La primera novela ilustrada mexicana

Rosa y Federico
Novela ilustrada contemporánea

 

Hugo Arturo Cardoso Vargas
Sociólogo, docente e investigador, Escuela nacional de estudios profesionales Acatlán, Naulcalpan, México

 

Resumen

Entre los múltiples trabajos desarrollados en torno a la historieta en México, a pesar de su abundancia no descubren ni menos describen la que vendría a ser la primera historieta publicada en las páginas de la prensa mexicana del siglo XIX. Entre otras razones porque fue publicada en las páginas del periódico de la ciudad de San Luis Potosí: La Ilustración Potosina. La historia de Rosa y Federico, hay que decirlo, no es una gran joya ni de la literatura ni de la litografía mexicana, pero su existencia es importante.

Abstract

Among the multiple works developed around the comic in Mexico, in spite of their abundance they don’t discover neither fewer describe the she would come to be the first comic published in the pages of the Mexican press of the XIX century. Among other reasons because it was published in the pages of the newspaper of San Luis Potosí’ city: La Ilustración Potosina. Rosa and Federico’s history, are to say it, it is not a great jewel neither of the literature neither of the Mexican lithograph; but their existence is important.

 

Introducción

La historia de la literatura en México ha aceptado como verdad inconmovible que la primera novela fue la célebre obra de El pensador mexicano, don José Joaquín Fernández de Lizardi, «El periquillo sarniento». Pero esto tal vez no sea del todo correcto si tenemos a la vista la poco conocida obra de otro destacado polígrafo mexicano, aunque haya vivido en el siglo XVII, lo que justifica que en especial este texto sea poco conocido. Claro que se hace referencia a don Carlos de Sigüenza y Góngora y su texto «Infortunios de Alonso Ramírez».
Todo esto es el pretexto que viene a colación para explicar el objetivo y razón de este escrito; porque así como sucede con los «Infortunios...» la existencia de acuerdos entre los especialistas, se basan en los conocimientos que se han adquirido paulatinamente como resultados de investigación que se van acumulando a los conocimientos ya existentes.
Así que también en el presente caso, se puede decir, que la primera novela ilustrada mexicana es la que se presenta aquí, hasta que no se investigue y descubra una más antigua. Consecuentemente, los resultados de estas investigaciones estarían en condiciones para que cuestione no sólo el título, sino, además, el contenido de este trabajo.
Consecuentemente, el objetivo de este ensayo es describir y ubicar en el contexto del desarrollo técnico de esta la primera novela ilustrada que apareció en la prensa mexicana; es decir, se trata de poner como ejemplo del desarrollo alcanzado tanto en términos de la producción literaria como en el campo de la representación litográfica que existía en México el año en que apareció: 1869.
Pero además, esta novela ilustrada aparece como una expresión única, un verdadero hito, en el desarrollo tanto del periodismo como de la comunicación masiva en México; puesto que la historia de «Rosa y Federico» se presenta como una obra esencial y básica –por ser pionera e iniciadora del llamado subgénero de la historieta– así como para la historia de la novela en México.
Para lograr este objetivo, el texto contiene una descripción de las características tanto literarias como visuales de la «Novela ilustrada contemporánea. Rosa y Federico», tal vez, la primera novela ilustrada de México. Finalmente, en la última parte, se refiere a una somera discusión en torno al ilustrador de esta historia.

 

