7º Encuentro Internacional de Historietistas

La tardía evolución del arte de la historieta en Costa Rica

 

 

Óscar Sierra Quintero
Historietista, San José, Costa Rica

 

Resumen

El trabajo hace una breve incursión en la historia del surgimiento de la historieta como expresión artística de los creadores ticos, y donde se fija la pobre y balbuceante evolución de la historieta nacional en Costa Rica para permitirnos conocer las limitadas obras y espacios con que ha contado y las acciones de publicación en que el propio autor ha tenido un papel protagónico.

Abstract

The work makes a brief incursion into the history of the sprouting of the comics as an artistic expression of the ticos creators, where the poor and stammering evolution of the national comics in Costa Rica is observed to allow us to know the limited works and spaces on which it counted and the publication actions in which the same author had a protagonist role.

 
El arte de la historieta gráfica, acertadamente denominado por estudiosos e investigadores como el noveno arte, ha experimentado en Costa Rica, a lo largo de toda su historia, una muy pobre y balbuceante evolución artística, pese a la gran profusión de artistas del blanco y negro que ha tenido esta nación centroamericana desde finales del siglo XIX, cuando se instituye el periodismo escrito y surgen con notable fuerza estilística los primeros caricaturistas e ilustradores que desbordan su talento no sólo en los periódicos de la época, sino en una gran profusión de revistas y periódicos satíricos de vida efímera, muchos de ellos publicados por la iniciativa de los mismos artistas.

Figura 1: Hugo Díaz fue el primer dibujante costarricense que utilizó, a cabalidad, todas las técnicas y recursos de la historieta como tal. En la ilustración, una de sus secuencias satíricas publicada en el semanario Pueblo.
Concentrándose la actividad de los dibujantes costarricenses en la caricatura política y el chiste gráfico más que nada, los primeros caricaturistas costarricenses, muchos de ellos de gran relevancia artística y conceptual tales como Paco Hernández (de origen español) o Noé Solano (el primer gran caricaturista criollo), recurren a la técnicas primarias de la narración visual secuenciada, sólo como un recurso más, destinado a desarrollar determinadas situaciones que, al final, remitirían a la sátira humorística, sin avanzar en el cultivo del arte de la historieta como tal.
Esta situación persistió por muchas décadas, podría decirse que hasta finales de la década del sesenta y comienzos del setenta, cuando, influidos por la «invasión» de las historietas mexicanas de la Editorial Novaro, que por ese entonces inundaban el mercado latinoamericano de las revistas ilustradas, y las tiras cómicas distribuidas por los sindicates norteamericanos, las cuales se publicaban en los periódicos locales, los grafistas costarricenses comenzaron a dar mayor importancia al cultivo del arte de la narrativa de la imagen.
Uno de estos primeros historietistas propiamente dichos, de hecho el más destacado en toda la historia del país y el primero en manejar a cabalidad las técnicas de esta difícil disciplina artística, lo fue el recientemente fallecido caricaturista e ilustrador don Hugo Díaz Jiménez quien, en la década del setenta, comenzó la publicación en el semanario Pueblo, de una página de historietas satíricas en la que el artista documentó la situación política y social no sólo de su país sino del acontecer internacional. Gran parte de este material fue recopilado en el libro «El Mundo de Hugo Díaz», publicado por la Editorial Costa Rica a finales de ese decenio y del que se hicieron varias ediciones.




Figuras 2 y 3: Fernando Zeledón (F. Zele) marcó un hito en la historieta del cómic tico al publicar, en forma ininterrumpida durante 17 años, la página de historieta satírica «La Semana en Serio» en la que, de paso, desarrollló los primeros (y hasta ahora los únicos) personajes típicamente costarricenses.


Figura 4: Carlos Alvarado fue, muy seguramente, el primer historietista costarricense que incursionó en un género diferente al cómico-satírico. En la ilustración, una muestra de su serie de espionaje «Carlos Pincel».


Figura 5: A mediados de la década del setenta, Juan Díaz se convirtió en el primer historietista tico en internacionalizar sus creaciones. Su tira cómica «Glupy» se publicó en periódicos de más de cinco países latinoamericanos.


Figura 6: Desde 1984 y por siete años consecutivos, Oscar Sierra publica en los periódicos La Nación y The Tico Time la serie de historietas«Mitos y leyendas de Latinoamérica».


Figura 7: A finales de la década del noventa Oscar Sierra publica por dos años en El Heraldo la tira cómica «Galoxi».


Figura 8: «Viví la víbora», tira cómica de Víctor Cartín (Tin-glao) se publica por dos años (y desde finales de los años 80) en el semanario Esta Semana.


