entre los pescadores, la desfloración ritual de la virgen inmaculada, la raza subterránea (siempre se halla ad inferos la salvación, por lo visto) sumida en guerras intestinas. También hay humor, socarrón, de manifiesto en la boyante industria gallinera, lo cual parece más propio de Boucq que de Jodorowsky, así como una mezcla de humor y heretismo que constituye la elección como Mesías de Serafino el jorobado y, como santa, a Mamá Lola, la más puta del lugar. Si se aguanta el tirón de los delirios argumentales, se puede disfrutar de una obra maestra de la historieta por cuanto es Boucq quien la diseña y organiza. El genial segundo volumen, «La pierre de faîte», fue publicado en 1997.
Su siguiente obra en el tiempo es la que aparece en 1992, cuando el chileno se asocia con Jean-Claude Gal para realizar «La passion de Diosamante» (aquí traducido como «La pasión de la Diosa-mante»). Historieta hermosa por lo que compete a Gal, un fotógrafo del lápiz, pero dotado a su vez de gran capacidad para imaginar escenarios, en los que Jodorowsky vomita de nuevo todas sus obsesiones sobre la muerte y lo femenino (aquí es una mujer, pelirroja, la que pasa por el abandono, el ritual iniciático, la conversión en guerrero, la transformación física y síquica, la purificación a través del hambre y la meditación hasta la asunción final de su identidad), en un álbum que a la postre resulta de los más bellos en los que ha intervenido Alejandro debido a la espectacular puesta en escena de Gal, a su narrativa precisa, a sus diagramaciones simétricas y a su dibujo lujuriosamente detallista.
«La caste des Méta-Barons» («La casta de los Metabarones»), la obra por la que Jodorowsky ha sido popular en el período de entre siglos, es otro paseo por el universo de «El Incal», ahora de la mano del argentino Juan Antonio Giménez López (1943), que alcanza un enorme éxito de ventas: 20 000 álbumes vendidos en el lapso de tres meses en Francia. Previstos ocho tomos inicialmente, van seis cuando se redactan esas líneas: «Othon le Trisaïeul», 1992, «Honorata la Trisaïeule», 1993, «Aghnar le Bisaïeul», 1995, «Oda la Bisaïeule», 1997, «Tête d’Acier l’Aïeul», 1998 y «Doña Vicenta Gabriela de Rokha l’Aïeule», 1999. El serial nació de ocho páginas pergeñadas por Jodorowsky y Moebius («Un chaptre inédit», en «Les mystères de l’Incal», Humanoïdes Associés, 1989)13   que Giménez convirtió en 14 páginas de la primera entrega, perfectamente distinguibles del desarrollo posterior y que versan sobre la figura del Metabarón, uno de los personajes más logrados de la famosa serie. La saga constituye una obra de grandes pretensiones donde comulgan la fantasía con la ciencia ficción en un estilo cercano al de las exitosas sagas de fantasy de Scott Card y Zimmer Bradley. Pero eso no es más que un disfraz, porque lo que el guionista desea realmente es verter en esta historieta lo que hubiera hecho con la película «Dune» (como ya lo intentara con los ciclos de «L’Incal» y «Le dieu jaloux») pasándola por el tamiz de la tragedia griega. Nos sitúa, pues en un universo medievogaláctico lleno de castas, jerarquías y guerreros de espada y láser que no dejan de resultar familiares por sus caminos de iniciación (con la muerte del padre como última prueba), sus pociones que dan poder (aquí la epifita, prima hermana de la melange de Herbert), salvajes en la lucha, faltos de honor, protésicos, castrados con ilusión de engendrar sin semen, aplomados por la culpa... Todo, de nuevo, en las mismas proporciones, sin dejar de lado el humor (Lothar y Tonto, que son dicharacheros además de homenajeadores), sin obviar la aventura, más sugestiva que nunca, y teniendo presentes sus otras neuras ovales, transmigratorias y la correspondiente moralina filosófica oriental.
