El Eternauta

 

Fernando García, Hernán Ostuni
Investigadores de la historieta, Buenos Aires, Argentina

 

Resumen

Secuestrado y asesinado por sus ideales políticos, Héctor Germán Oesterheld es uno de los treinta mil argentinos desaparecidos durante la última dictadura militar. Su obra cumbre, la historieta El Eternauta (ilustrada por Francisco Solano López entre 1957 y 1959) puede leerse como una sorprendente obra de ficción, un testimonio de la historia moderna latinoamericana y un espejo de la agobiante realidad que somete a la República Argentina bajo el poder del imperialismo.

Abstract

Kidnapped and murdered for his political ideals, Héctor Germán Oesterheld is one of the thirty thousand Argentines «missing» during the last military dictatorship. His comic masterwork, El Eternauta (first illustrated by Francisco Solano López between 1957 and 1959), is still reading as an amazing piece of fiction, a testimony of Latin-American modern history and as a mirror of the overwhelming reality that subdue the Argentine Republic under the power of Imperialism.

 
«¿Qué resistencia puede hacerse cuando los pocos que siguen vivos están ocupados en sobrevivir, aunque sea a costa de algún otro?»
Favalli, en «El Eternauta»
«Lo siento... era necesario que desaparecieran... Los dejé convertir en hombres-robot para ganar tiempo... Tenía que entender el Cronomaster... Pero su sacrificio no será en vano... Gracias a ellos podremos luchar contra el fuerte. ¿Qué importan unas cuantas vidas?»
Juan Salvo, en «El Eternauta II»

 

Una cita con el futuro

No es una frase hecha ni una convención periodística. «El Eternata» es la mayor aventura de ciencia-ficción escrita en el sur del mundo y la mejor historieta argentina de todos los tiempos. La obra, serializada como un largo folletín en las páginas de la revista Hora Cero Semanal entre 1957 y 19591 , reunió al prolífico guionista Héctor Germán Oesterheld con uno de sus dibujantes de cabecera, Francisco Solano López2 . La historia de Juan Salvo encuentra a la dupla autoral en el mejor momento de su relación creativa, en un estado casi empático tras la labor conjunta en «Bull Rockett», «Uma-Uma » y «Rolo, el marciano adoptivo».
Según cuenta la leyenda, «El Eternata» comenzó siendo una historieta corta, de apenas setenta cuadros. Y terminó siendo un largo y apasionante periplo iniciático para los autores y los lectores. Oesterheld estaba apasionado con la idea de Robinson Crusoe, el náufrago surgido de la pluma del novelista inglés Daniel Defoe en 1719. «“El Eternata”, inicialmente, fue mi versión del Robinson. La soledad del hombre, rodeado, preso, no ya por el mar sino por la muerte. Tampoco el hombre solo de Robinson, sino el hombre con familia, con amigos», escribió Oesterheld en la década del setenta3 .

Figura 1: Una familia tipo de clase media es la protagonista de «El Eternauta».
«El Eternata», recuerda hoy Solano López, «fue, además de una historia de ciencia-ficción, una especie de ejercicio de anticipación de la entrega que el país iba a vivir décadas después. Creo que fue un acto casi inconsciente, tanto de parte de Héctor Oesterheld como de parte mía, en el contexto de los años 50, claro. Héctor era un antiperonista furioso, un liberal, con ideas socialistas, de izquierda -como también podía serlo yo, sin estar afiliados a ningún partido-, donde más o menos todo intelectual se sitúa, con una visión popular y de justicia social, y de comprensión de los fenómenos históricos que obedecen a las presiones de los países más ricos»4 .
Oesterheld construye la historia desde la perspectiva del ciudadano de clase media que gracias a su trabajo vive dignamente y puede proyectarse tranquilo hacia el futuro, ya que lo respalda un modelo de país que, aún con serios trajines institucionales, todavía sueña con el bienestar común. Visto a más de cuarenta años de distancia, el presente de esos personajes parece arrancado de la más afiebrada fábula fantástica: ¿Un empresario mediano que vive dignamente de su negocio? ¿Un empleado bancario que llega a fin de mes con su sueldo? ¿Un profesor universitario estatal poseedor de un velero? ¿Un jubilado que se dedica a fabricar violines? ¿Cuatro amigos que profesan hobbies y tienen tiempo libre para reunirse y disfrutar, sin presiones laborales y económicas, las mieles del ocio creativo? Ese nivel de realización personal, común en 1957, no pudo superar el efecto de las nevadas mortales, dentro y fuera de las páginas dibujadas.
Todo arranca una noche, en la casa de un anónimo guionista de historietas5. Un hombre, a quien un filósofo del siglo XXI ha bautizado «El Eternata», se materializa de la nada frente a otro hombre, un laburante argentino sentado en su cuarto de trabajo. Con el extraño se corporiza también una historia, la más fantástica que se haya escuchado. Y en el intercambio de palabras de los dos personajes se redimenciona el sentido de la tradición oral, el peso del diálogo como pilar básico de la comunicación y la importancia de resguardar la memoria como fuente de identidad.
La voz del Eternauta trae reminiscencias de otro tiempo, otra noche, otra casa. Alrededor de la mesa de truco, el grupo de amigos disfruta de las cosas simples que ofrece la vida. Como en un antiguo rito tribal, las cartas están sobre la mesa. Los cuerpos distendidos. Las mentes liberadas. Afuera de la ventana, la nevada mortal comienza a cubrir las calles. Los invasores han hecho su primera jugada. Juan Salvo, su mujer Elena y su hija Martita, sus amigos Favalli, Lucas Herbert y Polsky descubren pronto el verdadero truco. El aislamiento. La soledad. El hambre. La desaparición de todo lo conocido.

