7º Encuentro Internacional de Historietistas

Dispositivo didáctico para la formación de una cultura integral en la historieta cubana

 

Roberto Hernández
Coleccionista e investigador, Holguín, Cuba

 

Resumen

La utilización de la historieta como un instrumento útil para la divulgación de enseñanzas sociales, culturales, científicas o técnicas, es analizada en la ponencia, partiendo desde los orígenes del cambio social revolucionario en Cuba, y sus distintas aplicaciones, no exentas de dificultades, hasta el momento actual.

Abstract

The comics as a useful tool to spread the teaching of social, cultural or technical methods and rights are analyzed, beginning from the origins of the revolutionary social changes in Cuba and the different employments, with its exceptional difficulties, up to the present moments.

 
Cuba, la mayor de las islas de las Antillas, desarrolló gracias a la prensa prerevolucionaria una avidez desmesurada por la lectura de la historieta.
Con la campaña de alfabetización la magia de las palabras no fue más un secreto. Desaparecía el analfabetismo dejando atónitos a quienes a partir de ese momento no podrían volver a ignorarnos.
En medio de esta situación, Batman, Superman, los hombres X, de goma o de hierro, Spawn y los mangas no tendrían visas para viajar a La Habana.
Paradójicamente este medio favorable, exento de desiguales competencias, impenetrable aún para los grandes sindicatos distribuidores de tiras cómicas, no propició un desarrollo sistemático, progresivo y de mejoramiento continuo de la historieta cubana. Los intentos de producción han sido, lamentable y tristemente esporádicos y efímeros, sin que pueda achacársele siempre una situación objetiva. Hoy, tal vez sea Cuba el país de América Latina con mayor desproporción oferta-demanda.
Sólo resta a los que aman el género mirar más allá de sus fronteras o excavar en el pasado haciendo trabajos arqueológicos que ayuden a conformar la historia de un género aún no-escrita.
El uso del «arte secuencial», como prefiere Eisner llamar al cómic, adquirirá en Cuba, sin embargo, un carácter didáctico y en ocasiones de arma ideológica.
Caminemos, pues, entre viñetas, sorteando onomatopeyas, signos cinéticos y globos por la historieta didáctica cubana.

Figura 1: «Pucho y sus perrerías» di Virgilio Martínez.
En fechas tempranas de la década del cuarenta, con especificidad en 1944 y desde la clandestinidad, surgía Mella como publicación de la Juventud Socialista, con una aparición quincenal. En sus páginas nace once años más tarde «Pucho», que se convertiría en un vocero de las ideas de la juventud cubana. Su nacimiento con una historia muda de cuatro viñetas donde a pata levantada demuestra su repulsa al tirano Batista, lo lanzaría a protagonizar decenas de páginas que se erigen como panfleto criticando el odioso régimen dictatorial.
Pucho sería hijo de un tándem que mucho daría que hablar en los años venideros: Marcos Behmaras y Virgilio Martínez. La situación en la isla no sería la única reseñada. La denuncia abarcará a otros países del área como Guatemala, Santo Domingo, Puerto Rico y Venezuela. Los diferentes personajes políticos de la época como Eusebio Mujal, Tabernilla, Río Chaviano aparecían caricaturizados, y como protagonistas de las historietas que ponían al desnudo su triste comportamiento.
En julio de 1956 Pucho expresaba: «Para combatir el imperialismo, contra Batista y los demás enemigos de Cuba hace falta publicar las verdades que la prensa escrita se calla...».
Tres meses más tarde otra vez a pata levantada «ataca» a los partidos Demócrata y Republicano, que ofrecen una imagen de antagonismo cuando en realidad ambos son hijos sumisos de las grandes transnacionales. Durante este período el autor, para evitar la persecución, se vio obligado a firmar sus trabajos con el seudónimo de Laura.
Pucho será motor impulsor de la propaganda socialista, sugerirá qué películas debían o no ser vistas, y estará presente en el primer bastión de la batalla.