La Ilustración Potosina

Inicialmente, es necesario aclarar que a pesar de la extensísima biblio-hemerografía que existe en cuanto a los medios impresos mexicanos del siglo XIX, a los múltiples trabajos sobre periódicos de la época, pero sobre todo a los distintos trabajos en torno a la litografía y la historieta que han aparecido en los últimos tiempos, en ningún libro aparece la historia de Rosa y Federico.
Desde luego que se pueden argumentar muchas razones para esta carencia. En primer lugar que la historia no fue publicada por periódico alguno de la capital de la república; porque aparece en una publicación del interior, en la capital de uno de los estados menos propicios para este tipo de medios de información como lo era la ciudad de San Luis Potosí. Así mismo, las cualidades estéticas de la publicación, a pesar de los esfuerzos de su editor en jefe, no pudieron ser superadas.
En todo caso hay que reconocer que una publicación como La Ilustración Potosina, nombre de la publicación en donde aparece la historia de «Rosa y Federico», debió desarrollarse en un lugar con escasos antecedentes y recursos para la impresión de un periódico, y además con litografías como las que describen la ya citada historia de «Rosa y Federico».
La importancia de La Ilustración... es evidente: «Con La Ilustración Potosina se agrega un capítulo más no sólo a las letras patrias, sino también a la historia mexicana: el que corresponde al período llamado de la República Restaurada. El marco histórico y cultural devela el pulso emotivo que da vida, en su mejor expresión, a la literatura como resultado de una perspectiva personal del escritor; los textos, por ellos mismos, lo confirman» (Díaz Alejo, 1989: 11-2).
La Ilustración Potosina es, pues, un periódico que se edita en condiciones bastante adversas que se expresa, entre otras cosas, por su breve duración. El primer número apareció el 1 de octubre de 1869 y después de cuarenta semanas llegó a su fin el 9 de julio de 1870. Una razón de la poca calidad de La Ilustración... está tomada del señalamiento formulado por El Siglo XIX del 20 de octubre de 1869: «El mérito de estos artículos y de los publicados en las entregas anteriores, presagia larga vida y bien conquistado aprecio a este periódico, en el cual sólo sería de desearse una impresión más elegante y un papel menos ordinario» (Clark de Lara, 1989: 36; cursiva propia).
Así mismo, Cuellar reconoce que debemos «prepararnos para mejorar sus condiciones a favor de nuestros amables lectores, a quienes suplicamos nos perdonen la clase del papel, teniendo presente que es nuestro periódico el primer ensayo de este género que se establece en esta ciudad, y que por lo mismo tiene que luchar con graves inconvenientes» (Cuellar y Flores Verdad, 1989: 42).
El formato de La Ilustración Potosina era de caja de 18 por 12 cm; las 343 páginas que suponen el que la mayoría de las entregas semanales consistía en 16 páginas y sólo dos de 24; están formadas de dos columnas; salvo el último artículo: «Despedida», y desde luego las poesías. Pero para un trabajo más detallado puede consultarse el estudio realizado por Belem Clark de Lara en la edición facsímil de esta publicación semanal.
De acuerdo con el estudio preliminar se habla del folletín ilustrado y que a la letra dice: «La Ilustración Potosina publicó un folletín ilustrado de autor anónimo (“Rosa y Federico. Novela ilustrada contemporánea”). Consta de cuatro páginas con cuatro dibujos cada una y textos al pie de cada dibujo. En 16 cuadros se expone: la primera mirada entre Rosa y Federico; la incorporación de él al ejército por la “comisión”; el dolor y enfermedad que por tal causa padeció Rosa; el rescate de Federico del ejército por medio de un “remplazo”; el noviazgo de Rosa y Federico, su boda, el nacimiento de su primer hijo, la infidelidad de Rosa y la relación con su primo; el descubrimiento del engaño por Federico y el final “romántico”: “una noche (Federico) se sentó cómodamente con el objeto de volarse la tapa de los sesos”. Se dice que se sentó cómodamente para suicidarse lo que no se precisa es sí llevó a cabo su determinación.»
A continuación la autora indica que: «La novela presenta por una parte un aspecto romántico: el amor imposible de Rosa y su primo, con un suicidio al final, pero no el del amante, sino el del marido engañado; por otra parte, el texto presenta otro aspecto: la transición romanticismo-realismo, que es el relajamiento de las costumbres, en este caso el adulterio, es una de las constantes preocupaciones de Cuellar.»