Figura 2: Los Manos, víctimas de los Ellos y victimarios de los humanos.
La invasión extraterrestre es un tema remanido en el campo de la ciencia-ficción. Desde el clásico «La guerra de los mundos» («The War of the Worlds», 1898) del británico Herbert George Wells, el aniquilamiento de la raza humana por manos alienígenas se ha transformado en un subgénero literario más que en una premisa argumental. El gran mérito de Oesterheld y Solano López reside en haberlo hecho funcional, interesante y creíble durante dos años, trasladando a nuestra geografía y nuestras costumbres el concepto de la aventura anglosajona por excelencia.
«El Eternata» no es una historieta argentina sólo por estar realizada en el país. Hay un lenguaje, un tiempo narrativo, una concepción física e ideológica de nuestro rol en el mundo que la ubican definitivamente en estas tierras. Contribuye a fijar aún más la trascendencia nacional de la historia el hecho de que los acontecimientos se produzcan en lugares y zonas reconocibles para el lector: Las barrancas de Belgrano, la cancha de River Plate, la línea D del subterráneo.
La elección del continuará como sistema narrativo prefigura una aventura de posibilidades abiertas a los cambios internos y externos. Dice Oesterheld: «“El Eternauta” se fue construyendo semana a semana; había, sí, una idea general, pero la realidad concreta de cada entrega la modificaba costantemente» 3. Este método de trabajo y la extensión final de la obra, posibilitaron que se fuera construyendo en grandes bloques temáticos.
La primera de estas secuencias remite directamente a la «situación Robinson» señalada por Oesterheld. La superviviencia se instala como eje central de la historia, inscripta en la tradición del cine de ciencia-ficción de la era atómica, con la raza humana enfrentada a durísimas condiciones externas. En todo este primer tramo, la nevada mortal parece un desequilibrio climático provocado por la mala utilización de los descubrimientos científicos, una situación de maléfica belleza que cobraba mayor verosimilitud al contar con un antecedente real que apoyaba el hecho ficticio6 .
Los protagonistas excluyentes de la trama son la familia de Juan Salvo, pequeño industrial dueño de una fábrica de transformadores, el profesor universitario y físico Favalli, el tornero Pablo, el bancario Lucas Herbert y el jubilado Polsky, siendo estos últimos las dos primeras bajas que recibirá el grupo humano7 .
Durante la segunda entrega de la saga, un noticiero radial aclara la situación al brindar el siguiente boletín informativo: «Formidable explosión atómica en el Pacífico... contra lo que se había anunciado... los Estados Unidos han continuado haciendo ensayos atómicos... un accidente acaba de revelarlo: El estallido de una bomba atómica de nuevo tipo ha producido incalculable cantidad de polvo radioactivo... Desplazada por el viento, la nube radioactiva avanza a gran velocidad hacia el sud oeste». En el resultado final, si bien no se realizaban lecturas políticas explícitas del hecho, América del Sur resultaba perjudicada por el accionar del gobierno estadounidense.
Argentina se encuentra gobernada por el general Pedro Eugenio Aramburu, impuesto en el poder por grupos militares marcadamente antiperonistas como reemplazo del general Eduardo Lonardi, que encabezó el golpe de estado contra Juan Domingo Perón en 1955. Más allá del aislamiento como posible metáfora del cese de las libertades individuales bajo la dictadura, la realidad del país todavía no alcanzó a colarse por entre los visillos del chalét del Eternauta.
El primer giro argumental importante se produce con la salida al exterior de Salvo, Favalli y Pablo, después del incidente con el asesino de Lucas. El descenso de dos esferas luminosas recortando la tranquila noche bonaerense dispara la historia hacia otro contexto, el de la invasión alienígena. Conscientes por vez primera de que están siendo atacados por una raza del espacio exterior, los personajes quedan atrapados en el género bélico, que se estructura definitivamente como tal con la aparición de los soldados del Ejército que vienen a reclutar a los hombres.
En este quiebre8 , la historieta se encauza en su camino definitivo hacia el mito. El leitmotiv se transfiere de la supervivencia a la resistencia. En este caso, contra el invasor alienígena. O leído de otro modo, la resistencia de los que menos tienen contra el poder establecido.
A partir de este momento, la estructura básica de «El Eternata» remite a la concepción clásica de epopeya: «Extenso poema narrativo que refiere acciones heroicas. Suele protagonizarlo un sólo héroe y posee a menudo un intenso carácter de afirmación nacional. [...] Ofrece como rasgo peculiar la intervención constante de personajes y de prodigios sobrenaturales. [...] Conjunto de hechos dignos de ser cantados por la épica. Acción realizada con muchos sufrimientos y dificultades»9 . La única diferencia fundamental entre «El Eternauta» y la epopeya antigua descansa en la utilización del héroe colectivo, por sobre la tradicional figura paternalista del héroe único y todopoderoso.
En este marco, no es casual que la resistencia al invasor quede conformada principalmente por hombres comunes, de clase media, trabajadores, pequeños empresarios, profesionales y suboficiales del ejército. Tampoco es casual que el ejercicio del liderazgo se vaya alternando entre los distintos personajes, de acuerdo con las capacidades innatas o adquiridas de ellos. Establecida casi como una conducta reiterada, la responsabilidad por la toma de las decisiones trascendentales recae prioritariamente en el más humilde del grupo. En «El Eternata», recordará Oesterheld en su último reportaje, «pocos lo han marcado pero es así, el héroe principal es Franco, un obrero»10  .
El planteo de Oesterheld expresa la necesidad de una alianza de clases para la solución de los problemas nacionales. Todos juntos, los sectores medios, la clase obrera, los militares y los intelectuales podrán encontrar la salida viable y necesaria, frente a una cambiante realidad de proporciones imposibles de mensurar (la destrucción, la muerte, la pérdida inevitable frente a un enemigo provisto de mayores capacidades tecnológicas y bélicas). En Argentina real esta idea prácticamente coincide con la propuesta social sostenida por el desarrollismo de Arturo Frondizi, presidente electo tras los comicios del 23 de febrero de 1958.
La historieta comienza a segmentarse en pequeñas escaramuzas que van subiendo de tono a medida que pasan las páginas: la batalla de la General Paz, el combate de la cancha de River, la misión en Barrancas de Belgrano, la derrota de Plaza Italia, la fuga por los túneles del subte D, el avance desesperado por las calles del centro hasta la Plaza de los dos Congresos, el bombardeo atómico sobre Buenos Aires y la trampa mortal en la zona de Pergamino. A los supervivientes Juan Salvo y Favalli se les unen el periodista Ruperto Mosca y el fundidor Alberto Franco11  , encargado de hacer avanzar la acción durante uno de los trechos más importantes de la historia.
El costado fantástico de la obra se puebla de criaturas extraterrestres: los Cascarudos, los hombres-robot, los Gurbos y los Manos. Cada vez que se presenta una de estas razas, los humanos creen estar frente al invasor, al causante de todos sus males. La realidad les demuestra lo contrario. Sus opresores directos también son víctimas de un mal mayor, invisible y omnipresente: Los Ellos, verdaderos señores feudales del espacio exterior, definidos por un mano moribundo como el «odio cósmico», no aparecen representados como personajes físicos, sino como la encarnación abstracta del concepto de tiranía, crueldad y maldad.
En este sentido, «El Eternauta» se abre de lleno a planteos humanistas y los expone de manera poética. La explotación de unos seres vivos por otros, como método de imposición de un orden político y social, sin importar las consecuencias, se corporiza en la figura de los Manos, una raza pacífica a la que los Ellos han llegado a dominar tras haberle implantado una glándula del terror que los mata si intentan rebelarse. De hecho, la escena del Mano muriendo mientras pondera las cualidades artísticas de una cafetera de aluminio es una de las más lograda de todas12  .
La simbólica carga política por la que es hoy famosa la historieta funciona, en cambio, de manera retroactiva. «“El Eternata” es una historia que deviene profecía», analiza Juan Sasturain13  . Y es cierto. El discurrir histórico argentino fue resignificando todos y cada uno de los contenidos de este primer Eternauta, enmarcando la tarea de Oesterheld en un ejercicio creativo que roza la futurología.
Detengámonos un momento en el rol que cumple el ejército dentro de la historieta. En esos momentos, Argentina se articulaba en el desarrollismo triunfante nacido a los calores de la Revolución Libertadora, cuando todavía se creía posible una alianza de clases que incluyera al peronismo y las Fuerzas Armadas del mismo lado. No pudo ser. Los militares eligieron. Y Oesterheld también.
Para muestra basta un botón, dicen. En la década del 50, la marcha del ejército de la resistencia frente a las instalaciones de la Escuela Superior de Mecánica de la Armada (ESMA) funcionaba como un dato de color local que le agregaba mayor dramatismo a la sensación de realidad que construía la historieta. Conociendo los hechos que acaecieron después, tanto a Argentina como a Oesterheld, ¿puede seguir leyéndose de la misma manera esta secuencia?
En los últimos tramos, el guión puede resumirse en un escape desesperado hacia adelante de Juan Salvo. La reunión con Elena y Martita. El sacrificio de Favalli, Franco, Mosca y Pablo. El providencial encuentro de la cosmoesfera y el salto final hacia su destino. La transición que va de Juan Salvo a «El Eternata».
El desenlace de la historieta abreva en la vertiente cientificista de la ciencia-ficción, aquella que juega con las paradojas temporales y los mundos paralelos para dejar una moraleja en el lector. El encargado de transmitir el mensaje es el Mano filósofo del siglo XXI que le entrega el nombre de Eternauta a Juan Salvo, en una de las tantas capas espaciotemporales (continuum) que conforman el universo. Sentado sobre la roca de un paraje extraño y desolado, el extraterrestre sostiene «que la lucha de tus compañeros y de todos los hombres que combatieron contra la invasión, no ha sido en vano, aunque así te lo parezca, Juan Salvo... Porque esa lucha ha servido a todos los que combaten contra los Ellos»14  . Es cierto, la única forma de derrotar al mal mayor parece ser la de unirse en pos del bienestar común, aunque haya que soportar los peores sacrificios personales en el camino.
El moño del regalo, la guinda de la torta perfecta es el cierre circular que ubica la narración efectuada por el Eternauta cuatro años en el futuro de los personajes. La humanidad todavía tiene una posibilidad de escribir su historia futura sin intervenciones foráneas. ¿Será posible?

 

Memorias de un navegante del porvenir

«Cuando salía originalmente (en Hora Cero), yo tomaba la popularidad de la revista no como un éxito personal, sino como un trabajo en conjunto. No había datos que pudieran aclararnos cuál de las historietas que hacíamos era más popular, si “Randall”, o “Ticonderoga”, o “El Eternata”... yo veía que la revista tenía repercusión y recién muchos años después, cuando vi el interés que despertaba reeditar “El Eternata”, tuve la prueba de que esa era la historia que había quedado más prendida en el público»15  , aclara Solano López.
Este éxito inmediato del que gozó «El Eternata» fue el que decidió a Oesterheld a escribir la segunda parte de su saga. Implementada a modo de capítulos unitarios16  , la obra no pudo concretarse por dos motivos: La emigración de Solano López a Inglaterra por motivos laborales y la quiebra de la Editorial Frontera. Tras el cierre forzoso de su empresa, Oesterheld vendió las marcas de sus personajes y revistas a Editorial Ramírez, que continuó publicándolas.
En noviembre de 1961 y por presión de una enorme demanda popular, Ramírez decide reeditar la saga de «El Eternauta» en tres tomos de cadencia mensual. Para esta edición, Julio Schiaffino realiza nuevas ilustraciones a color para las portadas y se retocan los dibujos de algunos cuadros para facilitar la lectura lineal de la obra.
Los tomos gozan de un enorme éxito comercial. Tanto, que en el editorial del segundo libro se anuncia su continuidad como revista mensual. «¡“El Eternata”seguirá publicándose! ¿Cómo será esa revista? Suspenso.... Suspenso, amigo lector...»17  .
La incógnita se reveló en febrero de 1962, con la aparición del cuarto número de El Eternata. La revista resultante presentaba historietas de ciencia-ficción locales y extranjeras, cuentos cortos y notas periodísticas de corte científico. Para satisfacción de los lectores, Oesterheld retomó las andanzas de Juan Salvo y desarrolló una versión novelada de su proyecto original para «El Eternauta II».
Los dos primeros relatos contados al anónimo guionista por Juan Salvo no lo tienen como protagonista, sino como testigo preferencial e invisible, ya que el Eternauta no muestra ningún tipo de participación activa o pasiva en el bombardeo norteamericano sobre Hiroshima en 1945; y en la trágica desaparición de la ciudad de Pompeya bajo las cenizas del volcán Vesubio en el 79.
A partir del tercer relato18   las cosas cambian. Juan Salvo retoma la narración de su lucha contra los Ellos, desde el momento en que la abandonara en la historieta. Ayudado por el mano filósofo, el Eternauta regresa a la Buenos Aires invadida y continúa con la resistencia.
La historia es ahora confusa y reiterativa, como escrita a las apuradas. El discurrir de las páginas no le agrega nada a la trama original y lo único que hace es desdibujar paulatinamente los rasgos reconocibles de los personajes. Las acciones se desarrollan en un clima de violencia extrema, que poco lugar dejan a la poesía humanista que brotaba naturalmente en la historieta. El cuerpo principal del argumento se refiere a diversos enfrentamientos entre humanos, más que entre terrestres e invasores. Se percibe también cierto regodeo morboso en la cíclica descripción de la bajeza moral que puede exhibir el hombre bajo presiones físicas y psicológicas extremas.
La novela se prolongó hasta febrero de 1963 («El Eternata», n.o 15), quedando inconclusa al desaparecer la revista de los quioscos19  . Algunos de los dibujantes que ilustraron los distintos episodios son Julio Schiaffino, Walter Fahrer, José Muñoz, César Spadari y Leopoldo Durañona.
En esta saga novelada, el periodista y escritor Juan Sasturain marca cuatro etapas distintas. «La primera abarca las aventuras en El Tigre hasta el encuentro con Favalli; la segunda, el contacto con las tropas del capitán Timer, y los breves enfrentamientos con el enemigo hasta la partida hacia el norte; la tercera es la experiencia de la llegada y el ataque a la ciudad de Nueva York que termina con la caída de Salvo y Favalli como prisioneros en manos del enemigo; y la cuarta e inconclusa, el salto al espacio exterior y el conocimiento de una nueva perspectiva, un nuevo y horroroso marco galáctico para la guerra»20  .
Este escenario es el enfrentamiento cósmico entre los Ellos y el Enemigo, raza que ya inició su colonización de la galaxia. Y es con la tarea de reclutar soldados para esta guerra que los Manos invaden los distintos planetas21  . Obviamente, Salvo y Favalli se encuentran entre los terrestres elegidos. Iniciando el camino que lo llevará de testigo a protagonista activo, el anónimo guionista reconoce ser padre, aunque no especifica la cantidad de hijas que tiene.

