Aportes téoricos para un nuevo paradigma de la caricatura
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Carlos Alberto Villegas Uribe
Profesor, Universidad Javeriana, Cali, Colombia

 

Resumen

Dentro de su propuesta de construcción de un nuevo paradigma de la caricatura, el autor nos entrega una revisión de la historia de la caricatografía en Colombia, a partir de la definición de seis hitos que denomina: precursores, pioneros, clásicos, innovadores, asociados e historietistas, y desarrolla las notas características del género de caricatografía política y sus más representativos cultores en Colombia.

Abstract

Within his proposal of a caricature new paradigm construction, the author supplies us a revision of the caricatography history in Columbia, starting from the definition of six steps that he names: precursors, pioneers, classics, innovators, various and comics authors and develops the characteristic notes of the political caricatography and of its most representative practitioners in Columbia.

 

Apuntes para clasificar la historia de la caricatografía colombiana

El caricatógrafo es, entonces, un caricaturista especializado que utiliza la gráfica como un instrumento para exagerar la realidad y provocar la risa o la sonrisa y develar la mascarada social.

 

La caricatografía y sus géneros

Un caricatógrafo puede expresar su pensamiento a través de diversos géneros o modalidades caricatográficas, cada una de las cuales poseen notas características que permiten establecer delimitaciones conceptuales básicas. Estos géneros son: la caricatografía política, que tiene como propósito comentar de forma satírica un suceso acaecido en un lugar y tiempo determinado, la fisonomía caricatográfica, relacionada con el diseño del rostro humano de manera humorística, el humor caricatográfico o la interpretación irónica o absurda de un fenómeno social con características de universalidad, la ilustración caricatográfica entendida como la forma de interpretar de manera graciosa la especificidad de un texto, el ensayo caricatográfico concebido como el tratamiento sintético de un tema acompañado de comentarios caricatográficos, el personaje caricatográfico, una protohistorieta que comenta con gracia, en una sola viñeta y a través de un personaje, un complejo fenómeno personal o social y la historieta, entendida desde la perspectiva de Roman Gubern (1994) como una estructura narrativa formada por la secuencia progresiva de pictogramas, en los cuales pueden integrarse elementos de escritura fonética.
Es necesario anotar que los géneros caricatográficos no son excluyentes y algunos de ellos se realizan préstamos de notas características para lograr sus propósitos comunicativos.

 

Los géneros caricatográficos y sus fuentes de placer

En su proceso investigativo Freud determina los mecanismos del placer y la sicogénesis del chiste y establece las siguientes fuentes de placer, que sustentan la producción de diversos géneros de la caricatografía.

