Camilo Sanín (Sanito) Dibujante y guionista de cómics,
Bogotá, Colombia
Resumen
Con ganas de expresarme en este espacio impreso sobre mis
apreciaciones generales que tengo sobre el panorama de la
historieta en mi país, decidí escribir estas
palabras en tres títulos. El primer aparte hace referencia
a mi primer contacto con el mundo del cómic en
Bogotá. En el siguiente, observo el frecuente uso de la
mediocridad. Por último, me arriesgo a pronosticar
algún futuro probable.
Abstract
I decided to write here, in this pressed space, about my own
appreciations over the comic panarama in my country. This words
are divided in three titles. The first is about the time of my
initials contacts with the comic world in Bogota. In the next, I
remark over the frequent use of the mediocrity. At last, I
predict some probably future.
Nostalgias
No hace muchos años, quizá cinco o seis, me
encontraba en la desesperada labor de buscar cómics y
leerlos, de apasionarme por ellos. Quería amar ese mundo
que me trajo de vuelta las series animadas gringas de los
ochenta. Fue en la Feria del Lbro de Bogotá, más
exactamente en la del año 1993, en donde compré mi
primer cómic americano Este estaba en inglés,
obviamente, porque en ese entonces no existía en Colombia
la gigantesca Vid.
Figura 1: Dibujo por Karmao, Neura, Phyco
cómics, 2001.
Recuerdo que era un número de Amazing Spider
Man, y que me costó mucho sacrificio comprarlo, ya
que sólo contaba con lo que me daban mis padres para
estudiar en la Universidad Nacional de Colombia una carrera ajena
a las artes.
Poco a poco fui adquiriendo cómics como pudiera en una
librería que en un tiempo fue sensacional, pero que ahora
es un sitio vetusto que ha caído en malas manos y es
víctima de la ya muy detestada crisis económica.
También los encontraba en la Feria del Libro, que con los
años, se convirtió en el mercado persa y casi
único sitio, en donde unos pocos arriesgados muestran
algún fanzín de menos de mil copias.
En fin, me hallaba yo en los primeros pinitos, tanto de
dibujante de cómics, como de aficionado al género.
Me sentía solitario y desamparado. Me pregunté,
durante este proceso de autodidactismo, si habría alguien
que hiciera cómic en Colombia y encontré una
respuesta milagrosa en la misma feria: la revista ACME.
Por aquel entonces, la revista tenía tres o cuatro
números. Los compré todos y no me cansaba de
admirar a sus dibujantes. La seguí fielmente, y como un
niño emocionado esperaba la siguiente, que se afirmaba,
iba a ser mejor. Creía que algo grande sucedería
con esta revista. Quizá iba a gestarse por fin un
movimiento cómic en Colombia.
En estos días, con mucha más cultura
gráfica y unos años más que me están
empezando a pesar, redescubro esos fantásticos dibujantes
que arriesgaban mucho y manejaban un lenguaje de historietas
bastante maduro. Vuelvo a mirar a Quiló, a Caramelot, al
increíble LeoComix , a Nigio , a Diego Guerra y a Pepe. A
todos ellos les debo mi interés por acercarme al
cómic europeo y al adulto norteamericano de salirme del
esquemático, predecible e industrializado cómic de
superhéroe americano. Casi todos han cambiado su
seudónimo artístico, y no sé qué es
de la vida de estos talentos, me arriesgo a decirlo,
desperdiciados. Sucedió algo dentro de la editorial y la
revista se partió. Rincón, su director, se
quedó con el nombre e importó dibujantes como el
fantástico Javier Kaparó y el premiado José
Sanabria. De esta nueva época, el año 95, se
conocen figuras que desfilan por la nueva ACME, como
Charlie Draw y Víctor Velásquez. Las antiguas
luminarias hicieron un intento por su cuenta con un diseño
parecido: la TNT, revista que tuvo tres números,
los que hasta la fecha, todavía se consiguen. Pensé
que la división era mejor porque tendría otra
revista colombiana de buena calidad para leer. Hasta me
emocionaba porque alguna de mis viñetas, muy sucias e
inmaduras en aquel entonces, pudieran robar una o dos paginitas
en alguna de estas publicaciones. Pero esta pequeña
bonanza historietística se vino abajo. Se divisa un
panorama oscuro para el impreso.
Desde el año 98 no se publica la revista
ACME; nadie sabe decirme el porqué, a ciencia
cierta. Es facilista decir que no hay plata, que acá no se
puede y todas esas cosas. Yo me atrevería a promulgar una
respuesta de lo que pienso de las revistas de cómics en
Colombia, puesto que yo también intenté sacar la
mía, y participé en proyectos fallidos: «el
dibujante de cómics sencillamente es un artista; él
no puede ser impresor, negociante, vendedor, distribuidor y
cobrador».
El antihéroe y la oda a la mediocridad: la
fórmula más usada y comercial
Se han hecho muchos intentos a lo largo de estos años.
Están muy bien reseñados en Peña (1999). De
nuevo miré qué es lo que había por
acá y traté de ver hacia dónde iba el
cómic colombiano. Examiné aquellos fanzines y
publicaciones que he logrado rescatar en la Feria del Libro de
Bogotá.
Figura 2: «Drake», por Pepe, ACME, 1994.
Existe un programa que lleva varios años en la
televisión colombiana y que fue la continuación de
su precedente, con Carlos Vives, que se llamaba La Tele.