 

El reconocimiento del enemigo

Desde que la saga novelada de Juan Salvo quedara abruptamente interrumpida tras el cierre de la revista El Eternata, el mundo continuó cambiando de manera convulsionada. El asesinato del presidente norteamericano John Fitzgerald Kennedy en noviembre de 1963, la resolución del golfo de Tonquín aprobada por el Congreso de los Estados Unidos en agosto de 1964 (que autorizaba al país del norte a intervenir libre y bélicamente en Vietnam), el asesinato del Che Guevara en octubre de 1967 y la primavera francesa de mayo de 1968, entre otros hechos, contribuyeron a delinear el delicado equilibrio internacional de la Guerra Fría: Enfrentamiento bipolar entre los Estados Unidos y la Unión Soviética como representación física de la tensión existente entre dos proyectos de organización social, política y económica.
A escala local, el período está fuertemente marcado por la proscripción del peronismo22   y el fallido retorno a la Argentina de Perón en 1966, así como por el acceso a la presidencia de la nación de Arturo Illia23  , que será derrocado en 1966 por el golpe de estado encabezado por el general Juan Carlos Onganía. Según el profesor en sociología Torcuato Di Tella, durante estos años «las actitudes violentas estaban en aumento en todos los ambientes del país. El ejemplo de la revolución cubana (en el poder desde enero de 1959) fue determinante en este sentido, pues hizo concebir a muchos que lo que habían tenido como una lejana esperanza, se volvía de pronto perfectamente real. La influencia cundió no sólo en la izquierda clásica, determinando escisiones en ella, sino también en el peronismo, sobre todo el que había llevado desde 1955 la responsabilidad de la resistencia»24  .
Es decisiva en este sentido la aparición de pequeños focos guerrilleros en Salta y del grupo Tacuara (ambos en 1964), antecedentes políticos directos de Montoneros. «Muchos de los hombres y mujeres jóvenes que tomaron las armas en los últimos años sesenta y principios de los setenta movidos por ideales populares nacionalistas y socialistas, habían recibido su bautismo político en ramas de la tradicional y conservadora Acción Católica (AC), algunos incluso habían partido del Tacuara, inspirado en la Falange española; muy pocos procedían de la izquierda, y casi ninguno había comenzado su vida política como peronista. Más tarde, pintaron un autorretrato retrospectivo que presentaba el nacimiento de su organización como una síntesis de las corrientes peronista y guevarista», sintetiza el profesor inglés Richard Gillespie25  .
Para fines de la década del sesenta, la historia de Juan Salvo ya está instalada en el inconsciente colectivo local como la más importante épica nacional popular surgida de las páginas de las revistas de historietas. Y si bien no se sabe con certeza en que momento de su vida Oesterheld pasó a formar parte activa de Montoneros, el tenor de algunos de sus guiones realizados en esas fechas dejan bien en claro de que lado del mostrador estaba ubicada su ideología.
Buena prueba de ello se percibe en los personajes elegidos para la serie biográfica de importantes personalidades sudamericanas que Oesterheld desarrolla para la Editorial Jorge Alvarez durante 1968: Ernesto Che Guevara y Evita. Las dos están dibujadas por Alberto Breccia (que cuenta con la ayuda de su hijo Enrique en Che) y ambas son retiradas de los quioscos y luego destruidas por agentes de la Policía Federal26  .
En 1969 Oesterheld retoma la idea de la invasión alienígena como metáfora de los gobiernos dictatoriales en «El Astrón de La Plata», tira semanal publicada en el suplemento de historietas del diario platense Gaceta de la Tarde. Dibujado por Angel Lito Fernández y continuado por Oswal (seudónimo de Osvaldo Viola), el resultado final está más cerca de «Rolo» que de «El Eternauta»27  .
El 5 de mayo de 1969 un estudiante cae muerto en Corrientes por la represión policial. Las protestas estudiantiles en repudio al hecho se hacen sentir en todo el país, pero principalmente en la ciudad de Rosario, que es ocupada militarmente. El malestar social es evidente y la gente comienza a salir a las calles. El 29 de mayo, la ciudad de Córdoba es literalmente tomada por la clase obrera y los estudiantes, en repudio a las antipopulares medidas económicas propiciadas desde el gobierno de facto por el ministro Adalbert Krieger Vasena, pensadas para favorecer el enriquecimiento de los capitales extranjeros basándose en la explotación del proletariado local.

Figura 3: «El Eternauta» por Alberto Breccia.
El mismo día que estalló el Cordobazo, el movimiento síndico-estudiantil más importante de la historia de América Latina, Oesterheld y Alberto Breccia presentaban al público el primer capítulo de la segunda versión de «El Eternata», desde las páginas del ejemplar 201 de la revista Gente.
Aparentemente, la historia es la misma que se contó en las páginas del Hora Cero Semanal. Y es cierto, en lo formal la aventura se estructura de la misma manera que en 195728  , pero los contenidos ideológicos que sustentan la trama han cambiado radicalmente. Las razones las expone el propio Oesterheld: «Yo mismo estaría evolucionando. Estaba mucho más aclarado»29  . Si la primera versión se mostraba sutil en sus apuntes críticos, la segunda es directa y contundente como un mazazo a las neuronas. Como una isla desierta, como la casa de Juan Salvo cerrada herméticamente en medio de la nevada, las tres páginas semanales de «El Eternata» se divorcian de la línea editorial de Gente y se sincronizan con la realidad.
En la ficción, la invasión se convierte en la soledad y el abandono de toda Latinoamérica, entregada a los extraterrestres por las potencias mundiales a cambio de su supervivencia. Dice el comunicado radial al comenzar la nevada: «Comandante en jefe provisional... Nevada mortífera... Vasta zona latinoamericana despiadado ataque extraterrestre... Traición inconcebible grandes potencias... Sudamérica entregada al invasor para salvarse... Lucharemos igual... Por más solos que estemos y por terrible que haya sido el golpe inicial... Lucharemos igual... Sobrevivientes en la emergencia... Sacrificio». ¿Habla la radio a los habitantes de la casa o es Oesterheld el que se dirige a los lectores? ¿El problema es la invasión extraterrestre o el modelo socioeconómico que defiende el gobierno de facto?
Paradojas del mundo gráfico. El número que difunde el mensaje radial es el mismo que ofrece un reportaje al político y financiero norteamericano Nelson Rockefeller, por esos días de visita en el Uruguay. Para el futuro vicepresidente de los Estados Unidos, América Latina «está en igualdad con otros problemas norteamericanos. No es una cuestión de prioridades. Simplemente estamos preocupados y en mi país hay una democracia que de pronto estima que es más importante un problema que otro y su Congreso veta en contra de una ley de ayuda a vuestros países. Eso no podemos impedirlo, pues vivimos en una democracia, insisto. Pero si logramos que todos entiendan bien el problema, la solución y nuestra ayuda serán más claras y sencillas».
La historia avanza. El 30 de junio cae asesinado Augusto Vandor, Rockefeller se reúne durante dos horas con Onganía en la Casa Rosada y el poder ejecutivo pone en vigencia el estado de sitio. Oesterheld no se calla, le hace decir a Favalli: «En verdad los grandes países nos tuvieron siempre atados de pies y manos... El invasor era antes los países explotadores, los grandes consorcios... Sus nevadas mortales eran la miseria, el atraso. Nuestros propios pequeños egoísmos manejados desde afuera... Por nuestra propia culpa sufrimos la invasión, Juan. Nuestra culpa es ser débiles, flojos. Por eso nos eligió el invasor». La acción a seguir es clara y precisa: Resistir. ¿Cómo? Una posibilidad sería unirse a los primeros focos de resistencia generados en Chile y Brasil. ¿El principio de la unión latinoamericana soñada por Simón Bolívar?
Una semana después, el hombre llega a la Luna y la revista Gente decide levantar la historieta. Cuenta Oesterheld: «El verdadero final fue cuando lo llamaron a Breccia, le explicaron que había un desfasaje con lo que el público quería y le pidieron que suavizara la cosa. Lo volvieron a llamar, dos o tres veces. Y él no hizo caso. No accedió a realizar las modificaciones. Y entonces se decidió acortar “El Eternauta”. La decisión del editor30   de cortarla bruscamente y poner la disculpa. Entonces yo le mandé una carta al dueño de la editorial diciéndole que era una falta de respeto a los lectores lo que estaban haciendo. Y les propuse, ya que ellos decían que era una historieta demasiado cara, que le pagaran a Breccia, que yo se las abreviaba en quince páginas más»31  .
¿La disculpa?: «En la revista teníamos una gran posibilidad con “El Eternauta”, una historieta que como ustedes recuerdan, la vimos y por eso la publicamos. Que me disculpe Breccia, un gran dibujante y diría artista, pero nosotros, en nuestra misión de lograr comunicación, no debíamos habernos entregado a la forma estética de su dibujo, que por momentos es ininteligible»32  .
Breccia ya había dejado atrás su primitivo estilo y comenzaba su experimental viaje al reino de las sombras. Si el dibujo de Solano López era realista, el trazo de Breccia es sugerente, trabajado sobre la base de climas opresivos y tormentosos, agobiantes y asfixiantes, que transmutan la identidad geométrica de las formas en masas puras de miedo y arte. Y el arte nunca es ininteligible.
Lo cierto es que la historieta se había vuelto «peligrosa». En su contexto histórico, «El Eternauta» había adquirido «un contenido casi simbólico al obrar sobre un mundo que no es homogéneo, sino que, más allá de su genérica humanidad, está dividido entre oprimidos y opresores», define Juan Sasturain33  .
En su último reportaje, al referirse al tono humanista impuesto a las historietas de corte bélico (y en especial a los episodios de «Ernie Pike»), Oesterheld dice: «Seguro que ya a mí me estaba trabajando la yankifobia»29  . Para «El Eternauta» de Gente, ya tiene asumido quién es el enemigo.

