7º Encuentro Internacional de Historietistas

Taller del Perro: por una historieta de autor

 

Ernesto Priego
Historiador, profesor de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, Ciudad de México, México

 

Resumen

Breve conocimiento de la batalla emprendida por un editor y un grupo de entusiastas artistas por lograr una respuesta alternativa en un territorio signado por la hegemonía del comercialismo y donde se logró construir un proyecto conciso y coherente a través de Gallito Comics a partir de 1991.

Abstract

Since 1991 a publisher and a group of young Mexican artist worked hard to find an alternative answer and built a very coherent project. the Gallito Comics, and they got it through a territory under hegemonic comercialism in the field of comics.

 
Es 1991 y, casi de la nada, Víctor del Real pone a trabajar sus bien conocidos talentos editoriales independientes y funda lo que se convertirá en la revista alternativa de cómics más importante de México hasta la fecha. El Gallito Inglés, después rebautizada Gallito Comics, se convirtió en un verdadero manifiesto político-cultural: durante 60 números, del Real y su equipo de colaboradores resistían la realidad, gritando en el desierto del panorama cultural mexicano que el cómic hecho en México no había muerto y que la historieta como lenguaje seguía siendo un modo poderoso, casi ilimitado de contar historias. Del Real supo convertirse en profeta de su propia tierra y llenó la revista de talentos hasta antes aislados: Edgar Clément, Ricardo Peláez, Luis Fernando Henríquez, Damián Ortega, Avrán, Frik, José Quintero, Ricardo Camacho, Alejandro Gutiérrez Franco, Bef y muchos otros.

Figura 1: Portada de un número especial de Los Agachados. La más importante revista de historieta en el atribulado México de los sesentas, que inaugurara el concepto de historieta didáctica.
Al nacer la última década antes que el siglo muriera, la defeña Gallito Comics inauguraba una nueva era para la historieta mexicana: construyó un proyecto editorial conciso, cohesivo y coherente que vio en los cómics una forma «para resistir la realidad», como dejaba leerse su subtítulo. Aunque los esfuerzos editoriales de Del Real no le permitieron llenar la revista únicamente con material de autores mexicanos, forzándose a publicar principalmente autores europeos y argentinos, Gallito fue la semilla que permitió que existiese un concepto como «historieta alternativa» en un escenario cultural local que parecía completamente infértil. Siguiendo críticamente los pasos de quienes les antecedieron, principalmente en el oficio de la caricatura política, como Magú, Naranjo y Helguera, los jóvenes autores del nuevo cómic mexicano se emanciparon de los periódicos nacionales y la hegemonía del cartón político, y persiguieron ideales narrativos más ambiciosos, así como la independencia editorial.
La nueva historieta mexicana se consolida muy lentamente a partir de esfuerzos singulares y pequeños: Peláez, Quintero, Clément y Frik fundan el colectivo de historietistas e ilustradores Taller del Perro, promoviendo la autoedición y la participación crítica de los historietistas en actividades académicas. El Taller del Perro comienza a funcionar en 1998 y pronto se convierte en un laboratorio artístico, una trinchera cultural e ideológica, un espacio crítico que desea lograr que el lenguaje de la historieta sea reconocido como un medio artístico y narrativo legítimo, mediante la publicación de comic books, tiras cómicas y novelas gráficas auto-editadas.
El Taller del Perro, entonces, resulta difícil de definir: es, al mismo tiempo, un estudio, un espacio físico que deviene centro de trabajo; un despacho donde se produce ilustración, gráfica y, en menor escala debido a la falta de un mercado editorial sólido, historieta. Pero no es sólo eso: también es un sello editorial independiente, financiado únicamente por los integrantes del taller, dedicado a la publicación de sus propios materiales historietísticos. La difícil situación del país, así como la desmejorada reputación de la historieta como lenguaje popular, ha enfrentado al taller a la necesidad de dedicarse casi de tiempo completo a la ilustración comercial y de literatura infantil, descuidando inevitablemente el trabajo historietístico. Sin embargo, han logrado instituirse como una presencia real y concreta en el incipiente panorama de la historieta y el arte pop mexicano, gracias a sus actividades de difusión y enseñanza, que en un primer momento estaban enfocadas a jóvenes y adultos y, más recientemente, también a niños.

Figura 2: Viñeta de Sebastian Carrillo (Bachan) dibujante proveniente de la revista Molotov. Aquí, una viñeta de su colaboración para el «Sensacional de chilangos».
Un taller teórico-práctico de historieta viajero, orientado hacia la sensibilización del arte secuencial, que incluye la creación de historietas originales, técnicas de lectura crítica y semiótica del cómic, mecanismos de autoedición y diseño editorial, aunado a su labor de difusión mediante pláticas y conferencias, participación como jurados en concursos de historieta independiente y otros artes alternativos, libros auto-editados y la publicación periódica de su material gráfico en periódicos y revistas de circulación nacional han conformado a este pequeño grupo de artistas en algo más que un espacio físico determinado, para consolidarlo como una opción en el panorama cultural nacional. Ricardo Peláez, autor del libro compilatorio «Fuego lento y otras historias para llorar» y del serial «El complot mongol», ve así su papel: «lo alternativo es aquella producción cultural, creativa y artística que se hace fuera de los parámetros de la estructura de la industria cultural, en nuestro caso de la historieta industrial. Fuera de esos esquemas de grandes tirajes de gran mercado, del gran capital, todo lo que se produce es independiente.»