Sin embargo, la ambientación lograda es aquí envolvente, a lo que ayudan mucho las anilinas de Giménez, creador más de atmósferas que de escenarios y siempre pendiente de superar su handicap con la anatomía, pero edificador de una brillante escenografía muy adecuada al tema. Y el éxito ha sonreído a esta recomendabilísima producción, tanto que ambos autores han preparado un álbum para 2001 separado de la saga titulado «La maison des ancêtres», repleto de entrevistas, bocetos inéditos y una nueva historieta de 14 páginas en la que se revela algún secreto de los metabarones.
La penúltima obra publicada en España del chileno es la colaboración con Moebius «Garras de ángel» («Griffes d’ange», Albin Mitchel), un conjunto de ilustraciones que escarban en la alucinación sexual, en lo escatológico, en lo teologal y en lo sadomasoquista, apoyadas con una suerte de arrabalescos. Si bien no pueden ser adscritas al medio historieta, se recomienda su visión por su fuerte carga simbólica y su trasgresión. Y por ser puro Moebius, desde luego.
Otras obras de Jodo no publicadas en nuestro país son: «African night flight», un guión escrito en 1984 para ser dibujado por Kent Hutchinson. Las siete páginas de «Double secret», ilustradas en 1991 por Sylvain para el libro «Naughty but nice» (Diva Graphix. East Rockaway, New York). Sus colaboraciones de 1993: con Durandur, la novela en cómic «La última noche del loro mentiroso», con Jean-Jacques Chauvin, la historieta «La vérité est au fond des rêves», y con el mangaka japonés Otomo (a quien el chileno dice haber indicado el final de su afamada obra «Akira»), la saga en dos volúmenes «La guerre de Mégamex». En 1993 también volvió a contactar con Bess para trabajar sobre una serie de historietas intimistas, de gran belleza poética, tituladas «Oda al X», no publicadas aquí. Como tampoco lo ha sido la saga «Juan Solo», pese a haber recibido el premio Haxtur al Mejor Álbum del Año en 1996, a la par que el Alph’art al mejor guión. Este último trabajo de Jodorowsky-Bess para Humanoïdes («Fils de flingue», 1995, «Les chiens de pouvoir», 1997, «La chair et la gale», 1998, y «Saint Salaud», 1999), parece un remake en viñetas de «El Topo», por centrar su historia en el gángster Juan, otro marcado por la desdicha y la estigmatización –su madre le arrojó a la basura de crío debido a que nació con rabo– que alcanza la pureza tras recorrer un camino de violencia, sangre, sexo, desatención amorosa y revólveres en un México triste donde el personaje busca su identidad. La enorme tristeza que empaña la obra «Juan Solo» se comprende bien al estar dedicada a uno de sus cinco hijos, Teo, fallecido en 1995.
La obra que vendió a caballo de 1995 y 1996 a Dargaud, el endiablado thriller «Alliot, fils des ténèbres», tampoco ha aparecido en nuestro país, y eso pese a que el autor del dibujo es el español Víctor de la Fuente. Sí que ha sido visto el proyecto que ideó para Otomo, que finalmente ha destinado a otro autor menos experimentado, pero más experimental, el parisino Fred Beltrán (1963), quien ha dibujado sobre su paleta electrónica la obra retitulada «Megalex». Beltrán es un dibujante rígido descendiente de Giraud en lo imaginativo, pero hijo de las fórmulas más estáticas de Chaland, Benoit o Fromental en lo formal. Está versado en la panorámica amplia y elude la dinámica, es funcional, frío y sólido, pero diestro en el manejo de la paleta de colores con software de MacIntosh, del cual extrae unas texturas que permiten un acabado espectacular de sus páginas (ayudado por la impecable edición de Humanoïdes). Este nuevo delirio de Jodorowsky consiste en una aventura de ciencia ficción en la que, desde lo más hondo de una sociedad represiva, progresa un rito iniciático, el de un individuo destacado sobre los demás por su anormalidad (el título de la primera entrega de la saga, «L’Anomalie», 1999, alude a él, por ser un gigantón), que deviene Salvador, que sufre de castigo y de mutilación, que estará rodeado por simbología sexual y con la eugenesia como telón de fondo, y que conocerá de entidades superiores en el clímax del ciclo... O sea, lo mismo de siempre, bien contado, entretenido, ajetreado y muy bonito.