Ahora, en versión animada, se llama El siguiente
programa, por aquello de que en los canales colombianos,
antes de empezar un programa cualquiera, se anuncia: «a
continuación el siguiente programa...». En esta
serie animada con muy malos dibujos y animación de la
peor, lo que importan son los apuntes y críticas a una
sociedad inculta, ladrona y deshonesta que denominan los
chibchombianos. Es una oda a la mediocridad y
constantemente hacen alusión a ella los dos personajes
protagonistas que existen en la vida real y que hacen parte de la
farandulilla criolla: Santiago Maure y Martín de
Francisco.
Al detenerme con detalle y examinar la versión
cómic de la conocida serie de televisión, se me
vino a la cabeza algo que podría resaltar dentro del
cómic latinoamericano y que es un fenómeno ya muy
arraigado en Colombia: la subvaloración del latino, por
llamarlo de algún modo. Esto es algo que vemos a diario en
todos los campos sociales y culturales, desde el campo
profesional, hasta los meramente cotidianos. Se nos dice que
siempre lo de afuera es mucho mejor que lo nuestro; que
jamás vamos a lograr nada como lo que se hace en los
países llamados desarrollados; que estamos a años
luz de ellos, alejándonos cada vez más.
Otro ejemplo, que viene más al caso de los
cómics, es el de la conocida fórmula
humorística del antihéroe. En el mexicano
«Chapulín» de la década de los setenta
y ochenta, claramente teníamos un ejemplo de
antihéroe. Este era un enano personaje suramericano sin
poderes, cobarde y tonto que divirtió a aquella
generación de niños de la cual yo no me escapo.
Así como esta fórmula del Chapulín,
encontré varios ejemplos de antihéroe que exaltan
un supuesto subdesarrollo nuestro, con personajes rechonchos
vistiendo uniformes remendados que toman bus para ir a combatir
el crimen en ciudades en donde el crimen abunda, como
Medellín. Este es el caso de la revista antioqueña
Zappe Pelele y su «Peleleman», en donde
figura el Capitán Colombia. De nuevo, al parecer, las
deficiencias en el dibujo se excusan con el carácter de
burla y de chibchombiano de la revista. Finalmente, muy
interesado, intenté escrutar en mi biblioteca de
aficionado y aspirante a teórico de los cómics para
ver dónde encuentro más ejemplos de los
antihéroes regionalistas. En la historieta colombina
encuentro algunos ejemplos de tira cómic, más no
exactamente de antihéroes puros, pero sí
viñetas cargadas de apologías a situaciones propias
de nuestra chibchocrasia. Se destacan: Querubín
(1988) y las demás creaciones del taller del humor de
Grosso, el fanzín de un número
Magnético (1993), en donde se hace una muy
inocente parodia de los X men, y las historias ácidas de
Sudaka Comix (1995), entre otras que se me deben escapar
porque no encontré documentación de última
hora.
Figura 3: Dibujo por Leocomix, ACME, 7,
Bogotá. 1994.
Este es uno de los apartes por apreciar dentro de los marcos
de creación puramente regionales que se pueden destacar
dentro de la pobre producción de cómics en
Colombia. Quizá no se deba criticar un hecho como la
subvaloración artística, puesto que estamos en el
fondo de un complejo cúmulo de situaciones sociales
adversas en el que el arte, y por ende el cómic, no
están exentos de una directa influencia. Es lógico
que se trata de la crítica, la burla y la parodia como
medio de expresión y reacción a nuestra
situación actual, pero se podría hacer de una forma
más inteligente, y sobre todo, con mucho mejores
propuestas en cuanto a plástica y narración
gráfica que las que nos presentan Zappe Pelele y
El Siguiente Programa. En Colombia hay mucho talento y
se pueden hacer cosas a la altura de los países de la gran
industria sin necesidad de hastiarnos con las retahílas de
que somos unos mediocres sin remedio alguno.
Las otras manifestaciones actuales y el posible futuro
¿Qué pasará con el cómic en
Colombia?, o mejor dicho, ¿resurgirá de nuevo el
cómic en Colombia? Parece que cada vez son más los
problemas para poder hacer un impreso en este país.
Karmao, el director de Phyco comics, me lo ha dicho en
la última Feria del Libro en donde participamos,
dándonos cuenta del panorama desolador: junto con la
revista de un dibujante de Pasto: Forgasm,
Neura, su último proyecto, eran los dos
únicos impresos de cómic que se vendían como
novedad en dicho evento. Parece que tampoco hay esperanzas de que
ACME o algo parecido vuelva a ser impreso. Con Bernardo
comentábamos hace poco: «¿para qué
quedarse con 1 000 o 2 000 revistas bajo la cama?».
Sin embargo, puede haber una salvación para la
producción comiquera de los dibujantes colombianos. Una
salvación que será en realidad el futuro de casi
todo: el internet. Con Karmao, hemos llegado a la
conclusión de que el cómic está
transformándose para la web. Numerosos sitios están
empezando a surgir cada día. En ellos hay espacios para el
debate, el intercambio, las muestras, las galerías, los
cómics on-line, las animaciones, etc... Con tanta
fuente de intercambio que se encuentra en la Web, tal vez se
puedan buscar mecanismos para la exportación del talento
para que se pueda imprimir en países con mayor viabilidad
económica. Aunque el acceso ilimitado a la web no
está todavía al alcance de un público masivo
en Latinoamérica, en un futuro sí lo será, y
hay que prepararse para él. En este momento hay varios
proyectos de portales y sitios on-line para promocionar
el cómic colombiano, implementados como una salida muy
oportuna y viable a la tan difícil opción del
impreso. Sobre este tema me extenderé en mi próximo
artículo.
Bibliografía
Ossa, F.: «La historieta y su historia»,
Editorial La Rosa, Bogotá, Colombia, 1986.
Peña, J.: «Cronología de la historieta en
Colombia», Klan destinos, Tercer Milenio Comics,
Cali, Colombia, 1999.