 

El Eternauta que no fue

Entre 1972 y 1973, Oesterheld ideó una saga que se ensamblaba sin fisuras tras el final de «El Eternauta», dejando sin efecto la inconclusa aventura novelada. En esta ocasión, tras tomar Buenos Aires, el ejército invasor avanzaba sobre la ciudad de La Plata y se preparaba para asestar el contraataque final. La elección de la ciudad de las diagonales fundada en 1882 por Dardo Rocha no fue casual, ya que la historieta había sido pensada como una tira dominical a publicarse en el diario local El Día.
Los principios de la década del setenta parecen ser el momento en que Oesterheld adhiere activamente a la militancia en Montoneros, que expresaba su disconformidad con el régimen de facto del general Alejandro Lanusse mediante el enfrentamiento armado; y ya contaba en su haber con el secuestro y asesinato del general Pedro Eugenio Aramburu.
Corrían los años en que los Estados Unidos se vieron obligados a abandonar Vietnam y la agencia norteamericana CIA subvencionó el golpe de estado que derrocó al presidente chileno Salvador Allende, el primer gobierno socialista del continente americano votado por el pueblo. En la Argentina del regreso de Juan Perón y la corta presidencia de Héctor Cámpora, Juan Salvo comenzaba a ser reconocido como ícono de la resistencia frente al invasor. Y no resulta descabellado suponer que Oesterheld pensaba aprovechar, al máximo, el poderío comunicacional de su personaje tras la frustrada experiencia de la versión de Gente.
Estas nuevas andanzas de «El Eternauta» estaban ilustradas por Lito Fernández, un historietista que descollaría dos años más tarde gracias a su labor en «Precinto 56» para la revista Skorpio. Por razones que se desconocen, el proyecto se canceló tras la confección de algunas planchas, que fueron quemadas por el dibujante tras el golpe de estado de 1976.
Este es un período laboralmente fructífero para Oesterheld, que publica ininterrumpidamente en las revistas de Editorial Columba (El Tony, Fantasía y D’artagnan) y de Atlántida (Billiken). Ambas empresas suelen controlar de manera bastante rígida los contenidos del material que editan, pero aún así el creador del Eternauta se las arregla para bajar línea de manera solapada pero contundente.
Un claro ejemplo es «El despertar de Anubis»34  , segundo episodio de la serie «Kabul de Bengala», ilustrada por un primerizo Horacio Altuna, que en la década siguiente saltaría a la fama como el cocreador de «El Loco Chávez». En la historieta, el hijo de un poderoso rey egipcio finge su muerte para escapar de su padre, que se empecinaba en hacer de él un gran guerrero. Disfrazado de Anubis (dios de los muertos pero también el conductor de las almas), vive una vida feliz junto con su amada, en el primitivo pueblo de las cuevas.
Por detrás del enfrentamiento generacional típico de la historieta de aventuras ambientada en la antigüedad, el guión traza un perfil metafórico de Juan Carlos Alsogaray, hijo del general Julio Alsogaray (comandante en jefe de las Fuerzas Armadas) y sobrino del ingeniero Alvaro Alsogaray. El de Juan Carlos Alsogaray fue un caso emblemático en Montoneros, ya que se trataba del hijo de un poderoso militar, sociólogo, amigo del padre Carlos Mugica (asesinado por la Triple A), concubino y tildado de hippie por sus familiares directos. Había ingresado en Montoneros a fines de los sesenta y para 1972 era uno de los primeros cuadros políticos de la organización35  .
El trabajo ideológicamente más explícito de este período fue «¡Guerra de los Antartes!», serializado en la revista de divulgación científica 2001, entre mayo de 1970 y febrero de 197136  . No casualmente, en esta obra Oesterheld retomó el tema de la invasión alienígena a América del Sur, nuevamente entregada por las grandes potencias a comienzos del 2001. La situación es similar a la planteada en «El Eternauta» de Gente. Explica Mateo Ribas, sobreviviente de la guerra: «La Argentina era ya la gran nación soñada. Había costado tanto esfuerzo llegar. Tanta lucha, tanto sacrificio. Una nación ejemplo, que inspiraba a estadistas y estudiosos. Y de pronto, surgiendo de la noche espacial, la más cruel, la más injusta de las invasiones. Si hubiéramos sufrido el embate con todo el resto del mundo, la amargura y la rabia no serían tantas. Pero las superpotencias y con ellas las demás naciones, acataron la ley del invasor. Nos entregaron como prenda de su salvación. Sudamérica, ahora Solamérica, es encontrada indefensa ante los todopoderosos Antartes. Los gobiernos de la Tierra habían aceptado que los Antartes ocuparan ya toda Sudamérica. Y los gobiernos sudamericanos, abandonados a sí mismos y sin posibilidades de consultarse entre sí, acataban sin resistir la conquista que consideraban inevitable. La Argentina era el único país no vencido».
La razón de la invasión es práctica. Los Antartes pretenden utilizar a los terrestres como generadores de energía mental, porque ésta es la materia básica para fabricar «bombas estructurales» que les permita conquistar la galaxia.
Bien está lo que bien termina. Y «¡Guerra a los Antartes!» termina bien. Al menos para Latinoamérica. «El antiguo mundo de las guerras y la atómica y la miseria y los consorcios pertenece ahora a una prehistoria que es mejor olvidar. Recién ahora empieza la historia...», concluye el protagonista.
A diferencia del tono pesimista que recorre las planchas de «El Eternauta» de Gente, campea por los Antartes cierta dosis de alegría despreocupada, casi infantil. Mucho tiene que ver con estas sensaciones el dibujo de León Napoo (seudónimo de Monghiello Ricci, que firmaba sus trabajos humorísticos como Napoleón), mezcla de arte pop y solarización fotográfica.
Durante 1972, Montoneros ejecuta al general Juan Carlos Sánchez, jefe del Segundo Cuerpo de Ejército con sede en Rosario; dieciséis detenidos de distintas organizaciones guerrilleras son asesinados por un oficial de Marina en la Base Almirante Zar de Trelew; Perón aterriza en Ezeiza y se instala, momentáneamente, en la residencia de Gaspar Campos; y en Córdoba, los autodenominados «sacerdotes tercermundistas» sostienen que en el peronismo está el camino para la liberación social y económica de la Argentina.
El 11 de marzo de 1973, la fórmula Héctor Campora-Vicente Solano Lima se impone en las elecciones presidenciales con casi el 50% de los votos. A la asunción, realizada el 25 de mayo, concurre el presidente chileno Salvador Allende. Por pedido de Perón, José López Rega asume como ministro de Bienestar Social.
El 20 de junio, la fiesta popular que significaba el regreso definitivo de Perón a la Argentina, termina en la tragedia de Ezeiza. Días después, presionado por López Rega, Cámpora renuncia y asume la presidencia provisional su yerno, Raúl Lastiri. Las elecciones de septiembre consagran a la fórmula Juan Domingo Perón y María Estela Martínez con el 61 por ciento de los votos.
La violencia va en escalada: Son asesinados el coronel Héctor Irribaren, el almirante Hermes Quijada, los sindicalistas Dirk Klostermann y José Ignacio Rucci, el padre Carlos Mugica y el comisario Alberto Villar, entre otros protagonistas del quehacer político. Sobre este escenario, el 24 de febrero de 1974, en las páginas del diario montonero Noticias, Oesterheld (bajo el seudónimo Francisco G. Vázquez) inicia la segunda versión de «La guerra de los Antartes». «En el país que imagina la historieta, posterior a una revolución, en las breves menciones a su historia, en la forma de gobierno popular, podemos reconocer el trazado de una utopía. No hubo otro texto de la izquierda peronista que trabajara, en forma de ficción, sus proyecciones políticas», concluye Pablo de Santis37  .
Ilustrada por Gustavo Trigo, la aventura está marcada por un halo trágico que parece urgido por el curso de los acontecimientos. «Imposible la serenidad. Es tanta la muerte que he visto», aclara en el primer bocadillo de la historieta uno de los protagonistas, el teniente Sabino El Coya Torres38  .
Los acontecimientos se disparan. El 1 de mayo, Perón califica de «imberbes, estúpidos e infiltrados» a la Juventud Peronista, que en masa abandona la Plaza de Mayo. Dos meses más tarde, fallece Juan Domingo Perón y asume la presidencia su esposa Isabel, aunque el poder es ejercido desde las sombras por López Rega. En la historieta, la BBC describe a la invasión antarte como «un pinochetazo corregido y aumentado. [...] Ya resulta claro el doble propósito que anima a los Antartes. [...] Para afianzarse militarmente aplastaron desde el primer día toda posible resistencia. Y para apoderarse del control político ya empezaron a desmantelar el maravilloso mundo nuevo de países como Argentina, Cuba, Perú, (que) estaban terminando de forjar el incontenible avance de estos países hacia el socialismo».
El 3 de agosto, Noticias fue clausurado por orden del Poder Ejecutivo. La historieta quedó trunca cuando comenzaba a organizarse la resistencia. A fin de 1974, Montoneros pasa a la clandestinidad.

 