E iguales adjetivos se pueden aplicar sobre su obra «Les Technopères», también para los Humanoides, también redundante en el mismo género y que nos presenta a Albino, un supremo sacerdote de pelo blanco que también es «guerrero» (diseñador de infojuegos y webmaster), que se ve obligado a encabezar la huida de medio millón de jóvenes de una sociedad tecnológica en la que los juegos virtuales han retrotraído a la civilización a una nueva barbarie. Albino supera un proceso, otra vez, de iniciación en el que de joven ha de afrontar la violencia, la traición y la crueldad, para cuya descripción dice haberse inspirado el autor en el bushido de los samurais14  . Por último, se reconoce a sí mismo, halla lo absurdo de la vida regida por la tecnología y, para crear una «nueva humanidad», se eleva sobre lo prosaico de su vida anterior y sobre el suelo en que vive hasta acomodar a la nueva y pura neo-humanidad en otra galaxia. Por el momento sólo han aparecido dos álbumes de esta saga: «La Pré-école Techno», 1998 (prepublicado en 1997 en los tres primeros números de Bo Doï con otro color menos espectacular), y «L’École Pénitenciaire de Nohope», 1999, ambos dibujados por Janjetov con algo más de maestría que antaño y con la ayuda inestimable en el coloreado y en las texturas de Beltrán, que dan volumen y tonifican que es un gusto.
Las más recientes viñetas salidas de la imaginación del chileno afincado en París se concretan en una colaboración con el yanqui crecido al amor de Image y de Wildstorm Travis Charest, una nueva obra con Boucq, «Le trésor de l’ombre», y en lo que ha supuesto gran noticia: «Le Nouveau Rêve», álbum que principia la nueva saga de seis libros «Après l’Incal», a desarrollarse en el universo de el Incal y cuyas dos primeras entregas dibujará Moebius.
La historieta de Jodorowsky se constituye en sagas muy dilatadas en las que un personaje crece, toma conciencia y se implica en un conflicto de grandes dimensiones. El autor derrocha papel para contar una y otra vez la misma reflexión sobre el poder instituido y su demolición, y sobre cómo el parricidio simbólico abre las puertas hacia la propia identidad, solventándolo todo con unos apresurados finales que nos dejan descontentos, como si de virajes hacia el absurdo se tratase. Pero el chileno es un tipo listo, con olfato, y sabe que puede contar lo mismo adecuándolo inteligentemente a su tiempo. No en vano, con «Aníbal 5» ya incorporaba los cyborgs a las historietas de un México que recién conocía de ese concepto, en «El Incal» se aprovecha de las pretensiones más escapistas tan del gusto de los Humanoides Asociados, la serie con Arno se publica en un momento en que hace furor todo lo relativo a Tolkien y seguidores, idea la serie tibetana con Bess precisamente cuando la filosofía zen vuelve a ponerse de moda, con Giménez se aprovecha del filón de ventas que consigue el fantasy, en «Cara de Luna» introduce elementos heredados del boyante cyberpunk abanderado por William Gibson, en «Megalex» se beneficia de las nuevas tecnologías infográficas mientras se apoya en el asunto entonces en candelero de la clonación, y utiliza la bonanza de la presencia de la realidad virtual en la sociedad intersecular para sacar jugo al tema en «Les Technopères».
Así pues, sus guiones son inteligentemente oportunistas, son cómodos vectores para la imaginación que desintegran los patrones preestablecidos, suponen happenings en papel a la búsqueda de su reconocimiento como creador a través de la trasgresión. Empero, su capacidad para conjugar máximas y sapiencias mil en viñetas, así como su enorme capacidad para sugerir y situarnos en mundos oníricos, son razones más que suficientes para revisar su obra.