Figura 2: «Julito 26» de Santiago Armada (Chago), publicado en El Cubano Libre.
En plena Sierra Maestra, en medio de la lucha insurreccional que se libraba en el oriente cubano, un guerrillero que respondía al nombre de Santiago Armada (Chago) desarrolló la historieta «Julito 26» para El Cubano Libre, donde se narraban los avatares de la vida en campaña de los rebeldes.
Desde el mismo año 1959, unido a las múltiples transformaciones que la revolución iniciaba, la historieta cubana asume una actitud militante. Los autores, conscientes de los cambios que se acercaban, comienzan un arduo trabajo.
Hasta ese momento, amén de algunas excepciones, los lectores de la mayor isla de las Antillas devoraron tan sólo los cómics que allende los mares llegaban de México y Argentina fundamentalmente.
Sin embargo, ya en agosto de 1959 es editada por el Comité Nacional de la Juventud Socialista una historieta de pequeño formato a raíz del aniversario 34 del Partido Socialista Popular, donde sus autores recorren la trayectoria de este partido desde su fundación, y al cual pertenecieron y dieron sus vidas múltiples revolucionarios como Julio Antonio Mella, Jesús Menéndez, Aracelio Iglesias y Paquito Rosales, entre otros.
Por esta misma fecha un personaje nacería gracias al fabuloso dúo creador de «Pucho», nos referimos a «Supertiñosa», el cual aún hoy causa admiración a estudiosos que se acercan al género en Cuba o más allá de sus fronteras.
Carlos Alberto Scolari en su libro «Historietas para sobrevivientes. Cómics y cultura de masas» expresaba: «Si existe un héroe por excelencia ese es Superman: el personaje de Shuster y Siegel responde sin excepción a todos los requisitos narrativos de los héroes mitológicos, que van desde la posesión de capacidades sobrehumanas hasta el hecho de ser un huérfano salvado de las aguas».
Por otra parte Josefina Ludmer planteó: «Una parodia no es necesariamente cómica, pero toda parodia es un modo de entablar combate contra una tradición; en realidad es el golpe de gracia a lo ya muerto, su lápida. No debe leerse como disolución de una estructura en otra, sino como su transformación».
Tal vez estos dos argumentos justifiquen el surgimiento del «super». Pancho Tareco será su personalidad civil, trabajará en El Aerolito, su antiguo hogar el planeta Paketón, y su misión prioritaria destruir el peligro que representaba la isla roja y todo lo que atentase contra el american way of life.
Será en lo adelante la parodia una herramienta poderosa que permitiría a guionistas y dibujantes desmontar todo el edificio de mentiras y calumnias que se había erigido en Cuba en más de cinco décadas de dominación imperialista.
Merecen la pena citarse dos ejemplos: «Las salaciones del Reader Indigest», parodiando a la conocida revista Selecciones, que se hacía llenar de artículos que atacaban sin pudor ni moral alguna los cambios que se producían en el ámbito mundial, y la biografía de «John F. Kennedy» aparecida en la revista Mella en su número 204 de 1962 con textos de Norberto Fuentes y dibujos de Virgilio.
Precisamente una historia de este autor titulada «Invasores» desató no pocas polémicas entre los lectores los cuales no podían comprender cómo una obra «revolucionaria» fuera comparable con las aparecidas en «Titanes planetarios» o «Tomás Mañana»; donde el afán de conquista y el temor a una invasión alienígena harán los temas de preferencia. Un final inesperado limpiaría de dudas a los inquietos.