El mito de la resistencia

El camino al golpe de estado está plagado de violencia y desmadre económico. El famoso «Rodrigazo» significa una devaluación del 150% y un incremento tarifario del 200%. El 7 de octubre de 1975, la presidente Isabel Martínez de Perón firma el decreto que encarga a las Fuerzas Armadas el cuidado del orden interno y la lucha contra la subversión.
El 24 de marzo de 1976, Isabel Perón es detenida y trasladada a Neuquén. La Junta de Comandantes39   se apodera del Gobierno y designa a Jorge Rafael Videla como presidente de facto. «Las Fuerzas Armadas han asumido el control de la República. Quiera el país todo comprender el sentido profundo e inequívoco de esta actitud, para que la responsabilidad y el esfuerzo colectivos acompañen esta empresa que, persiguiendo el bien común, alcanzará –con la ayuda de Dios– la plena recuperación nacional», expresa la Junta en su primera proclama.
De inmediato, el gobierno disuelve el Congreso Nacional y los partidos políticos, destituye a la Corte Suprema de Justicia, interviene la Confederación General de Trabajo (CGT) y la Confederación General Económica (CGE). José Martínez de Hoz asume como ministro de Economía y da a conocer su plan para estimular las inversiones extranjeras, que como contrapartida degrada la capacidad de compra y consumo de los trabajadores.
En el concepto de guerra interna permanente sostenido por la Doctrina de Seguridad Nacional, ideada por el presidente norteamericano John F. Kennedy para su aplicación en América Latina, las Fuerzas Armadas Argentinas encontraron el soporte ideológico necesario para disciplinar a la sociedad, derruir el estado benefactor y, al mismo tiempo, sembrar las bases de un modelo sociopolítico de organización nacional que redistribuyera el excedente económico hacia los grandes capitales.
Todo aquel que creyera posible y viable la implementación de un modelo de país más justo y equitativo, militara o no en alguna organización guerrillera, pasó a ser tildado de «delincuente subversivo». Contra ellos el Estado implementó la metodología de la «desaparición de personas», que no era otra cosa que la detención ilegal en centros clandestinos operados por las propias Fuerzas Armadas, en donde los ciudadanos eran torturados y asesinados.
En octubre de 1976, Ediciones Record comienza la redición en once fascículos semanales de la primera versión de «El Eternauta», como prólogo de la tan ansiada (y anunciada) continuación. En diciembre, el mismo mes en que se publicó la noticia del abatimiento de la líder montonera Norma Esther Arrostito, el Libro de oro Skorpio no. 2 presentó el primer episodio de «El Eternauta segunda parte», guionado por Oesterheld y dibujado por Solano López.
«Al principio tiré la bronca –recuerda Solano López–, porque encima a él no se lo veía por ningún lado. Estaba medio escondido, a veces iba y laburaba en la editorial y a veces decían que iba pero no iba nada. Yo le dije a la gente de la editorial que lo llamaran para hablar con él porque estaba haciendo una historia donde se le veía la pata a la sota. Se notaba mucho que era una ficción revolucionaria»4 .
Y es cierto. Para esta época, Oesterheld está tan consustanciado con el proyecto de Montoneros, que su vida y su trabajo están definitivamente entregados a la militancia activa. Justamente por tratarse de una bandera enarbolada, «El Eternauta II» es una historieta muy pobre en comparación con su predecesora. Pero por los mismos motivos se erige también como el fresco más vívido y emotivo que el noveno arte nacional dedicara a los años de plomo. Es por esta razón que el Eternauta se forja como icono de la resistencia al calor de estas páginas.
No es un momento para medias tintas. Ni en la vida ni en la historieta. El anónimo guionista se identifica abiertamente como Héctor Oesterheld y pasa de transmisor a protagonista de la acción. Junto con Juan Salvo viaja al año 2100, donde Buenos Aires se encuentra desolada, devastada por el ataque atómico del final de la primera invasión. Como siempre, nada es al azar. El estado literalmente ha dejado de existir. Los supervivientes habitan en cuevas y se encuentran sometidos por los Ellos. Hasta que llega el Eternauta.
Como personaje, Juan Salvo se encuentra bastante desvirtuado; y su grandiosa humanidad se transforma en una «mirada ojos-abismo» llena de odio hacia el invasor. En el octavo episodio, el Ello disfrazado de Mano le dice: «¡Yo también sé que vos no sos un ser humano!». Y algo de eso hay. Juan Salvo es un mutante con poderes especiales. El Eternauta pasa a ser algo así como el paradigma del militante perfecto, «una fuerza resuelta a vencer a cualquier costo». Implacable. Imparable.
Juan Salvo organiza militarmente a los supervivientes, los prepara física y pisquicamente para el combate, para la entrega de la vida misma por un ideal. La conquista ahora es vencer a cualquier precio. Munido de arsenal casero, el Eternauta lidera el «Ejército Popular» contra los Ellos, los Manos y esa suerte de comando parapolicial que son los Zarpos.
Una frase hecha dice que la vida copia al arte. Primera prueba de que esa afirmación es cierta: Se sabe que Oesterheld fue secuestrado el 27 de abril de 1977. En el capítulo de «El Eternauta II» de ese mes40  , Oesterheld es rodeado por los Zarpos y sólo lo salva la providencial aparición de su amigo.
En septiembre de 1977, el informe 14 de la agencia clandestina de noticias Cadena Informativa comunica que «Héctor Germán Oesterheld, el más importante guionista de historietas de la Argentina, fue secuestrado por fuerzas militares hace ya cuatro meses. Este hecho fue denunciado por familiares y por distintas organizaciones culturales y de defensa de los derechos humanos, tanto de Argentina como del extranjero.
»Oesterheld fue secuestrado luego de que dos de sus hijas murieran: una en un enfrentamiento en Tucumán, otra luego de un período de ‘desaparición’ en un cuartel del Gran Buenos Aires.
»Oesterheld es autor de numerosas historietas, entre las que se cuentan las más importantes que registra la actividad en la Argentina: “Sargento Kirk”, “Bull Rocket”, “El Eternauta”, “Ernie Pike”, “Sherlock Time”. Aunque han pasado cuatro meses desde su secuestro, siguen apareciendo historietas que llevan su firma: se trata de revisiones de sus obras o de trabajos que había entregado con mucha anticipación, como la segunda parte de “El Eternauta”, su más importante obra.
»Su creatividad en ese campo se manifestó también en historietas políticas. Oesterheld, inicialmente con su nombre y luego con un seudónimo, fue el autor de “La guerra de los Antartes”, una tira diaria que publicó, desde su aparición hasta su clausura, el matutino Noticias de Buenos Aires.
»Ni sus familiares, ni las entidades que se interesaron por su suerte, obtuvieron noticia alguna sobre el paradero o el estado de salud de Héctor Germán Oesterheld, de sesenta y dos años»41  .
En el libro «Nunca más» (Informe de la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas) se reproduce el siguiente testimonio de Eduardo Arias: «En noviembre de 1977 fui secuestrado y permanecí desaparecido hasta enero de 1978. Héctor Oesterheld estaba allí desde hacía mucho tiempo. Su estado era terrible. Permanecimos juntos mucho tiempo. Uno de los momentos más terribles fue cuando trajeron a su pequeño nieto de cinco años. Esa criatura fue recogida tras la captura y muerte de la cuarta hija y el yerno de Héctor y la llevaron a aquel infierno. [...] Uno de los recuerdos más inolvidables que conservo de Héctor se refiere a la Nochebuena del 77. Los guardianes nos dieron permiso para sacarnos las capuchas y para fumar un cigarrillo. También nos permitieron hablar entre nosotros cinco minutos. Entonces Héctor dijo que por ser el más viejo de todos los presos quería saludar uno por uno a todos los presos que estaban allí. Nunca olvidaré aquel apretón de manos. Héctor Oesterheld tenía sesenta años cuando sucedieron estos hechos. Su estado físico era muy muy penoso. Ignoro cuál pudo haber sido su suerte. Yo fui liberado en enero de 1978. El permanecía en aquel lugar. Nunca más supe de él»42  .
Segunda prueba de que la vida copia al arte: En el episodio de «El Eternauta II» publicado en septiembre de 197743  , Oesterheld forma parte de un comando suicida que se prepara para atacar la fortaleza del Ello. La noche de la partida, cada uno de los habitantes de las cuevas se despide de Germán con besos y apretones de manos. El último bocadillo dice: «Mientras viva no olvidaré esta despedida. Con tanto en el pecho que quiere salir y no puede».
El ataque final es sangriento. Juan Salvo y Germán ganan, pero el precio del triunfo es el más alto. La gente de las cuevas sacrificadas, inmoladas por el propio Eternauta. Elena y Martita muertas, muertos los amigos íntimos de Oesterheld. Hubo que elegir entre salvar a los seres más queridos o preservar el futuro del pueblo. Y el Eternauta eligió, sin dudar. Con la mano en el hombro, Germán lo contiene como se debe contener al compañero de armas, compartiendo el dolor y la pena: «¡Decidiste bien, Juan... Sólo que... Sólo que duele tanto!...»
El último episodio de «El Eternauta segunda parte» vio la luz en abril de 1978, dos meses antes de que comenzara el mundial de fútbol.
Sabemos que a Oesterheld lo mataron los militares. No sabemos cómo, ni cuándo ni dónde. No sabemos dónde están sus restos. Pero sabemos que las palabras de Juan Salvo son ciertas: «No murieron en vano».

 

Traición alienígena

«Cualquiera sabía que El Eternauta no podía terminar donde había terminado. La idea de hacer una continuación andaba dando vueltas por ahí, en la cabeza de todos y no pertenece a nadie en especial»4 , señala Solano López.
En la primavera alfonsinista de 1983, Alfredo Scutti y Alvaro Zerboni, respectivos directores de Ediciones Record (Argentina) y Eura Editoriale (Italia), deciden concretar una tercera parte del Eternauta, con destino a la publicación italiana L’Eternauta44   y aterrizaje final en las páginas de la argentina Skorpio.
Toda continuación de un producto que se ha demostrado exitoso necesita sostener en el campo creativo los móviles comerciales por detrás del proyecto. Pues bien, «El Eternauta tercera parte» (también conocida como «Traición alienígena») sólo exhibe sus pretensiones económicas.
Con Oesterheld desaparecido, el guión cayó en manos del italiano Alberto Ongaro y los dibujos estuvieron a cargo de Oswal (lápices), Mario Morhain (tintas) y Carlos Meglia (fondos). También en los primeros episodios aparecen algunas caras y cabezas de los personajes principales dibujadas por Solano López que, tras reclinar el ofrecimiento de dibujar esta secuela, pidió que su nombre no fuera mencionado en los créditos.
El argumento toca todos los tópicos clásicos de la space opera estándar: Universos espejo, mundos paralelos, platos voladores, robots asesinos, manipulación genética y, por supuesto, una invasión. Invasión que en este caso no viene de otro espacio sino de otro tiempo, más exactamente mil doscientos años en el futuro de la humanidad. Lamentablemente, al estar pensada prioritariamente para el mercado europeo, la identidad nacional se diluye en un folklore de exportación. Así entran en escena símbolos autóctonos pero de proyección internacional, como son el Obelisco, la avenida 9 de julio y un par de boleadoras, contextualizados en medio de una Buenos Aires erigida según los cánones urbanísticos norteamericanos para la construcción de ciudades futuristas.
Como personaje, Juan Salvo profundiza aún más los cambios esbozados en la segunda parte. Dice el Eternauta en esta nueva aventura: «Soy un mutante y por tanto dispongo de facultades síquicas y físicas que otros no tienen». Se refiere a una mente telepática que le permite presentir el peligro y la capacidad de leer mentes ajenas. Nada más alejado del hombre común transformado en héroe por el peso de las circunstancias. Nada más cercano al concepto del superhéroe estadounidense.
En esta obra también desaparece el héroe grupal. Los hombres ya no cooperan para conformar al paladín, sino que el héroe guía a los demás como un ser omnipotente dueño de la verdad revelada, casi un semidiós. Frente a este «Super Eternauta» se encuentra un Germán desdibujado, paralelo en sus funciones al Watson de «Sherlock Holmes» o al Robin de «Batman». Ni el cronista de la primera parte, ni el activo protagonista de la segunda. Sus falencias le permiten a Juan Salvo sacar las papas del fuego y demostrar, continuamente, quién y por qué es el héroe.
Una falta de respeto.