Figura 1: Logo del Cartel del Humor.
El desnudamiento: «La tendencia a contemplar despojado de todo velo aquello que caracteriza a cada sexo es uno de los componentes primitivos de nuestra libido. Probablemente constituye en sí mismo una sustitución obligada del placer, que hemos de suponer primario, de tocar lo sexual» (Freud, 1952, p. 84). La caricatografía erótica bebe de esta fuente de placer el sentido de su comunicación.
La hostilidad: «Dotados en nuestra niñez de enérgica disposición a la hostilidad, la cultura personal nos enseña después que es indigno el insulto [...] Suponemos, pues, cuál puede ser el papel del chiste en la agresión hostil. Nos permitirá emplear contra nuestro enemigo el arma del ridículo, a cuyo empleo directo se oponen obstáculos insuperables, y, por tanto, elude nuevamente determinadas limitaciones y abre fuentes de placer que habían devenido inaccesibles»(Freud, 1952, pp. 89 y 90). En este sentido, la capacidad de interpretar un sentimiento de hostilidad colectiva frente a una situación social determinada, constituye sin duda, una de las condiciones de éxito del caricatógrafo político.
El cinismo: «Mas el chiste puede atacar igualmente a aquellas instituciones, personas representativas de las mismas, preceptos morales o religiosos e ideas que por gozar de elevada consideración, sólo bajo la máscara del chiste, y precisamente de un chiste cubierto por su correspondiente fachada, nos atrevemos a arremeter contra ellas» (Freud, 1952, p. 95).
El reconocimiento: «Parece generalmente aceptado que el encuentro de lo conocido produce placer [...]. Dada la estrecha relación entre reconocimiento y recuerdo, no creemos muy aventurada la hipótesis de que existe también un placer del recuerdo; esto es que el acto de recordar produce por sí mismo una sensación de placer de análogo origen» (Freud, 1952, pp. 106 y 107). Se debe agregar aquí que la posibilidad del lector de reconocer en la expresión de un caricatógrafo sus propias posiciones o conceptos personales produce placer y empatía con la propuesta caricatográfica.
La actualidad: «El factor actualidad, que se agrega como una pasajera pero generosa fuente de placer a las propias del chiste mismo, no puede ser juzgado como equivalente al rencuentro de lo conocido. Trátase más bien de una serie de cualidades especiales de lo conocido, o sea, lo de ser reciente y preciso y no hallarse aún empañado por el olvido» (Freud, 1952). El placer que dimana de la actualidad es la fuente de placer, tanto para los cultores como para los consumidores del comentario político.
El disparate: Freud explica este placer como el rencuentro con tendencias primarias a extraer placer de la actividad de unir materias y materiales sin tener en cuenta para nada el sentido socialmente establecido. Para desvelar esta fuente de placer desarrolla ejemplos del niño que aprende a manejar su idioma y del adulto que se halla bajo los efectos de una acción tóxica. «A mi juicio, sea cualquiera el motivo a que obedeció el niño al comenzar estos juegos, más adelante los prosigue, dándose perfecta cuenta de que son desatinos y hallando placer en el atractivo de infringir las prohibiciones de la razón. No utiliza el juego más para eludir el peso de la razón crítica [...] más en la edad adulta la crítica que ha reprimido el placer de disparatar, llega a adquirir tal fuerza, que no puede ser eludida, ni siquiera temporalmente, sin la cooperación de medios auxiliares tóxicos. El valioso servicio que el alcohol rinde al hombre es el de transformar su estado de ánimo; de aquí que no en todos los caso sea fácil prescindir de tal veneno» (Freud, 1952, pp. 111 y 112). El humor caricatográfico tiene su sicogénesis y su cantera entre los caricatógrafos y lectores que disfrutan de la tendencia a infringir las prohibiciones de la razón y a mirar el mundo con ojos de asombro.
El caricaturista, al tiempo que acentúa las gesticulaciones sociales, participa de estos placeres en el proceso de encodificación de la realidad y suscita placeres semejantes en los lectores o espectadores de sus caricaturas.

 