Figura 9: Omar Valenzuela, joven creador surgido con La Pluma Sonriente, incursiona con tiras cómicas juveniles, turísticas y de corte religioso.


Figura 10: A finales de la década del noventa, un grupo de jóvenes creadores no afiliados a ningún movimiento inicia la publicación de una serie de revistas dentro del estilo manga las cuales tienen una vida efímera.


Figura 11: En el 2002 los creadores Nelson Cervera y Sergio González inician la publicación, en fascículos mensuales, de un curso de mangas asesorado por el correo electrónico

Entre otras producciones de este artista en el campo de la historieta que es importante destacar, citamos una edición historietada de los «Cuentos del Tío Conejo» basada en un popular libro de la autora costarricense Carmen Lyra, y un meritorio intento de crear la primera historieta nacional, gracias a la iniciativa del escritor y dramaturgo Samuel Rowinski, con la serie «Las Fisgonas de Paso Ancho», serie que llegó hasta la tercera edición, a mediados de la década del ochenta.
Un importante proyecto editorial sobre la vida, en historietas, del líder panameño Omar Torrijos, promovida por el desaparecido Centro de Estudios Torrijistas de Panamá, acaso la única historieta de corte no humorístico que pudo haber realizado Hugo Díaz en su prolífica vida artística, fue truncado tras la invasión a Panamá por el ejército norteamericano, en 1989.
Entre otros destacados cultores de la historieta nacional, sobresale también el dibujante Fernando Zeledón Guzmán (F. Zele), y su gran labor al realizar, en forma ininterrumpida durante 17 años, la página de sátira política historietada, titulada «La Semana en Serio» y publicada en el desaparecido semanario del Partido Comunista Adelante; página en la que, al igual que la realizada por Hugo Díaz en el semanario Pueblo, este esforzado creador, agudo crítico y hábil dibujante registró, a través de un humor sarcástico y mordaz, casi irreverente, la situación política y social de Costa Rica y el mundo, especialmente durante los difíciles años de la era reaganiana en la que, de alguna forma, Costa Rica recibió los embates y estuvo involucrada, por causa de las presiones del Departamento de Estado norteamericano, en la llamada guerra sucia promovida por Estados Unidos a través de los llamados contras, en su afán por derrocar a los sandinistas y su movimiento revolucionario, con el que derrocaron al dictador Anastasio Somoza, tras una cruenta y prolongada guerra de guerrillas en julio de 1979. Lamentablemente, de todo este valioso y abundante material no se ha publicado, hasta el presente, ninguna antología ni mediana recopilación.
Un mérito especial que tiene Fernando Zeledón como uno de los pioneros en el arte de la historieta costarricense, radica en el hecho de que ha sido, hasta el presente, el único artista criollo que ha creado una serie de simpáticos y divertidos personajes, inspirados en la identidad e idiosincrasia típicamente tica o costarricense, tales como el perrito Cutacha (pulguiento zaguate que era el alma y vida de cada lámina de «La Semana en Serio»), la abuelita «de armas tomar» Auristela, el pachuco Patasdihule y Matráfula, mujer cincuentona y de vida fácil , con los pechos atiborrados de arrugados billetes de alta denominación, en la que el caricaturista encarnaba a la gran prensa capitalista, siempre en defensa de los poderosos y de los intereses del imperio.
Tras de la desaparición del semanario Adelante a comienzos de la década del noventa, Fernando Zeledón se abocó a otro proyecto de historietas satíricas en la que intentó rescatar a todos los simpáticos personajes de «La Semana en Serio». La nueva serie llevaba por título «Los Supermaes» (por la típica expresión costarricense mae equivalente al cuate o mano mexicano). Por su factura crítica y agudamente cuestionadora de las políticas neoliberales en boga, esta simpática serie sólo tuvo cabida, por un relativo breve período de tiempo, en el semanario Universidad, el más serio y objetivo periódico nacional, publicado por la Universidad de Costa Rica. Por falta de presupuesto finalmente la historieta dejó de publicarse desde hace varios años.
Como se podrá apreciar, aún en el caso de los artistas arriba citados, que se ubican como los primeros historietistas costarricenses propiamente dichos, prevalece en ellos la tendencia original de remitir su trabajo, salvo contadas excepciones en el caso de Hugo Díaz, al género satírico-humorístico más que nada, sin entrar a experimentar y desarrollar en ningún momento los otros muy variados géneros de esta disciplina artística.