La asunción de sus teorías sobre el universo y de su filosofía de la vida ya es asunto de cada cual.

Tebeografía en español

Con Arno: «Alef-Thau» (Col. Humanoides, Eurocomic / Col. Las Aventuras de Alef-Thau, Norma).
Con Beltrán: «Megalex» (Norma).
Con Bess: «El Lama Blanco» (Col. Pandora, Norma) y «Aníbal 5» (Col. Pandora, Norma).
Con Boucq: «Cara de Luna» (Col. Cimoc Extra Color, Norma).
Con Cadelo: «El Dios Celoso» (Col. Humanoides, Eurocomic) y «El Angel Carnívoro» (Metal Hurlant, 45 a 47, inconcluso, Eurocomic).
Con Gal: «La Pasión de la Diosa-mante» (Cimoc, 145-147, Norma).
Con Giménez: «La Casta de los Metabarones» (Los Libros de Co & Co, B / Col. Pandora, Norma).
Con Janjetov: «La juventud de John Difool» (Col. Humanoides, Eurocomic).
Con Moebius: «Los Ojos del Gato» (Metal Hurlant, 1, Eurocomic); «El Incal» (Col. Humanoides, Eurocomic / Norma); «El Corazón Coronado» (Norma); «Garras de Angel» (Kiss Comix, 43-56, La Cúpula).
Con Moro: «Aníbal 5», reproducción de viñetas sueltas («Los Héroes de Papel», Taber).

Notas

1. «Megalex, le nuove frontiere del Fumetto». Entrevista y texto por Filippo Rossi. http://utenti.tripod.it/lendicomics/megalex.html.
2. Luis Gasca. Presentación sin título.«Los héroes de papel». Editorial Taber/Epos. Barcelona, 1969.
3. Corroborado en «Entretien avec Silvio Cadelo». Entrevista por Thierry Groensteen. Les Cahiers de la Bande Dessinée, 71. Glènat. Grenoble, septiembre-octubre de 1986.
4. Equipo El Wéndigo. «Jodorowsky: un moderno contador de cuentos». El Wéndigo, 61/62. F.R. Arbesú Editor. Gijón, invierno de 1993.
5. Manuel Barrero. «Jodorowsky». U, el hijo de Urich n.º 12. Camaleón Ediciones. Barcelona, septiembre de 1998.
6. Luis Gasca. Entrada «Aníbal 5». The World Encyclopedia of Comics. Maurice Horn Ed./Chelsea House Pub. New York, 1976.
7. En apoyo de esta tesis, véase: “Incal. El delirio que trascendió”. José Miguel Pallarés. Ultimate reports Vol. 2 nº 6. Megamultimedia S.L. Málaga, enero de 2000.
8. Según ha alegado en http://www.alkemya.com/Interview03(sp).html.
9. Declaraciones de Jodorowsky en el 27º Salón Internacional del Cómic de Asturias. Gijón, octubre de 1993. Una grabación obra en el archivo de Manuel Barrero.
10. “Lama Blanc, Le”. Entrada por Patrick Gaumier y Claude Moliterni. En Diccionario del Cómic. Larousse/Planeta. Barcelona, 1996.
11. Alvaro Pons, en E.M.M. nº 13. La General Ediciones. Valencia, junio de 1993.
12. “Moebius en USA”. Entrevista por Juan Puchades y Manel Gimeno. El Maquinista nº 2, La General Ediciones. Valencia, enero de 1991.
13. Este álbum, también firmado por Jean Annestay, reedita el ilustrativo artículo “Le film que vous ne verrez jamais”, relativo al proyecto Dune. La historieta germinal de la serie también fue publicada bajo el título “Au cœur de l’inviolable Méta-Bunker” en la revista gala Bo Doï n.º 2 (noviembre de 1997).
14. “Alejandro Jodorowsky”. Entrevista por Jesús Palacios, http://www.generacionxxi.com/jodo.htm.