Hitos en la historia caricatográfica colombiana

Muchas y muy variadas pueden ser las clasificaciones para abordar la historia de la caricatura en Colombia, se puede analizar y clasificar desde su desarrollo cronológico, desde su relación con procesos histórico-políticos, desde la forma de expresión gráfica o desde sus propios protagonistas y siempre habrá vacíos sustanciales para ofrecer una visión integral de esta expresión artística. En este trabajo se ha optado por analizarla desde los géneros que caracterizan este quehacer estético. No obstante, es importante realizar una mirada previa que contextualice al lector en los hitos que se consideran significativos en el desarrollo de la caricatografía colombiana desde la perspectiva de la actual propuesta teórica y taxonómica.
Para empezar, se afirma que la caricatografía colombiana se puede clasificar en seis hitos importantes que dan cuenta de su desarrollo: 1) los precursores, 2) los pioneros, 3) los clásicos, 4) los innovadores, 5) los asociados, 6) los historietistas.
Apenas presentida desde nuestros tiempos el hito de los precursores lo configuran nombres como los de Alberto Urdaneta, José María Domínguez Roche, José María Espinosa. De esta época, débilmente sustentada por acuarelas y tintas que pasaban de mano en mano, nos cuenta Claudia Mendoza (1991) que «con una mirada similar a la de Domínguez Roche, en el altozano de la catedral, son dibujadas las primeras representaciones explícitamente caricaturas de los bogotanos: José María Espinoza, veterano de la independencia, entretiene, a la espera de su pensión de guerra, a sus contemporáneos» (p. 22). El género de la caricatografía que predomina en este hito es la fisonomía caricatográfica y se entiende como una afición personal del artista.
Precedidos por José Manuel Groot y por Alfredo Greñas, entramos en el hito de los pioneros, en el cual encontramos dos nombres magnificados por el tiempo: Pepe Gómez y Ricardo Rendón. Esta época se caracteriza por utilización de la técnica del grabado en madera, xilografía, para la divulgación de sus punzantes comentarios. Los pioneros no sólo tuvieron que dibujar las situaciones humorísticas, arte de por sí complicado y exigente, sino que además debían someterse a la artesanal tarea de realizar las planchas de sus apuntes y gracejos. Producto de aquel estado del desarrollo nacional surgen las primeras caricatografías asociadas al incipiente periodismo colombiano. Caracterizan estas caricatografías las líneas duras que dejan las gubias y donde predomina el contraste permanente entre el blanco y el negro. Apasionados por la política militando cada uno en los toldos de sus predilecciones ideológicas, con gran aceptación del público de su época, marcan la ruta para que la caricatografía colombiana se desarrolle con predilección por los senderos de la caricatografía política, a tal punto que aún en nuestros días existen críticos y cultores que sólo aceptan el ejercicio de la caricatografía como un claro e ineludible compromiso político con su época. A nivel de manifestación gráfica los precursores recurren frecuentemente a la alegoría: Los dibujos que representan ciudades, leyes, proyectos, se encuentran anclados por breves textos, que identifican la situación representada. Llaman particularmente la atención los que en verso acompañan las caricatografías de Pepe Gómez y algunas de Ricardo Rendón, donde se evidencia el carácter integral del caricaturista. Los precursores no sólo tenían que ser excelentes caricatógrafos, sino que además debían cultivar la caricalomía como una de sus habilidades expresivas. El suicidio de Rendón cimentó la leyenda de su preminencia en el arte de la caricatografía colombiana.