Figura 3: Una página de «Matojo» de Manuel Lamar Cuervo (Lillo).
En 1961 con la aparición de Pionero surgen personajes como Matojo de Manuel Lamar Cuervo. Este singular niño cubano hace reflexionar sobre la importancia del papel de los padres en la formación de las nuevas generaciones, la puntualidad y asistencia a clases, el cuidado de la propiedad social, el respeto a las leyes del tránsito.
Las historias son sencillas, sin complicados fondos, los cuales a veces no existen. En ocasiones la imaginaria cámara colocada en el lápiz del creador no cambia de ángulo solo se acerca o se aleja variando los planos; los personajes son los máximos protagonistas. Matojo incursionó en los dibujos animados y en una producción de títeres con sus personajes secundarios, una verdadera rareza en el mundo de la historieta cubana poco acostumbrada a la producción de artículos de merchadising relacionados con el género.
El arte de una manera más o menos directa refleja la sociedad donde es creada. «No existe el arte inocente», expresó el destacado dibujante español Florenci Clavé. De esta forma los niños de la etapa posterior a la revolución no venden periódicos, ni limpian zapatos, ni vagabundean por las calles.
Lillo, como firmaba el autor, era orientado por la Unión de Pioneros de Cuba y el Ministerio de Educación. Así Matojo se convertiría en un símbolo para los niños cubanos, en un patrón a seguir. A los personajes de esta tira, que bien pudiera ser clasificada como una kids strip o tira protagonizada por niños, les estarán vedadas acciones comunes a otros coetáneos suyos en otras latitudes como «Zipe y Zape», del español José Escobar o «Menino Malunquinho» de Ziraldo Alves Pinto en Brasil.
Desde Palante, otro órgano nacido por la misma fecha, el personaje Holmos de Alben y Evora desarrolló trabajos de campaña suministrados por organismos como el Departamento de Tránsito, Prevención de Incendios y el Ministerio del Interior.
En estas historietas la delincuencia era representada, entre otros personajes por Pepe el Gato y Joe Photingo. En ellas se alertaban a los ciudadanos a no cometer errores que pudieran provocar que se cometa un delito.
Otras orientaciones aparecían en la esquina superior derecha de esas historias con el título «Recorte y lea», con los más diversos temas como el cuidado de la flora y la fauna, por solo citar un ejemplo.
El colectivo de Palante, integrado por la vanguardia del humorismo gráfico del país, además de poner al desnudo a través del chiste los problemas de nuestra sociedad, incursionó esporádicamente en la historieta didáctica. Alguna que otra parodia de personajes del cómic como «Popeye» o más recientemente «Un aporte para ganar», una historieta de cuatro páginas al tamaño de la publicación donde Israel Castellanos Jiménez (Iscajim) y José Luis, un maestro que no envejece, explican detalladamente a través de un personaje llamado Chipe, la importancia de la Declaración Jurada sobre ingresos personales a la Organización Nacional de Administración Tributaria (ONAT), su base de cálculo, los requisitos para el llenado de la planilla, en fin, «un deber social para el bien de todos», como expresa la última frase.
En 1965 ocurre en Cuba lo que pude llamarse el primer salto de la historieta cubana con el surgimiento de Ediciones en Colores, la cual publicó entre otras revistas una bajo el título Novelas gráficas. La idea era llevar al lenguaje del cómic algunas de las más importantes obras de nuestra literatura como «Cecilia Valdés», con Alfredo Calvo como responsable de la tarea, o internacionales como «Sandokan», de Emilio Salgari con López Chercoles en el guión y el desaparecido Domingo García en el dibujo. «El río oscuro», la novela del argentino Alfredo Varela, fue otra de las favorecidas. A pesar de no proliferar en esta ocasión muchas más adaptaciones de obras literarias se volverá a tratar el tema en años venideros.
Es por esta fecha que ocurre una explosión en las historietas didácticas, el partido quería aumentar la producción de carne y leche, había probado sin resultados satisfactorios el envío de normas técnicas a las diferentes empresas implicadas, pero digerirlas era una difícil tarea, tal vez por su excesivo tecnicismo; ante esta situación se decide hacer lo mismo, pero usando el lenguaje gráfico.
Un equipo de Palante liderado por Francisco Blanco Ávila asume la tarea: y entre 1969 y 1970 crean a «Matilde» luego de investigar durante cuatro meses la ganadería. Tras el inmediato éxito alcanzado otros títulos no se hicieron esperar, «Los 7 samurai del 70», sobre el corte de caña, «Anapito y Cafetón», editado por la Empresa Provincial de Café y Cacao de Oriente (INRA) con 40 000 ejemplares en enero de 1967, y «Pol Brix contra el ladrón invisible», esta vez sobre el proceso azucarero y tomando como base a «Dick Tracy» para crear un personaje que investigara las pérdidas en la industria. La avenida Basculador, el barrio Los Molinos y el reparto Los Hornos son algunos de los lugares bajo investigación, los cuales son fácilmente reconocibles para los habitantes de Centralópolis, una ciudad ficticia que representa al central azucarero. Curiosamente este ha tenido una interesante redición por parte del Ministerio del Azúcar y que ha sido distribuido a los Departamentos de Capacitación de los Complejos Agro Industriales (CAI), y estos a su vez a las bibliotecas municipales para socializar tan importante información.
Varias revistas cubanas no especializadas en la historieta acogieron con entusiasmo al género en sus páginas. Tal es el caso de Transporte, Bohemia, Somos Jóvenes, pero ninguna abordó el tema didáctico con tanta exactitud y sistematicidad como Mar y Pesca. Nacida en octubre de 1965 como órgano oficial del Instituto Nacional de Pesca, no es hasta su número 24 cuando incursiona la historieta de la mano de Del Toro; Virgilio Martínez ocupa su lugar cuatro números más tarde. Con un estilo asumido, donde se ausentan las onomatopeyas y los signos cinéticos, este autor, con una prolífica carrera a sus espaldas simultaneó el trabajo con otros artistas como Felipe García, Vicente Sánchez y Francisco Blanco quienes en su conjunto trabajaron y aún lo hacen entregando datos históricos, descubrimientos científicos, expediciones entre otros. El lector podrá encontrar aquí desde el fin de la Armada Invencible hasta el hallazgo de un alijo de la época de nuestra lucha independentista.
La revista Zunzún, que hizo correr por primera vez a los quioscos a quienes en 1980 éramos niños, desarrolló un importante trabajo en lo que a la historieta concierne. Aquí encontramos hoy nuevos personajes como Duendy de MAD, que buscan el fomento de la lectura a través de los «leemucho».
Aunque no precisamente historieta merece la pena mencionarse la sección «¿Por qué?», donde es posible encontrar respuesta a las más disímiles interrogantes y que fue muy bien acogida como proyecto multimedia a través de la televisión en animación.
La Editorial Pueblo y Educación puso en circulación en 1984 y bajo el asesoramiento técnico del Departamento de Seguridad del Tránsito de la Policía Nacional Revolucionaria (PNR) el título Tránsito donde Alberto Mirabal Chaple ilustra y lleva al lenguaje de la historieta una breve historia del transporte desde los inicios de la humanidad.
Según los propios editores, «es nuestro propósito contribuir a que la juventud cubana, tal y como se expresa en la “Tesis sobre política educacional”, aprobada en el Primer Congreso del Partido Comunista Cubano (PCC), sea capaz de desarrollar en toda su plenitud humana las capacidades intelectuales, físicas y espirituales del individuo, y fomentar en él elevados sentimientos y gustos estéticos; convertir los principios ideo-políticos y morales comunistas en convicciones personales y hábitos de conducta diaria».