Unos de los primeros dibujantes que rompió quizás con esta tradición lo fue el joven creador Carlos Alvarado, quien, para mediados de la década del setenta, lanza en el desaparecido periódico Excelsior lo que sería la primera tira cómica de nacional de aventuras, con su personaje Carlos Pincel, una especie de espía a lo James Bond que resolvía audaces asuntos policíacos y de espionaje, a bordo de un flamante Ferrari, en medio de las aún bucólicas calles de la Costa Rica de entonces. Tras la desaparición del Excelsior, el joven dibujante no pudo encontrar la oportunidad de continuar publicando su serie en los otros periódicos locales, por lo que archivó para siempre su proyecto, dedicándose en lo sucesivo al arte publicitario.
Más o menos para la misma época, el editor nacional Carlos Figueroa lanza la revista ilustrada Tricolor en el cual, además de historietas extranjeras, se publican las producciones del chileno Víctor Canifrú y el salvadoreño Edmundo Anchieta, ambos afincados en Costa Rica, con historietas de corte «serio», las cuales tocaban, en capítulos aislados, temas sobre el folclor centroamericano y la historia costarricense. Al perder a su principal patrocinador, Tricolor desapareció del escenario de las publicaciones nacionales. En varias oportunidades, este mismo editor lanzó una historieta con el temas del fútbol, titulada «La historia del Deportivo Saprissa», uno de los más grandes equipos del balompié costarricense. Por su parte, otro dibujante de nombre Juan Díaz, publica su historieta didáctica «Gluppy» en varios periódicos del continente, a través de una empresa distribuidora vinculada a la King Feactures Sindicate. Tras unos años de gran auge, la serie «Glupy» deja de publicarse y el artista se dedica a otros menesteres.
A finales de la década del setenta y comienzos del ochenta y dentro de la ya citada temática del fútbol (una de las grandes pasiones del pueblo costarricense) el dibujante Franco Céspedes probó suerte con una serie de historietas humorísticas tituladas «El Fanático»,. La falta de un soporte estable para esta serie, la llevó a una prematura desaparición. Inicialmente el dibujante la publicó esporádicamente en periódicos de escasa circulación, después en una revista especializada en temas televisivos y, finalmente, se editó como una pequeña revista en sí, de modesta financiación que, por obvias limitaciones económicas y de comercialización, no pudo ir más allá de los tres primeros números
Para la década del ochenta, el dibujante colombiano radicado en Costa rica desde el año de 1979, inicia en el diario La Nación (y posteriormente en el semanario en idioma inglés The Tico Times) la serie historietada «Mitos y Leyendas de Costa Rica» la cual se transformó, unos años después de su nacimiento, en «Mitos y Leyendas de Latinoamérica». La serie se publicó en forma ininterrumpida durante siete años, de 1984 a 1991. La suspensión de la serie se debió a una imprevista decisión de la directiva del periódico de la que el realizador, pese al apoyo del público lector, nunca obtuvo una explicación satisfactoria por parte de los responsables del rotativo. En la misma década, el mismo autor crea y organiza, con el apoyo entusiasta de varios colegas nacionales, el movimiento de La Pluma Sonriente, una organización que nace con el objetivo primordial de promover el desarrollo del humor gráfico y la historieta, y su posterior proyección internacional, a través de la integración de esfuerzos entre sus miembros, el trabajo colegiado y la retroalimentación de ideas y técnicas y conocimientos. Muchos de estos nuevos valores de la caricatura y la historieta cómica nacional encuentran la oportunidad de dar a conocer su producción a través del Salón Anual del Humor y la Historieta La Pluma Sonriente (cuyas actividades se mantienen hasta la fecha, enfatizando la actividad con la historieta, en una nueva división de la organización llamada La Pluma Cómic) y de las revistas de humor De Oreja a Oreja y La Cabra en Patines, creadas y dirigidas por Oscar Sierra entre los años de 1985 y 1990. En octubre del 2001, La Pluma Cómic realiza su primera actividad a favor de la promoción y el desarrollo de la historieta costarricense con La Semana de la Historieta, en una serie de actividades culturales realizadas en la ciudad de Liberia (ubicada cerca de la frontera con Nicaragua), por iniciativa del miembro Ronald Díaz, que comprendieron una exposición de historietas de los miembros de la organización, charlas, conferencias y talleres para niños, las cuales despertaron un gran interés por parte del público liberiano, en ninguna forma acostumbrado a apreciar estas formas de expresión artísticas.
Dentro de la pléyade de estos nuevos creadores surgidos con La Pluma Sonriente, cabe citar al joven historietista Omar Valenzuela quien, a mediados de la década del ochenta, comienza a publicar, en la revista Tambor, una historieta con personajes juveniles de su creación original. Más tarde lo hace para el semanario The Tico Times con una serie de historietas con temas turísticos y para el semanario Eco Católico lo hace con una inusitada historieta que trata de promover los valores de la fe cristiana.