La conclusión es definitiva: «Los dibujos no ofrecen calidad artística, pero sí complementan la idea exacta que el autor quiere exponer» (Clark de Lara, 1989: 86).
Por su parte el editor y autor de la revista indica en la correspondiente al no. 14 que «ni por mal pensamiento nos ocurriría cortar la revista, que de por sí es un trabajo de actualidad que no admite divisiones ni demoras, de tal manera que, en grave conciliábulo con nuestro impresor y con nuestro apreciadísimo litógrafo, hemos resuelto la cuestión del modo siguiente, no sin pedir la aprobación de nuestros suscriptores. Insértese íntegra esta revista dando a nuestros suscriptores 24 páginas en vez de 16, conciliando que nuestro colaborador el S. Villasana, pueda respirar un poco y salir con esta interrupción del muchísimo trabajo que tiene en su establecimiento, sin duda el más favorecido en esta ciudad y próximo a estar montado como lo requiere, ya el estado de adelanto y movimiento de esta población; y por mejor contentar a nuestros suscriptores de la falta de litografía –¿entonces las cuatro páginas de Rosa y Federico?– en esta entrega [...]. Desde luego este placentero refuerzo de colaboración –“En la muerte de mi madre” de Luisa Muñoz Ledo– indemnizará a nuestros lectores, más que nuestras páginas de revista, del pesar de verse privados de la litografía que tenemos preparada y que publicaremos con el número 15» ( Cuellar y Flores Verdad, 1989: 109-110).
Pero tal vez a Belem Clark de Lara se le olvida lo más importante de esta «novela ilustrada», que es ser la primera narración en donde se reúnen lo que Curiel llama la tercera literatura: «la escritura icónica, la literatura icónica, trenza a todas luces dos órdenes sígnicos (dicho esto con términos globalizadores). El textual y el plástico. Comprendiendo, el primero (textual) a la oralidad y a la escritura y el segundo (plástico) al dibujo (cómic), a la fotografía fija (fotonovela), a la fotografía cinética (cine, televisión), al grafismo electrónico (videoclip) a la tipografía (cartel )» (Curiel, 1989: 37).
Dicho de otra forma, la investigadora se olvida resaltar que en esta «novela ilustrada» se expresa la búsqueda precursora de un lenguaje –y sus consecuentes reglas de juego– para vincular la literatura escrita y la literatura –apenas incipiente– icónica.
Porque, como lo ilustran algunos ejemplos recuperados por Juan Manuel Aurrecoechea y Manuel y Armando Bartra en «Puros cuentos. La historia de la historieta en México 1874-1934», desde la introducción de la litografía con Linati se empieza a expresar un rudimentario lenguaje icónico, que requiere de la presencia fundamental de la escritura para poder manifestar mejor su mensaje.
Pero esos escarceos iniciales no fructifican en la construcción icónico verbal de un relato sino cuando se publica la historia de Rosa y Federico. Esto último implica otro detalle esencial propio de la historia de Rosa y Federico; a saber, independientemente de que sea un relato romántico o realista; o bien sea un híbrido entre las dos corrientes literarias, la «novela ilustrada», no es una simple aglomeración –ordenada o no– de imágenes con sus textos. Esto es, la existencia de un relato, de la narración de una historia, es lo que hace diferente –y precursora– a la historia de Rosa y Federico de todas las demás tentativas previas de «construir» el relato de una historia como por ejemplo la hoja suelta intitulada «6 de diciembre de 1844» en que se denunciaban las arbitrariedades y despotismo de Santa Anna; o «El árbol del amor» (primera y segunda partes) publicada en el calendario nigromántico de Murguía en 1855; también existe otra litografía llamada «Trono de S.A.S.».
En todas ellas aparece el uso de viñetas que se distribuyen, no tan arbitrariamente, en el espacio de la hoja blanca; esta distribución obliga a una «lectura» que puede iniciarse por cualquier punto de la litografía; así que en el caso de la historia de Rosa y Federico se dan a las imágenes litografiadas un orden; orden que implica una determinada manera de leerlas. Es pues un primer intento de emplear un lenguaje propio de los comics, o de las historietas: la lectura se hace de izquierda a derecha y de arriba hacia abajo. Lo que no ocurría con otras propuestas de lenguaje icónico verbal como las ya citadas arriba; y por ende, supera el lenguaje de la caricatura.
Por todo esto, creo importante insistir en que la «Novela ilustrada contemporánea» (de 1869) es la primera historia narrativa en la literatura mexicana, puesto que «La relación de acontecimientos, el suceder dramático, es condición ineludible de toda L(iteratura)/I(cónica), tanto en su representación L/I/F(ija) como L/I/C(inética)» (Curiel, 1989: 145).