Figura 4:Una página de «Holmos». Guión deÉvora Tamayo Maillo (Évora), dibujo de Alberto Enrique Rodríguez Espinosa (Alben).
En 1985 surge un segundo intento por impulsar el cómic cubano cuando se crea la Editorial Pablo de la Torriente, que durante cinco años recreó el mundo de las viñetas con los trabajos de viejos consagrados como Roberto Alfonso Cruz, el propio Virgilio, que rescató a «Supertiñosa» en historias cortas, así como el desaparecido Luis Lorenzo Sosa.
Las publicaciones de la editorial Cómicos, Pablo y el tabloide El Muñe acogieron adaptaciones de cuentos de Onelio Jorge Cardoso, o de otros autores así como abrieron sus puertas a historietas extranjeras de la talla de «Koolau el leproso», del genial autor español Carlos Gímenez. Contó El Muñe con lo oportunidad de acoger en sus páginas la historia de la aviación, realizada por Alberto Mirabal Chaple, así como el honor de contar entre sus colaboradores a quien es hoy uno de los cinco cubanos prisioneros del imperio acusados injustamente por presunto espionaje, Gerardo Hernández Nordelo desarrolló una tira donde ponía al desnudo algunos de los problemas existentes y expresaba en otras su preocupación sobre la incidencia de los medios de comunicación en el aprendizaje de las nuevas generaciones.
La Editorial Oriente, de Santiago de Cuba se interesó por la publicación de historietas, entre las que caben mencionarse por su contenido didáctico las adaptaciones de la «Odisea» de Homero, «Ivanhoe» de Walter Scott y «El Mexicano» de Jack London, todas realizadas por Isauro Antonio Salas.
«Ajedrez para niños» fue otro de los títulos esta vez con Jorge Daubar. Aquí el lector no solo podría encontrar conocer la leyenda sobre el juego ciencia, sino que a través de una conversación de un profesor con sus alumnos era posible aprender sus rudimentos, algunas aperturas clásicas, la codificación de las jugadas.
Lamentablemente la coyuntura internacional devenida por el desplome del campo socialista y la inconcebible e inesperada desintegración de la Unión Soviética motivó que la historieta le fuera amputada al panorama cultural cubano.
Reinaldo Cuesta Reina, director de la Editorial Oriente en abril de 1991 expresaba en una misiva dirigida al autor de estas líneas, entonces estudiante universitario:
«Tenemos en preparación varios títulos en forma de historietas: “La vuelta al mundo en 80 días”, la “Ilíada”, “Béisbol para niños”, “Judo para niños”, “El halcón” y otros, los que lamentablemente no sabemos cuando podrán ser publicados, debido a las serias dificultades que afronta el país con el papel y otros insumos».
Como puede apreciarse en aquellos momentos existía la voluntad para publicar historietas. El impedimento era objetivo. Hoy de manera triste, la situación no es la misma.
En 1987 Luis Wilson Varela sorprende a los lectores con «Génesis» a través de Ediciones Unión. Un inquieto espermatozoide es el único protagonista del libro donde en tiras de tres cuadros se tratan los más diversos temas: el subdesarrollo, la discriminación racial, la libertad burguesa, los derechos humanos en Estados Unidos, la energía nuclear, los guerreristas...
Como opina Joaquín G. Santana, «más que la obra de un humorista, esta puede ser considerada una valiosa reflexión filosófica. El momento de la fecundación le ha inspirado el examen diverso de todas las opciones posibles. Puede haber muchas, otras. Estas son las suyas. Y vale la pena tomarlas en cuenta».
Tal vez los últimos indicios de existencia de una historieta didáctica en Cuba nos llegan con la revista Pionero en su segunda etapa, que comienza en abril de 1999 y que rebasa hoy la treintena de ediciones.
En el mismo primer número aparece una página bajo el título «Tamal, pero hay que hacerlo bien», donde se pide a los lectores que escriban comunicando lo mal hecho en la escuela, la casa, el barrio; de aquí en lo adelante de las diferentes provincias llegarán los temas, que son desarrollados en viñetas por Jorge Oliver, un artista de reconocida valía, el cual, con una pincelada humorística, critica el sedentarismo, o reflexiona sobre los buenos modales, la moda, la asistencia a clases, la autosuficiencia, el alcoholismo, etc.