A comienzos de la década del noventa Oscar Sierra publica, por un lapso de dos años, la tira cómica «Ranitica» en el periódico turístico (en idioma inglés) Costa Rica To Day. Más tarde, entre 1996 y 1999 el mismo autor publica en un suplemento infantil del periódico El Heraldo, la tira cómica de temas científicos «Galoxi» de su creación original, a la par de una sección en la que recreaba, en el estilo historietístico, las fábulas de los escritores clásicos de éste género, tales como La Fontaine, Esopo, Perrault y Andersen.
En los últimos años de la década del noventa, la fuerte influencia de los video juegos y la cultura del género manga y el animé japonés, inspira a una nueva generación de jóvenes y entusiastas creadores (no vinculados con ningún movimiento en especial) a publicar sus propias producciones, bajo este particular estilo, en las efímeras revistas Camaleón, K-Oz y Neozaga, en un material de una meritoria factura artística pero carente, en su mayor parte, de un buen contenido argumental y un perfil todavía muy distante de lo que podría identificarse como un «cómic costarricense», elementos que, de todas formas, no desmerecen el valioso aporte que estas iniciativas han dado al desarrollo de la historieta nacional.
Otro paso inconcluso pero significativo en la evolución del cómic costarricense, lo dan las humoristas Marcia Saborío y María Torres al editar, a mediados del año 1999 y bajo la dirección artística de Oscar Sierra, la historieta «Corazones no sabemos», inspirada en los guiones de un exitoso programa humorístico de televisión por ellas realizado, denominado «Caras vemos». La evidente falta de desarrollo editorial y de apoyo financiero que sigue teniendo la historieta costarricense, hace que esta iniciativa llegue a su prematuro final, como tantas otras, al arribar al tercer número.
Para recibir el nuevo siglo, el diario La Nación lanza en el 2001 «Pantys», la primera tira cómica humorística nacional, realizada por el joven creador Francisco Mungía, la cual lleva el especial mérito de encabezar la sección diaria de tiras cómicas de este importante matutino.
Entre un grupo de creadores historietísticos de nueva generación que no encuentran oportunidad de publicar sus creaciones se encuentra el joven Ronald Díaz, miembro recién ingresado de La Pluma Cómic. De sus «sagas» de ciencia ficción «Destinanzas» y «Rodicab», todavía inéditas, lleva realizadas un nutrido grupo de láminas de apreciable factura artística las cuales, hasta el presente, sólo han sido confrontadas con el público, en una exposición realizada con La Pluma Cómic en su ciudad natal Liberia, en noviembre del 2000.
En enero del 2002, el creador de origen colombiano Nelson Cervera, recientemente radicado en San José de Costa Rica y miembro propuesto de La Pluma Cómic, edita y lanza, en asociaciàon con el excelente historietista barranquillero Sergio González, y en formato de fascículos mensuales, el curso de «Manga Tutor» que tiene la original modalidad de asesorar a los estudiantes que adquieren los números mes a mes, a través del correo electrónico.
En un mundo dinámico y complejo, dominado por la creciente Tercera Ola de la red de comunicación global, conformada por la informática, la televisión, el cine y el video, las cuales, con sus inigualables recursos expresivos, han impuesto la manía audiovisual entre todos los habitantes del planeta, el futuro de los géneros artísticos y de comunicación que se le emparientan, tales como la historieta, la caricatura satírica y el humor gráfico, resulta no sólo promisorio, sino insustituíble, en un mundo densamente interconectado, en el que el lenguaje universal de la imagen resulta ser, hasta el presente, el único capaz de romper las barreras lingüísticas que impiden todavía una eficaz comunicación entre todos los vecinos de la gran barriada planetaria. Por lo mismo, el desarrollo de esta expresión artística en Costa Rica tendrá que ir, ineludiblemente, al paso de las exigencias de comunicación de los nuevos tiempos.
El desarrollo de una historieta de factura y perfil costarricense, basada en estilos y contenidos de vanguardia, no necesariamente de manga, como perniciosamente se estila entre las nuevas generaciones de creadores, quienes no tienen mayores puntos de referencias que las que le ofrece el gran mercado masivo del cine, el video y las revistas japonesas que hoy por hoy inundan el mercado, es el gran reto que tiene por delante La Pluma Cómic, a través de un programa de talleres, exposiciones, investigación, publicaciones e intercambio con los colegas nacionales y de otras latitudes, en un programa similar al desarrollado, durante veintiún años, en el campo del humor gráfico, por La Pluma Sonriente.