Literatura icónica que es caracterizada por el autor así: «“Denomino (a lo mejor irresponsablemente) (LI) a todo cuerpo ficticio en el que concurran por lo menos cuatro (4) aspectos: a) un relato; b) dos o más sistemas de signos; c) una hipercodificación de convenciones, y d) una producción seriada» (Curiel, 1989: 38).
Cada característica es apropiadas para describir la historia de Rosa y Federico; por eso es necesario subrayar la importancia de esta producción litográfica como la primera novela ilustrada y por ende, precursora tanto de la historieta como del cómic.
Pero regresando a la historia de Rosa y Federico, hay que indicar que está desarrollada en 16 litografías, aunque por características de impresión de La Ilustración Potosina, quedaron reunidas en cuatro páginas, por lo que en cada una de ellas aparecen cuatro diferentes imágenes que conservan una lectura de izquierda a derecha y de arriba abajo.
El grupo se reunió, sin numeración de La Ilustración... entre las páginas correspondientes a las nos. 106 y 107. Esto quiere decir que esta «novela ilustrada contemporánea» fue encartada en una de las entregas del periódico y, tal vez, por el tipo mismo de impresión se omitió la numeración. Aunque también puede entenderse como un obsequio adicional a los suscriptores. Aunque en cualquier caso lo que importa destacar es que no aparecen numeradas las cuatro páginas que en La Ilustración... ocuparon las litografías de «Rosa y Federico».
Ahora bien, sin intentar un detallado análisis de la historia de Rosa y Federico, es pertinente indicar algunas de sus características.
En primer lugar el autor de las litografías de la historia de Rosa y Federico hace uso de líneas estilizadas para dividir cada una de las cuatro estampas que integran una hoja; esto es que el centro de la página es el punto de intersección de dos líneas: una horizontal y la otra vertical, que forman una cruz; en cada uno de sus ángulos se localizan las estampas que narran la historia. Además el mismo trazo rápido y delicado de esas líneas perpendiculares sirven de márgenes interiores entre las ilustraciones; los márgenes exteriores se identifican mediante otras cuatro líneas –dos horizontales y dos verticales– que enmarcan las cuatro ilustraciones de la página. De esto resulta que cada estampa está colocada en un nicho, perfectamente definido. Esta delimitación tipográfica de la imagen permite leerla en sí misma, cuando a la imagen le corresponde un pie donde se «narra», desde una postura de observador externo la historia. Así, una notoria coincidencia entre lo verbal y lo icónico es otra cualidad de esta historia de amor y desamor.
Habría que agregar que sólo en la primera página, donde aparece el título. existe un trazo semejante al que rodea a las estampas litografiadas, y que tienen la finalidad de encerrar también en un nicho el nombre del conjunto de imágenes que aparecen enseguida; aunque su trazo horizontal está centrado y sus lados continúan la línea hasta unirse con las horizontales externas.
Los elementos del lenguaje icónico son muy interesantes, pero destaca su trazo rápido y económico; hay pocos elementos «escénicos» en cada una de las viñetas. Los personajes casi siempre aparecen de cuerpo completo (en términos del lenguaje cinematográfico: son campos medios) en 13 de las 16 imágenes; y sólo en tres aparecen de medio cuerpo (que no corresponden ni al plano americano ni al de media figura); son de destacar las dos últimas: Federico descubre el engaño y cuando él «una noche se sentó cómodamente con el objeto de volarse la tapa de los sesos», respectivamente. En una sola imagen aparece el personaje en una posición vertical; en cambio las demás son figuras horizontales en general.
Claro está que el verdadero desenlace no aparece en esta historia; tal vez por no molestar con la muerte de Federico a los lectores; pero también podría ser entendido como un acto de Federico que no llega a consumir su suicidio. Lo que importa es la ambigüedad del final. Cada lector tendrá la libertad de interpretarlo de acuerdo con su capacidad y calidad.
Por razones obvias es necesario dejar aquí la descripción de la historia de rosa y Federico; pero indicando que está por realizarse un análisis detallado desde la teoría de la llamada literatura icónica y dentro de ella a las distintas propuestas para el estudio de la historieta y del cómic.