 

Odio arrepentido

En 1997 se cumplieron cuarenta años de la creación del Eternauta. Para festejarlo, Solano López decidió retomar la saga que lo hiciera famoso, dos décadas después de la polémica segunda parte. «Era el momento propicio para hacer una continuación –recuerda–. Pero al mismo tiempo no encontraba yo un argumento que me convenciera plenamente. Hice algunas tentativas con varios guiones y me alcanzaban diversas ideas, pero ninguna me satisfacía»4 .

Figura 4: Los protagonistas de «El Eternauta: El mundo arrepentido».
Al final, Solano López terminó inclinándose por la premisa de Pol (seudónimo de Pablo Maiztegui), uno de sus ayudantes gráficos desde hacía cuatro años. La historieta, titulada «El mundo arrepentido», se serializó entre el 8 de junio de 1997 y el 10 de mayo de 1998 en las páginas de Nueva, una revista de información general que acompaña la edición dominical de diversos diarios del interior del país45  .
La aventura transcurre en 1999, pero para Juan Salvo representa una de las tantas historias que le toca vivir como vagabundo del porvenir, entre el final de la primera invasión y su aparición en la casa de Germán, una fría noche de 195946  . La trama arranca en la ladera del monte Uritorco, en la provincia de Córdoba, donde cinco miembros del Centro de Ovniología de Neuquén se encuentran realizando una serie de pruebas. El heterogéneo grupo está compuesto por el tucumano Dardo Fuentes, el cordobés Ramón Rosales, el mendocino Luis Alberto Vicenti, la neuquina Alicia Roth y el rosarino Marcos Kirov. A ellos se les aparece el Eternauta y les cuenta una historia fantástica, que lo tienen como partícipe involuntario de la revuelta popular de una raza de vacas y toros antropomórficos que, sobre el final, resultan ser la civilización que pobló Marte hace un millón de años.
«El mundo arrepentido», primera secuela oficial confeccionada por uno los creadores y propietarios intelectuales del personaje, redefine algunos conceptos básicos de cara al futuro de la serie. En lo formal, se limita a incorporar el color directo y los efectos generados por computadora como elementos de la narración.
En el plano conceptual, en cambio, avanza sobre algunos de los aspectos enunciados en «El Eternauta III», como son el vuelco hacia la ciencia-ficción estilo «La guerra de las galaxias» («Star Wars», 1977), precindiendo, por vez primera, de la invasión como disparador de la acción.
Si bien se construyen, tangencialmente, escenarios de convulsión política con opresores gobiernos de facto y resistencia reprimida por la fuerza, el clima político de los relatos anteriores retrocede ante el avance de las tierras paralelas y el cruce dimensional.
La figura del héroe colectivo cae hecha añicos ante la consolidación superheroica de Juan Salvo, que incluso adopta un uniforme (con emblema y todo) que lo protege de los golpes y de los cambios climáticos sufridos saltar de dimensión en dimensión.
Este desvío del enfoque original se agudiza aún más en «Odio cósmico», intento de amalgamar el material preexistente en una única línea argumental coherente y correlativa, incluyendo las dos versiones de la primera parte, la novela inconclusa, «El Eternauta II» y «El Eternauta III».
Acorde con las políticas menemistas en boga, «Odio cósmico» modelos técnicos e ideológicos norteamericanos a un concepto argentino que no los necesitó para demostrarse exitoso. Encorsetada en un formato que le trajo grandes réditos a «Superman» y «Batman», la saga del Eternauta se licúa por completo detrás de la nevada transnacional.
El argumento ideado por Pablo Muñoz y Ricardo Barreiro (que falleció a poco de comenzada la serie) establece que en el universo coexisten 600 continuum, entendiendo por tales a toda dimensión fuera del espacio y tiempo terrestres. El plan de dominación total de los Ellos abarca, entonces, la invasión sistemática y estratégica de los mismos planetas, en las diferentes dimensiones. Por ende, cada historieta del Eternauta ocurrió en planos temporales distintos.
Todo comienza en otoño del 2000. El licenciado Carlos Katz, nuevo psicólogo del Hospital Borda, encuentra a Juan Salvo internado en el neuropsiquiatrico, haciéndose pasar por un autista. Enterado del plan real de los Ellos, Katz ayuda al Eternauta a armar la resistencia, conformada por el guionista de historietas Ricardo Baxter (claro alter ego de Barreiro) y Kike, un hacker de doce años47  . En este punto, cuando empezaba a caer la nevada mortal, la revista se discontinúa, quedando la aventura inconclusa48  .
«Odio cósmico» contó con tres números, aparecidos entre marzo y junio de 1999. Si bien estaban publicados por Record, la producción editorial recayó en manos de Comic Press S.A. Además de los mencionados Muñoz y Barreiro, el equipo creativo incluía a Walter Taborda (dibujo a lápiz y tintas), Gabriel Rearte (tintas) y Sebastián Cardoso y Guillermo Romano (color).
Una segunda línea argumental quedó relegada al formato de historietas autoconclusivas complementarias, agrupadas bajo el genérico rótulo de «Continuums». De la misma sólo se publicaron dos episodios. El primero (guión de Pablo Muñoz, dibujos de Rubén Merigi y color de Sebastián Cardoso) desarrollaba la historia de Laskaria, el planeta nativo de los Gurbos. La segunda (guión de Armando Fernández, dibujos de Castro Rodríguez y color de Guillermo Romano) narraba el viaje de Elena y Martita después de que Juan Salvo activara la cronosfera al final de la primera parte.

 

El regreso

Desde antes de dar a luz verde a «El mundo arrepentido», Solano López y Pol habían programado la vuelta del Eternauta en una saga de importancia, que le hiciera real justicia a la estatura mítica que había cobrado el personaje. «En cuanto al orden numérico de realización –sostiene Solano López–, sería el cuarto libro de “El Eternauta”49  . Pero en realidad yo lo considero el segundo, por eso se llama El Regreso. Es el regreso del Eternauta de la primera aventura»4 .

Figura 5: «El regreso» o el proceso de globalización visto por Juan Salvo.
La acción se sitúa cuarenta años después del primer contacto. La invasión a la Tierra fue un éxito y la mayor parte de la población ignora quienes son sus enemigos. Los Gurbos deambulan sueltos por la Patagonia; y los Manos son los que mejor se han integrado a la sociedad, cumpliendo papeles de vigilancia, represión y padrinazgo de los hijos de los revolucionarios muertos o desaparecidos después de la guerra.
Martita es una de las personas que se encuentra en esta situación. En el presente de la trama, ronda los veinte años y estudia Ciencias de la Comunicación. No recuerda a sus verdaderos padres porque le han lavado el cerebro, pero tiene un sueño recurrente, la visión del Eternauta caminando bajo la nevada. Dice Solano López: «Ahora sabemos que Martita fue criogenada en la época de los combates, de la resistencia, junto con muchos de los chicos sobrevivientes. Y en cierto momento, cuando la lucha armada llega a su fin, se produce un acuerdo, una pacificación. Los invasores toman posesión y Martita, que estaba criogenada, es vuelta a la vida»50   y dada en custodia a un Mano, en directa alusión a la historia vivida por muchos hijos de detenidos desaparecidos durante la última dictadura militar.
Los tiempos han cambiado. Y Solano López piensa reflejar estas modificaciones en la historieta, retomando en lo posible el camino metafórico iniciado por Oesterheld. «Vamos a ver como operan los invasores sin la fuerza, sino de un modo democrático que les sirvió para mantener intacta la dominación. Algo similar ocurrió en América Latina, con el agotamiento de los regímenes dictatoriales, que dio lugar a toda una serie de gobiernos democráticos que resultaron ser truchos, como Collor de Melo, Alan García, (Carlos) Menem... pero el propósito era blanquear de alguna manera la dominación»50  .
La fiesta menemista permitió desmantelar la estructura productiva de la Argentina y montar el régimen de reparto de distribución de la riqueza más desigual de la historia, la expoliación descarada de divisas y la criminal explotación de los recursos naturales no renovables. Con la dirigencia política abroquelada tras la defensa a ultranza de los intereses de los grandes capitales y las empresas públicas privatizadas, la realidad se empeña en escupirnos a la cara un mensaje claro y univoco: Los invasores son, en realidad, «las finanzas internacionales»4 .
Al comenzar a caer la nevada, que esta vez no es mortal, Martita descubrirá las razones por detrás de los atentados que están sufriendo los Manos: Favalli todavía está vivo, pudo escapar del dominio invasor y es el líder de una célula rebelde conformada por chicos de la calle. Juntos, Favalli y Martita propiciarán el regreso a este universo de Juan Salvo, atrapado en el continuum 4 junto con el Mano filósofo del siglo XXI.
La historieta, realizada en blanco y negro, está siendo publicada por capítulos semanales en la revista italiana Lancio Story. Y si bien no tiene todavía se desconoce qué medio la difundirá en nuestro país, todo hace suponer que tras el éxito comercial de la edición que hizo Clarín de la versión original4 , el gran diario argentino será el receptor local de la obra.
Una vez finalizada, «El regreso» quedará constituida en dos o tres tomos de 96 páginas cada uno. De cualquier manera, Solano López y Pol ya están planeando el agitado futuro del Eternauta. «Esta es una parte –aclara Solano López–. Después habrá otra sección de otras 300 páginas en donde se continuará con la historia. Porque esta segunda parte concluye con Martita rencontrándose con su padre, pero de Elena no se sabe nada. Entonces a Elena le vamos a dedicar las próximas 300 o 350 páginas»4 .
A cuarenta y cuatro años de iniciada, la saga del Eternauta parece destinada a no concluir nunca, como las penurias de Argentina. Hoy como ayer, la actualidad de su mensaje ideológico lo convierte en un referente cultural insoslayable y en el más poderoso icono nacional popular que haya aparecido en las revistas de historietas. Emergente de la clase media que no se resigna a desaparecer, Juan Salvo continúa caminando bajo la nevada liberal, hija directa de la nevada militar que empezó a caer en marzo de 1976. No es casual que haya retornado a esta tierra devastada del 2001, en el momento en que no hay referentes creíbles en ningún punto del espectro político nacional y cuando la disconformidad de la población para con sus dirigentes alcanza cotas nunca antes imaginadas.
En esta Argentina de esperanzas dilapidadas y futuros hipotecados, de riqueza acaparada y miserias compartidas, el Eternauta defiende desde su trinchera de papel y tinta china el ideal al que aspiran todos los desocupados y los trabajadores, los viejos y nuevos marginados, los jubilados, los que se ven obligados a emigrar en busca de un futuro incierto que este país hoy no puede prometerle: Dignidad.
Después de todo, Oesterheld hubiera adherido sin dudar a la consigna expuesta por el poeta Juan Gelman: Lo importante no es avanzar ni retroceder, sino resistir.