Figura 3: Cuadro de la historieta de Patricio Betteo, el colaborador más joven del volumen «Sensacional de chilangos» y uno de los más prometedores «satélites» del taller.
Peláez intenta ubicar el trabajo del Taller del Perro dentro de la realidad mexicana, y continúa enfático: «Nuestro trabajo se da en el contexto de un país tercermundista saliendo de una profunda recesión y a punto de entrar en otra igualmente profunda, con una historieta industrial que ha cooptado todos y cada uno de los espacios de producción de historieta y que además va en una profunda decadencia por un agotamiento de las fórmulas que han sido explotadas hasta el cansancio... Por otro lado, [en México hay] un público lector también en retirada del lenguaje de la historieta, por cansancio y abuso de las fórmulas que la industria explotó hasta el hartazgo, y por otro lado por una diversificación y abaratamiento de las oportunidades de entretenimiento que van del cine a la televisión y los videojuegos... En fin, un público lector decreciente, una situación de recesión profunda en donde el gasto en entretenimiento se canaliza hacia otros lados y finalmente una industria en general prostituida y envilecida en cuanto a contenidos y sistemas de producción. En ese contexto se pretende hacer una historieta que además de todo requiere y demanda del público lector una exigencia muy por arriba de la media nacional en términos de capacidad de decodificación de lenguajes, de mensajes visuales y literarios. Entonces, este tipo de historieta está por definición destinada a tener un público minoritario, imposibilitando que se convierta en un negocio y que sus autores vivan de ello».
Frik, autor de las «Krónicas perras», complementa: «La diferencia [entre nuestro trabajo y la historieta comercial] es la independencia. La independencia es no claudicar, no vender tu idea original y adaptarla a fuerzas a un requerimiento determinado». Y, signo de nuestros tiempos, se lamenta: «En la industria editorial de la historieta no hay opciones. Todos los editores en México son unas bestias. En la industria del libro sí hay otras opciones, no muchas, pero existen editores que se preocupan por difundir materiales diversos y tratar de crear lectores».

Figura 4: Portada del volumen recopilatorio de «Buba» de José Quintero.
José Quintero, autor de la célebre «Buba», trata por su parte de definir la labor del taller: «Nuestra diferencia es la actitud, el modo en que te enfrentas, en que asumes, en que «vives» la historieta. Porque es también desde nuestro punto de vista una manera de vivirla, no sólo un oficio. En el caso de gente como Víctor del Real y su Gallito Inglés (ahora Gallito Comics) se trataba de un proyecto de vida. Intuíamos quizás que íbamos a dedicar parte de nuestras vidas a decir a través de ese lenguaje lo que nosotros queríamos. Sabíamos que lo íbamos a hacer con muy poca remuneración, que íbamos a tirar muy pocos ejemplares, pero así lo asumimos. Es una decisión de cómo ser, de cómo ubicarte en una sociedad, en una cultura. La diferencia es cómo entiendes tú el lenguaje de la historieta. No podemos pensar en términos de masividad».
Al grupo original de Clément, Frik, Peláez y Quintero se han acercado talentos más jóvenes, tomando sus cursos y talleres teórico-prácticos o simplemente compartiendo portafolios o discutiendo la situación del arte secuencial en el país y en el contexto mundial. Así, el proyecto del Taller del Perro funge como un centro integral de promoción, difusión e investigación de la historieta mexicana y mundial, incitando a la auto-publicación y esparciendo la cultura del fanzine. Si las generaciones de moneros mexicanos anteriores al Taller del Perro habían tomado por asalto los periódicos, la nueva camada, los «neo-moneros» para usar el término de Armando Bartra, se caracterizan por aspirar a la narrativa de largo aliento mediante el formato de la novela gráfica y el álbum de formato europeo («Fuego lento» de Peláez, «Operación Bolívar» de Clément) y por el del comic book underground estadounidense («Buba» de Quintero, las «Krónicas perras» de Frik).
Sin duda, es ya sobresaliente una organización civil dedicada a la narrativa gráfica independiente en un país obligado a la maquila globalizada. Con la evidente influencia de Estados Unidos, México enfrenta una colonización estética e ideológica que quiere ver a la historieta como una rama más del entretenimiento masivo y sin sentido, destinado a la perpetua adolescencia artística. (Paradójicamente, la influencia estadounidense ejerce toda su fuerza a través de la imposición hegemónica de sus productos comerciales más mediocres, dejando completamente de lado la gran calidad de la historieta autoral de nuestro vecino del norte). Así, el Taller del Perro, heredero de la tradición europea y del underground estadounidense, es un esfuerzo autogestivo, un grupo de artistas, un espacio creativo y un proyecto de vida por devolverle a la historieta mexicana su dignidad artística. Hasta ahora, el abismo entre la intención y el resultado podrá parecer insondable, pero los fundamentos se han ya construido para poder caminar más certeramente hacia el futuro.