 

Rosa y Federico

Para concluir este trabajo, inevitablemente breve, es necesario responder a un par de preguntas finales: quién fue el autor del texto de Rosa y Federico, y quién el autor de las litografías que narran esa historia.






Para la primera pregunta, la respuesta es casi inmediata, automática: el autor fue José Tomás de Cuéllar, y como argumento se presenta enseguida una composición literaria del editor de La Ilustración Potosina en donde mediante breves «cuadros» narra la historia de Julieta y Romeo, y aparece con el título de «Novela por vapor».
La temática es semejante aunque con un desenlace más definitivo: los amantes, como los protagonistas de Shakespeare, mueren por su propia voluntad. La historia implica que por su estructura narrativa, por los valores morales y por el contexto de conflicto entre el amor y el desamor que es la causa, origen y consecuencia de esta historia –tan igual a la de Rosa y Federico– es firmada, en este caso, por Facundo.
Así pues, no se duda en afirmar que el autor del texto literario de Rosa y Federico fue Facundo, seudónimo de don José Tomás de Cuéllar1 .
Mas, saber quién es el autor de las imágenes litografiadas de Rosa y Federico la respuesta no puede ser ni fácil ni contundente. Pero desde luego, que se pueden apreciar algunos argumentos a favor de quien se propone como autor: José María Villasana.
Esto porque es el único artista que en la ciudad de San Luis se desempeña como litógrafo; segundo porque desde un principio fue incorporado al proyecto de La Ilustración Potosina.
Se desprende del propio testimonio de José Tomás de Cuéllar: «Siempre hemos considerado que el divino arte del dibujo debe acompañar a las obras literarias de recreación, y con esta idea nos pusimos a buscar un artista, un hermano que ilustrase nuestro periódico.
»Decididamente la suerte estuvo de nuestra parte; y en un taller de litografía encontramos a un discípulo de la Academia Nacional de San Carlos, cuya vida de incesante lucha y de laboriosidad formaría el más halagador panegírico del trabajo y la honradez.
»Este hermano nuestro se llama D. José Ma. Villasana, y es un artista por organización; vive sobre sus simpáticas piedras litográficas en incesante trabajo; y en hablándole de pintura, se deleita, se siente bien, se encanta.
»Acogió, pues, con entusiasmo nuestro pensamiento, y trazó, a nuestra vista, la graciosa y bien entendida carátula de La Ilustración Potosina por la que ha merecido los elogios del distinguido escritor D. Ignacio M. Altamirano, y los de la Redacción del Siglo XIX» (Cuéllar, Flores Verdad, 1989: 42 y ss.).
La calidad artística y el profundo sentido de la profesión lo describe el mismo Facundo: «Arrostrando con el inconveniente de ofender la modestia de nuestro hermano artista, y ya que damos hoy la primera prueba de confianza a nuestros lectores, vamos a revelarles un incidente particular.
»Terminaba Villasana su tercer dibujo, cuando llegó a sus oídos, por nuestro conducto, el concepto que de sus trabajos formaba la prensa en México; acababa de ejecutar con sumo acierto el retrato de Víctor Hugo, que nosotros admirábamos; suspendió su trabajo para oírnos, y lo vimos conmoverse al oír las cortas pero expresivas frases con que lo saludaba Altamirano; y lejos de mostrarse satisfecho y recompensado, reflexionó un momento y pasó rápidamente una piedra pómez sobre su dibujo...
»–Es necesario hacerlo mejor, murmuró; y dando a limpiar su piedra, emprendió de nuevo su trabajo. Algunos días después nos mostró el magnífico retrato de Víctor Hugo que repartimos en la quinta entrega, y que es, sin duda, y con mucho, superior al que había concluido.
»He aquí los efectos del estímulo y la recompensa: unas cuantas palabras obligaron al artista, cansado tal vez de trabajar, en la oscuridad, a hacer un esfuerzo de voluntad, mejorando su obra.
»Damos conocimiento de este hecho a nuestros lectores, en honor del fino escritor que sabe sacar las fibras del artista, y del artista delicado para quien esas palabras tienen una significación halagadora.
»Las líneas en que el Sr. Altamirano se ha servido ocuparse de nuestra publicación, son las siguientes, tomadas del no. 41 del Renacimiento.
«“El movimiento literario continúa haciéndose sentir en los estados. San Luis Potosí tiene ya un periódico de literatura, y un periódico muy bonito y que honraría a cualquier país. Redáctanle en primer lugar nuestro queridísimo amigo y hermano José T. de Cuéllar, uno de los fundadores de las veladas literarias en México, y uno de los que han contribuido más eficazmente a desarrollar el amor a las bellas artes en la época actual, y a quien debemos en todas nuestras tareas y empresas la más entusiasta cooperación. Facundo no podía, estando lejos del círculo de sus amigos y colegas, permanecer más tiempo inactivo o reducido al papel de colaborador o de escritor político apóstol de la literatura, debía continuar su propaganda en aquellas regiones y dejar una huella brillante de su paso en la hermosa ciudad de San Luis, que nos es querida, particularmente porque todas las publicaciones literarias de México