 

Apéndice 1. Los otros Eternautas

La primera aventura de Juan Salvo presenta un final abierto y circular que, paradójicamente, cierra a la perfección la historia costumbrista de ciencia-ficción que narran Oesterheld y Solano López. El giro último, tan efectivo como inesperado, dispara inmediatamente en el lector la inquietud por conocer el devenir futuro de los acontecimientos y los personajes involucrados. Después de 350 páginas, la pregunta «¿Será posible?» da por concluido un ciclo, pero abre nuevos interrogantes.

Figura 6: Boceto para «El Eternauta, Segunda parte».
Es cierto que «El Eternauta» nació como una historieta más de la editorial Frontera y que fue erigiendo su estatura mítica con el correr de las semanas. Es probable que cuando empezaron a serializar la larga peripecia, los autores no tuvieran premeditada su continuidad; pero una vez conscientes del éxito de su creación, la prolongación de las vicisitudes del viajero de la eternidad resultaba una idea interesante y lucrativa.
Más allá de las secuelas conocidas, Oesterheld y Solano López planearon, por separado, sendos proyectos relacionados con el Eternauta que, por variados motivos, quedaron inconclusos e inéditos.
A mediados de la década del ochenta, con Oesterheld desaparecido y «El Eternauta» reconocido como obra artística en toda Europa, Solano López y el guionista Sergio Kern desarrollan El perro llamador, una aventura de Juan Salvo pensada para el mercado italiano (que ya había producido «El Eternauta III»). Solano López sintetiza así la trama argumental: «“El Eternauta” se corporiza en un planeta desierto pero encuentra que sus habitantes son sólo niños, viviendo en cavernas. Todos son mudos, nadie habla, nadie le da bola. Están como en su mundo y dibujan en las paredes y de los dibujitos que hacen los pibes Juan Salvo reconstruye lo que pasó en el planeta y por qué están ellos ahí. La consecuencia que saca es que los pibes están escondidos ahí porque los padres los metieron en esas cavernas para protegerlos de una invasión» 4. El guión de los ocho capítulos que componen la aventura está terminado, pero sólo se dibujó el primero51  .

Figura 7: Para «El Eternauta, Tercera parte» Solano López sólo dibujó algunos primeros planos de los personajes principales
En 1990, durante una mudanza de las oficinas de Ediciones Record, se encontró un guión inédito de Oesterheld, escrito durante la década del setenta. «El Eternauta, Tercera parte» redefinía de cuajo la personalidad de Juan Salvo, convertido ahora en despótico y cruel rey de una Buenos Aires post-apocalíptica. Para ilustrar este texto histórico, la editorial eligió a Pez, colaborador habitual de Fierro y la revista dominical de La Nación. Andrés Accorsi, editor de la revista especializada Comiqueando y miembro del staff de Record en ese entonces, sostiene que «Pez trabajó en equipo con Alfredo Flores y Andrés Páez y presentó el primer episodio a modo de muestra. Sin embargo, y por motivos que no quedan muy claros pero pueden estar relacionados al juicio entre los Scutti y los herederos de Oesterheld, la serie no se continuó. El trabajo de Pez despertó opiniones encontradas entre los dibujantes de la editorial a quienes Scutti les mostró el material y la cosa quedó ahí»52  .
Durante 1994, Solano López y el guionista Ricardo Barreiro comienzan a delinear el perfil de una nueva saga de Juan Salvo, de fuerte contenido ideológico y pensada para presentar a las autoridades del diario Clarín. Según Accorsi, el proyecto se desvanece porque «la viuda y los nietos de Oesterheld (...) no ven con buenos ojos la inclusión de Barreiro»52  .

Figura 8: Primera plancha de la malograda«El Eternauta: La vencida».
A mediados de 1995 comenzó a gestarse el más interesante de todos los inacabados intentos por rescatar la figura del Eternauta, sin participación de Oesterheld. El escritor y periodista Juan Sasturain se acercó a Solano López con un guión de resonancias políticas directamente conectado con las dos primeras partes de la saga (dejando fuera de contexto a «El Eternauta III» realizado para Italia), denominado «La vencida», que a decir del dibujante respiraba «un cierto venenito ideológico»52  . La historieta estaba pensada como una página semanal, ideal para ser difundida en un diario de tirada masiva, pero tanto Clarín como Página 12 se vieron impedidos de publicarla. El primero por no compartir el tono escogido para narrar la historia y el segundo por razones meramente económicas. «La vencida», que ya desde su título presagiaba sus pretensiones de instalarse como la definitiva tercera parte del Eternauta, quedó trunca con sólo dos páginas dibujadas53  .
Por último, existen también dos guiones escritos por el hijo de Solano López, Gabriel. Uno de ellos está focalizado en la raza de los Manos. «Es un viaje turístico de una nave Mano a través del cosmos y hay ahí una onda medio sentimental. Aparece una Mano femenina, y hay una especie de romance o de algo así, entre Juan Salvo y la extraterrestre. No me acuerdo exactamente que relación directa o tangencial tenía con el personaje, hoy no lo recuerdo bien. Si bien nunca llegué a dibujar nada, guardo el guión para alguna ocasión en el futuro» 4 señala el creador gráfico de Juan Salvo. Nada se conoce de la segunda historia.

 

Apéndice 2. «El Eternauta» en el cine

Por su capacidad para entretener y cuestionar, la saga imaginada por Oesterheld atrajo a creadores de diferentes expresiones artísticas, provenientes principalmente del campo audiovisual.
Entre el fragmento final de la inconclusa novela del Eternauta y la relectura hecha en las páginas de Gente, Juan Salvo inicia sus devaneos con el séptimo arte. En 1968, Roberto Gil, Mario Bertolini y Roberto Gil (hijo), directivos de Gil & Bertolini, una importante empresa dedicada a la producción de comerciales publicitarios para televisión, adquieren los derechos del personaje con la intención de concretar una serie de dibujos animados para TV, que se presentaría oficialmente en la Primera Bienal Mundial de la Historieta, realizada en octubre de 1968 en el mítico Instituto Torcuato Di Tella.
En la premisa argumental pautada, cada capítulo comenzaría con una introducción a cargo del propio Oesterheld, cuyo rol de anfitrión humano serviría para recapitular los hechos principales de la acción, teorizar sobre los avances en el terreno de la animación54   y, probablemente, ejercer la docencia militante.
El diseño gráfico de la serie corrió a cargo de Jorge Moliterni, historietista del staff de Misterix recordado por su trabajo en Watami (1963), bajo guiones de Oesteherld. Y si bien los personajes de «El Eternauta» mantuvieron sus principales características físicas, fueron estilizados basándose en conceptos plásticos derivados de las vanguardias europeas, esencialmente las del mayo francés. La responsabilidad del trabajo técnico recayó en Miguel Angel Nanni y Cayetano Carluggio (animadores), Alejandro Tempesta (camarógrafo) y Carlos Berrincomo (director de arte).
«El Eternauta» era un proyecto ambicioso y apuntaba al más alto estándar internacional de calidad. Buena prueba de ello es la utilización del rotoscopio, un sistema en dónde primero se filma a los actores y luego se calcan sus movimientos para obtener así el máximo realismo en el lenguaje corporal de los personajes animados. Esta técnica era tan costosa, que hasta ese momento sólo se había utilizado en producciones cinematográficas de la Disney y Paramount.
Aún hoy se desconocen los motivos de la cancelación del proyecto tras la realización del capítulo piloto. Problemas económicos para costear la serie y malestares con el gobierno de Onganía son algunas de las razones que se barajan como fundamentos. Lo cierto es que de la idea original solamente quedaron plasmados veinticuatro minutos de material animado (sin la participación de Oesterheld), que se exhibieron en el Instituto Di Tella.
En julio de 1981, Ediciones Record comenzó la reedición, en fascículos semanales coleccionables, de «El Eternauta» (versión original) y «El Eternauta II», coloreados por Luis Parmiggiani. Para promocionarlos por televisión, Alfredo Scutti contrató al estudio publicitario de Carlos Berrino y le encargó una animación muy limitada de las viñetas de Solano López55  .
En los últimos veinte años, problemas económicos o de derechos sobre el personaje y la marca bloquearon, de una u otra manera, todos los intentos de trasladar la historieta al cine o la televisión. Dos reconocidos directores argentinos, Fernando Pino Solanas y Luis Puenzo manifestaron públicamente su interés en reiteradas ocasiones. Adolfo Aristarain también vio frustrados sus deseos cuando se hallaba filmando para la norteamericana Columbia, en 1986, ya que Record había vendido los derechos para cine a un productor italiano que pensaba filmar la película en Italia, pero se vio imposibilitado de llevarla a cabo por el juicio de derechos de autor. Para el realizador de la premiada Un lugar en el mundo, «hay sólo una manera de encarar la producción y es hacer una película hablada en inglés, pero esa no sería la forma correcta. “El Eternauta” se puede hacer con un costo que, como barato, alcanzaría los 10 o 15 millones de dólares, y para eso hay que contar con actores norteamericanos y que el filme esté hablado en inglés, con lo cual se desvirtúa el gran atractivo que tiene “El Eternauta”, que es una obra bien porteña, bien nuestra»56  .
Hasta la fecha, el último intento por trasladar a la pantalla la epopeya de Juan Salvo fue el proyecto de miniserie televisiva que estuvo produciendo un importante canal de aire de la Capital Federal durante 199557  , cuyos efectos especiales recayeron en la empresa de animación por computadora Aicon. Alejandro Bálsamo, uno de sus propietarios, recuerda que habían comenzado a trabajar «con un equipo multidisciplinario en la realización de algunas imágenes para una carpeta que iba a ser presentada a uno de los estudios más conocidos de Hollywood, con el que ya se había firmado un precontrato. Nos concentramos en tres componentes esenciales de la historia: los cascarudos, los gurbos y la cabecera de la invasión, en la plaza del Congreso. En ese momento consideramos que eran posiblemente los efectos más difíciles de realizar, y por otra parte, otros efectos, como los “Manos” o la “nevada mortal” estaban siendo planteados con técnicas más tradicionales»58  .
Más allá del terreno fílmico, «El Eternauta» saltó también al ámbito del rock nacional. El compositor y saxofonista Daniel Melingo («Los twist», «Los abuelos de la nada», «Lions in love») editó su primer trabajo solista en 1995: «H2O», título que en su fonética remite a HGO, las siglas de Héctor Germán Oesterheld56  . Producido por Cachorro López y con la participación especial de Andrés Calamaro y Pipo Cipolatti, este conjunto de calipsos, reggaes, jazz, blues y baladas incluye temas como «Nieve mortal» y «Juan».
¿Dónde reside el encanto que «El Eternauta» despierta en creadores de distintas generaciones, formaciones y ramas artísticas? En el poderío primario de la aventura en estado puro, en el atractivo visual de los personajes y situaciones, en la contundencia de su planteo político-social que se funde con la historia reciente de la Argentina. Con menos palabras, Aristarain lo define mejor: «Es que cuando uno la lee (a la historieta) lo primero que piensa, como director, es: Aquí aparece toda una película»59  .