 

La historia


Figura 5: «José Martí, ése soy yo» de Edmundo Aray (guión) y Francisco Blanco Hernández (dibujo).
En país con una enorme tradición de lucha (aún hoy lo hace), no podían pasar inadvertidos para los dibujantes los momentos cumbres de la historia que con sangre y sacrificio ha escrito el pueblo cubano.
Artistas de la talla de Roberto Alfonso Cruz, quien siente una profunda pasión por estos temas desplegó una importante labor desde 1962 cuando debuta en Mella con «Manuel Ascunce Doménech». En lo adelante muchas otras historietas históricas verían la luz gracias a su incalculable talento: «26 de Julio de 1953», «Emiliano Zapata», «Dien Bien Phu» y un largo etc. Otros artistas como Orestes Suárez realizaron sus aportes al tema como lo constituye «Voluntad férrea», una historieta con Antonio Maceo como protagonista, un líder de las luchas independentistas del siglo XIX. Las personalidades que han escrito la historia igualmente han saltado al mundo de las viñetas como «Manuel Piti Fajardo», realizada por Jorge Daubar y Luis O. Duque, o lo más reciente «Martí, ese soy yo» con guión de Edmundo Aray y dibujos del virtuoso Francisco Blanco Hernández, puesto en venta en la undécima edición de la Feria Internacional del Libro de La Habana. Esta publicación constituye sin lugar a dudas la más cuidadosa que hasta hoy se había realizado de una historieta en la historia del género en esta isla.
Mientras Cuba enfrenta una importante batalla de ideas, y a la vez enfrenta el reto de convertir a su glorioso pueblo en uno de los más cultos del mundo, la historieta es la gran ausente. La gloria no está con ella. La producción de historietas cubanas no alcanzó ni alcanza a satisfacer la demanda de la población infantil. Sin embargo no es tenida en cuenta en los planes de negocios de las principales editoriales. El futuro es incierto; sin embargo, siempre existirán lectores esperando un resurgir, tal vez aquellos mismos que colmaron el local de Ediciones Barcelona para comprar en dólares títulos en historieta.