cuentan allá con mayor número de suscritores que en otras partes, lo que prueba que San Luis es tierra buena para que fecunde la semilla de las artes. Damos pues el parabién a Cuéllar por su pensamiento feliz, y le prometemos ayudarle con el mismo empeño con que él nos ha ayudado siempre en todas nuestras publicaciones. La Ilustración Potosina está redactada, como lo hemos visto, en primer lugar por Cuellar, quien tiene por compañero a un joven de México dotado de un talento claro y de una instrucción poco común, D. José M. Flores Verdad, nieto del ilustre patriota del mismo nombre que fue uno de los iniciadores de nuestra independencia y que pereció víctima de su amor a la libertad. Un artista que ha comenzado por dibujar una lindísima carátula para La Ilustración..., el Sr. D. José M. Villasana, es el encargado de ilustrar el periódico que, no lo dudamos, llamará la atención de todos los estudiosos y honrará la literatura mexicana. El Renacimiento saluda a su nuevo colega”.
»Tan galante calificación ha ido más allá, sin duda, de lo que por nuestra parte merecemos, y ha cooperado a coronar el éxito de nuestros deseos, pues nuestro semanario ha sido favorecido del público, al grado de vernos preciados a hacer una reimpresión de los primeros números y a prepararnos para mejorar sus condiciones a favor de nuestros amables lectores, a quienes suplicamos nos perdonen la clase del papel, teniendo presente que es nuestro periódico el primer ensayo de este género que se establece en esta ciudad, y que por lo mismo tiene que luchar con graves inconvenientes» (Cuéllar, Flores Verdad, 1989: 42 y ss.).
Las cualidades de Villasana que están presentes tanto en las cinco litografías que dibujó especialmente para La Ilustración Potosina, desde la portada hasta «La caja de agua» como en las cuatro que formaban parte de «Ensalada de pollos», permitieron que su trabajo fuera reconocido por algunos intelectuales de su época, pero también por el propio Cuellar, quien decide regresar a la Ciudad de México con Flores Verdad y Villasana. Dice: «Al separarnos por un poco de tiempo de esta ciudad, tenemos el gusto de ser acompañados por nuestro buen amigo el hábil litógrafo D. José María Villasana, llamado a la capital de la república para desempeñar algunos trabajos importantes de su arte, dejando en San Luis, su casa abierta en unión de la agencia literaria y administración de nuestras publicaciones.
»En la actualidad está concluyendo un exquisito trabajo, con el que serán obsequiados los señores suscriptores al “Pecado del siglo”. Son dos cromo-litografías, de cuyo mérito intencionalmente no hablamos, seguros de que los suscriptores serán agradablemente sorprendidos.
»Nos despedimos hasta la vista de nuestros amables lectores, a quienes les estamos profundamente agradecidos, de nuestros corresponsales a cuya eficacia debemos la exactitud de la circulación y deseando para este hermoso estado la prosperidad y la grandeza de que es digno, estamos seguros de volver a pisar sus límites con la emoción que engendra en el alma el sitio en donde la amabilidad, la galantería y la amistad, nos han proporcionado la satisfacción del que se consideró bien avecindado» (Cuéllar, Flores Verdad, 1989: 337-338).
Pero un argumento más a favor de la autoría gráfica de la historia de Rosa y Federico a favor de José María Villasana, consiste en que a partir de su regreso a la Ciudad de México, y consecuente incorporación a distintos medios impresos empezó a explotar las cualidades expresivas del lenguaje icónico que había ¿descubierto? con la «novela ilustrada». Muchos son los ejemplos para poder hablar de Villasana como precursor e impulsor de la historieta en México2 .
Una cuestión que no conozco se refiere a la participación de Villasana como alumno en la Academia de San Carlos, porque aunque consulté la Guía del Archivo de la Antigua Academia de San Carlos, su nombre no aparece en ningún documento; pero esta es una parte poco relevante, porque si fue o no alumno no importa; lo que si importa y mucho es la calidad de sus trabajos litográficos que fue abundante, y sobre todo, la búsqueda –se reitera– de un lenguaje verbo-icónico que propició el desarrollo de la historieta en México.
José María Villasana se especializó en la caricatura. En su taller de la calle de Capuchinas ilustró la primera serie de «La linterna mágica» de José T. de Cuéllar y otras producciones para los distintos periódicos en que participó. Así, la labor de Villasana en México fue abundante. Colaboró en 1872 en «México y sus costumbres»; en 1873 en La Historia Danzante, un periódico de temas musicales; un ejemplo: la litografía de Villasana hacía alusión tanto a la música como al tema el jueves 13 de marzo de 1873. La litografía «Las tres gracias» de la época está acompaña por una polka-mazurka de Andrés Díaz de la Vega. Además, La Patria Ilustrada (1888), fundado por Iríneo Paz, reunió a dos Villasana y Posada.
José María Villasana, una vez reconocido como un feroz crítico del gobierno de Lerdo de Tejada, fue uno más de los personajes protegidos de don Porfirio Díaz hasta su muerte en 1904.