 

Notas

1. «El Eternauta» se publicó en la revista Hora Cero Semanal n.o 1-106, entre el 4 de septiembre de 1957 y el 9 de septiembre de 1959. Un capítulo especial apareció en el Hora Cero Extra n.o 1, de abril de 1958.
2. En la labor gráfica de «El Eternauta», Solano López contó con la colaboración de Julio Schiaffino y de un joven aprendiz, que realizó varios fondos y paisajes. Se llamaba José Muñoz y años después saltaría a la fama internacional con la historieta «Alack Sinner», bajo guiones de Carlos Sampayo.
3. Oesterheld, Héctor: «Prólogo a la primera edición completa de “El Eternauta”», Ediciones Record, 1975.
4. López, Solano: «En primera persona», Ancares Editora, 2001.
5. El personaje también se asume como periodista en Hora Cero Semanal n.o 32.
6. En junio de 1918 la ciudad de Buenos Aires quedó cubierta de nieve. El fenómeno nunca antes había ocurrido y hasta ahora no volvió a repetirse.
7. La muerte de Polsky tiene lugar en el tercer episodio (18 de septiembre de 1957) y la de Lucas Herbert, en el once (13 de noviembre de 1957).
8. Capítulo 18 (1º de enero de 1958).
9. Definición de «epopeya» dada por el «Gran diccionario Salvat», tomo 2, Salvat Editores, 1992.
10. «Último reportaje a Oesterheld», realizado por Carlos Trillo y Guillermo Saccomanno, que se mantiene inédito en su versión completa.
11. Mosca se presenta en el episodio 19 (8 de enero de 1958) y Franco en el 20 (15 de enero de 1958).
12. Episodio 42 (18 de junio de 1958).
13. Sasturain, Juan: «Prólogo a “El Eternauta”» (tomo 24 de «La biblioteca argentina - Serie Clásicos»), Clarín, 2001.
14. Episodio 106 (9 de septiembre de 1959).
15. Accorsi, Andrés: «Reportajes: Francisco Solano López», Comiqueando, n.o 12, mayo de 1995.
16. Cada uno de los capítulos narraría una aventura de Juan Salvo durante su periplo espacio-temporal que lo llevó de 1963 al escritorio del guionista de historietas.
17. Sin firma: «Asombroso!», El Eternauta n.o 2, diciembre de 1961.
18. El Eternauta n.o 6, abril de 1962.
19. Los episodios de la novela, no así los cuentos sobre Hiroshima y Pompeya, fueron recopilados en el libro «“El Eternauta” y otros cuentos de ciencia ficción» (cuarto tomo de la «Serie Oesterheld»), Ediciones Colihue, 1995.
20. Sasturain, Juan: «El Eternauta: Tres veces Salvo», en «“El Eternauta” y otros cuentos de ciencia ficcón», op. cit.
21. El escenario del conflicto bélico intergaláctico ya había sido anunciado, de manera tangencial, por el Mano moribundo en la clásica escena de la cocina: «A todas (las razas conquistadas), Ellos les encuentran ocupación, sea en la guerra, sea en las minas de su gran planeta».
22. La proscripción fue decretada en 1962 por el presidente José María Guido, pero en realidad le fue impuesta por el ala más antiperonista del ejército, encabezada por el general Juan Carlos Onganía.
23. Según las cifras oficiales, la fórmula radical integrada por Arturo Illia y Carlos Perette ganó las elecciones de julio de 1963 tras ser votada por la cuarta parte del padrón electoral. Los votos en blanco (principal manifestación del peronismo proscrito) obtuvieron el segundo lugar y Oscar Alende (que luego crearía el Partido Intransigente, PI) el tercer puesto.
24. Di Tella, Torcuato: «Historia social de la Argentina contemporánea», Editorial Troquel, 1998.
25. Gillespie, Richard: «Soldados de Perón. Los Montoneros» (Soldier’s of Perón. Argentina’s Montoneros), Cuarta reimpresión argentina, Grijalbo, 1997.
26. «Che» fue reeditada en 1987 por la vasca Ikusager Ediciones, con prólogo de Ernesto Sábato. El mismo libro volvió a editarse en la Argentina recién en 1998 por la Editorial Imaginador. Evita no corrió la misma suerte.
27. Oswal revisitó esta historieta bajo el nombre de Galac Master entre junio de 1980 y junio de 1981 (Skorpio números 63 a 72), cuando Oesterheld ya llevaba cerca de dos años desaparecido. Un dato más que curioso: el nombre de Oesterheld como guionista sólo apareció impreso en los primeros tres capítulos y después fue literalmente «borrado» por decisión editorial. A partir del cuarto episodio, los créditos de la aventura sólo nombran al dibujante.
28. La aparición de un personaje femenino (Susana Olmos) en lugar del adolescente Pablo, incorpora en la trama una tensión sexual que no existía en la primera versión.
29. «Último reportaje a Oesterheld», realizado por Carlos Trillo y Guillermo Saccomanno, op.cit.
30. Carlos Fontanarrosa.
31. Trillo, Carlos y Saccomanno, Guillermo: «Historia de la historieta argentina», Ediciones Record, 1980.
32. Fontanarrosa, Carlos: «Ojos argentinos... y sorprendidos», Gente n.o 216, 18 de septiembre de 1969.
33. Sasturain, Juan: «El domicilio de la aventura», Ediciones Colihue, 1995.
34. La aventura se publicó en el Fantasía n.o 196, de junio de 1972; y fue reimpresa en Lo mejor de H.G. Oesterheld n.o 2, de abril de 2001.
35. Juan Carlos Alsogaray murió en febrero de 1976, mientras combatía en el monte tucumano.
36. 2001 números 22 a 31.
37. De Santis, Pablo: «Sudamérica para los Antartes», en «La guerra de los Antartes», Ediciones Colihue, 1998.
38. Probablemente, el nombre sea un homenaje a la figura del mártir montonero José Sabino Navarro, asesinado por un numeroso grupo de policías a finales de 1971, luego de resistir durante varios días en las colinas de Córdoba.
39. La Junta estaba conformada por los comandantes en jefe de las tres armas: Jorge Rafael Videla por el Ejército, Emilio Eduardo Massera por la Armada y Orlando Ramón Agosti por la Fuerza Aérea.
40. Skorpio n.o 30, Ediciones Record.
41. Citado en «Rodolfo Walsh y la prensa clandestina (1976-1978)», de Horacio Verbitsky, Ediciones de la Urraca, 1985.
42. Citado en «Páginas de un libro gordo, rojo e intolerable», sin firma, en Fierro n.o 8, abril de 1985, Ediciones de la Urraca.
43. Libro de oro Skorpio n.o 3, Ediciones Record.
44. La revista L’Eternauta (subtitulada Las historietas más bellas del mundo) se presentó en sociedad en el Salón Internacional de la Historieta de Lucca (Italia) en 1980, dedicado ese año al noveno arte argentino.
45. La saga fue recopilada en álbum por Club del Comic ediciones en 1999.
46. Razón por la cual se justifica argumentalmente la ausencia de Oesterheld como personaje.
47. En este continuum, que se supone es el presente real argentino, no existieron Elena y Martita; y Favalli murió de un infarto siete años atrás.
48. Un aviso publicado en Comiqueando n.o 44 (marzo de 2000) anunciaba la salida del libro recopilatorio con 64 páginas inéditas para el 30 de marzo. Hasta la fecha, el volumen no se publicó.
49. Solano López no considera parte oficial de la saga ni a «El Eternauta III» ni a «Odio cósmico». Por su parte, «“El Eternauta II” no engancha porque es una realidad alternativa futura, no se centra en lo que se narra en la primera parte» (Comiqueando n.o 52, julio de 2001).
50. Accorsi, Andrés y Accorsi, Diego: «El Eternauta», Comiqueando n.o 52, julio de 2001.
51. Las ocho páginas de «El perro llamador» han sido publicadas en el libro «En primera persona», op. cit.
52. Accorsi, Andrés: «Los Eternautas que no fueron», Comiqueando n.o 30, noviembre de 1997.
53. Las dos planchas de «La vencida» se publicaron por vez primera en la revista Comiqueando n.o 30 y fueron compiladas después en el libro «En primera persona».
54. Un rol similar al que cumplían Walt Disney y Walter Lantz en la presentación de los programas «Disneylandia» («Disneyland», 1954) y «El show del Pájaro Loco» («The Woody Woodpecker show», 1957), ambas estrenadas por la cadena norteamericana ABC.
55. La publicidad, filmada en blanco y negro, comenzaba con la animación de la nevada mortal cayendo sobre imágenes nocturnas de la Capital Federal. Otras tomas mostraban el primerísimo primer plano de Juan Salvo bajo la escafandra y los dedos del Mano recorriendo el teclado de su máquina mortal. Gran parte del corto puede verse en el video del programa «DNI» editado por la revista La Maga.
56. Marchetti, Pablo y Bolaño, Norberto Mauro: «“El Eternauta” es una película maldita para el cine argentino», reportaje a Adolfo Aristarain, La Maga, 1º de diciembre de 1993.
57. Durante la presentación de la edición de «El Eternauta» (versión original) editada por Clarín, llevada a cabo el sábado 8 de septiembre de 2001 en la librería especializada Meridiana Cine y Comics, Solano López reconoció públicamente no estar enterado de este proyecto televisivo.
58. Sin firma: «“El Eternauta” que aún no pudiste ver», Revista S n.o 1, 1997.
59. El disco iba a llamarse originalmente «El Eternauta», pero tuvo que cambiar de título debido al por ese entonces irresuelto juicio de derechos de autor.