 

Biblio-hemerografía

Aurrecoechea, Juan Manuel y Bartra, Armando: «Puros cuentos. La historia de la historieta en México 1874-1934», CONACULTA, Museo Nacional de Culturas Populares y Editorial Grijalbo, 3 tomos, México 1988.
Bermúdez, Jorge R.: «Gráfica e identidad nacional», UAM, México 1994,
Cardoso Vargas, Hugo Arturo: «La información científica de El Iris», Espacios Públicos, Revista FCPAPca de la UAEM, año 3, no. 6, Septiembre de 2000 (pp 176 y ss).
—: «La historia del registro gráfico», en elaboración.
—: «Los caligramas en el periodismo mexicano del siglo XIX: un estilo (casi) inexistente», propuesta para «Literatura mexicana».
—: «José María Villasana; creador de la historieta en México», en preparación.
Cuellar, José T. de y Flores Verdad, José María: «La ilustración potosina. Semanario de literatura, poesía, novela, noticias, descubrimientos, variedades, modas y avisos», edición facsímil de Ana Elena Díaz Alejo. Estudio preliminar, notas, índices y cuadros de Belem Clark de Lara», UNAM II Filológicas, 2ª ed. facsímil, México 1989.
Curiel, Fernando: «Mal de ojo. Iniciación a la literatura icónica», UNAM DGP, México 1989.
Masotta, Oscar: «Reflexiones presemiológicas sobre la historieta: el esquematismo», en Varios: «Lenguaje y comunicación social», Ediciones Nueva Visión, Col. Lenguaje y sociedad, Buenos Aires 1976.
Mathes, Miguel: «La litografía y los litógrafos en México, 1826-1900: un resumen histórico», en «Nación de imágenes. La litografía mexicana del siglo XIX», CNCA, México 1994.
Jiménez Codinach, Guadalupe: «La litografía mexicana del siglo XIX: piedra de toque de una época y de un pueblo», en «Nación de imágenes. La litografía mexicana del siglo XIX», CNCA, México 1994.
Pérez Escamilla, Ricardo: «Arriba el telón. Los litógrafos mexicanos, vanguardia artística y política del siglo XIX», en «Nación de imágenes La litografía mexicana del siglo XIX», CNCA, México 1994.
Pérez Salas C., Ma. Esther: «El impacto de la imagen en las revistas literarias del siglo pasado durante los años cuarenta», en Castro, Miguel Ángel: «Tipos y caracteres: la prensa mexicana (1822-1855)», memoria del coloquio celebrado los días 23, 24 y 25 de noviembre de 1998. UNAM; IIBibliográficas, Col. Seminario de Bibliografía Mexicana del Siglo XIX.</6>

 

Notas

1. Para más datos del personaje, cfr. Hugo ArturoCardoso Vagas: «Los caligramas en el periodismo mexicano del siglo XIX: un estilo (casi) inexistente».
2. Para datos biográficos cfr. RicardoPérez Escamilla: 1994, 32 y ss. Además de Cardoso Vargas Hugo Arturo: «José María Villasana: Creador de la historieta en México».