Figura 2: Logo del Taller de Humor.
Como paso obligado entre el hito de los precursores y el hito de los clásicos, se levanta monolítica e inacabada la figura de Alberto Arango: Un proyecto de vida y obra que fue segada por balas asesinas que ni siquiera contenían motivos de resentimiento por las caricatografías políticas de este artista. En Alberto Arango sobresale el anclaje textual de sus caricaturas como elemento reiterativo y condensador de situaciones humorísticas.
En el hito de los clásicos destacan: Merino, Chapete, Osuna, y Pepón. Todos ellos, circunscritos al arte de la caricatografía política, registran desde distintas vertientes ideológicas el acontecer de nuestro país. En términos de expresión gráfica, los clásicos reducen los cánones estéticos en el manejo de la figura humana, de ocho cabezas y media, a cuatro proporciones. Proporciones adaptadas que respetan en sus realizaciones y en donde la figuratividad ocupa un papel predominante como elemento expresivo de sus comentarios. Gracias al avance de la técnica de impresión con la aparición del cliché, se libera al caricaturista del dispendioso trabajo de grabar sus caricaturas y se abren los caminos, hacia técnicas propias del dibujo, como el manejo del grafito esfuminado, el manejo de la plumilla y sus tramas reticulares o el uso de aguadas. En esta etapa aparecen las tonalidades en gris, magistralmente manejadas por Merino y Chapete. Acosados y acicateados por la situación política del momento, esta es una generación que vive intensamente su compromiso histórico y social. Hito verdaderamente prolífico el de los clásicos. Además de las figuras paradigmáticas, aparecen entre otros caricatografos: Duarte, Carrizosa, Elciades, Peter Aldor, Espartaco, Luis Ma. Rincón, Al Donado, Calarcá, Velezefe, Luisé.
Como siempre, una generación se define a partir de las rupturas con sus predecesores. Para ello se ensayan nuevos puntos de vista, se intentan diferentes soluciones. Bajo este horizonte de posibilidades surgen los puntos de fuga que delinearán las perspectivas del hito de los innovadores. El planeta es cada vez más pequeño, como lo afirma Macluhan. La nueva generación recibe la influencia de un cambio planetario general. Los efectos de la revolución de mayo, del movimiento hippie, de la música rock, de Woodstock, de los Beattles, de la paz y el amor se incuban y se proyectan en las estructuras del hito de los innovadores. Como figura paradigmática se presenta Jairo Barragán, un tolimense que se identificará con el seudónimo de Naide. Él se niega a reproducir los cánones de lo figurativo. Sus dibujos que inicialmente no logran una buena acogida entre el público adulto acostumbrado a los valores expresivos de los caricaturistas precedentes, son recibidos con beneplácito por la juventud del momento, que conserva frescos los recuerdos del despelote naidista, movimiento cultural contestatario que desde la poesía, transformó radicalmente la percepción estética de las nuevas generaciones de colombianos. Uno de los protagonistas de este antagonismo generacional entre los caricatógrafos colombianos, Hernando Turriago, más conocido como Chapete, ilustra este descontento generacional, en una entrevista de la Revista Credencial: «No me gustan, ni el dibujo, ni las ideas. Porque están fuera de tono. Se han modernizado a tal punto que las ideas huelen a marihuana y las ideas... no se le ve nada definido. En mi época la crítica salía, la gente se calentaba con uno, lo vaciaban en la calle. Ahora pasan inadvertidos, porque hasta el mismo dibujo es malo. Osuna es bueno, de los pocos que quedan» (Moreno, 1988, ed. 15).
Naide abre las puertas a un nuevo tipo de humor, que no se agota en el contexto político y social, que no arremete directamente contra las personalidades de turno, que no provoca calenturas ni persecuciones políticas. Con Naide, en Colombia, se empieza a hablar (ya se hacia años atrás en países como Argentina) del humor gráfico o humor caricatográfico como se propone en la actual taxonomía. Este género de la caricatografía rescata la cotidianeidad, la mira con desparpajo y descubre para los receptores la magia del absurdo, del asombro permanente.
Es necesario aclarar aquí que la caricatografía política no fue ajena al quehacer de Naide, pero como lo afirmara el periodista y caricatógrafo Álvaro Montoya: «Naide hizo comentario político, más por necesidad del oficio que por interés personal» (entrevista personal).
En el hito de los innovadores nos encontramos nombres que acogen o reivindican la expresión gráfica señalada: Una figura humana que desobedece el canon estético y tiende a comentar la cotidianeidad sin el uso de tanto elemento lingüístico, entre ellos, Guerreros, Yayo, Kekar, Ponto, Barti, Guillotín.
Antonio Caballero, el periodista y caricatógrafo colombiano, reconocido por sus firmes posiciones ideológicas, es otra de las figuras paradigmáticas del hito de los innovadores. A partir de sus personajes caricatográficos (el ama de casa, el clubman, el policía, el narco, el guerrillero) organiza un contundente comentario político, sin mayor variación gráfica, donde el código lingüístico predomina sobre el código visual. Otro de los aspectos para resaltar en Caballero, es la ruptura con la fisonomía como el único recurso para realizar la caricatografía política.
El hito de los asociados está ubicado cronológicamente en la década del ochenta y espacialmente en las tres más grandes ciudades de Colombia: Bogotá Medellín y Cali. Los caricatógrafos colombianos comienzan a trabajar en grupo. El primero de ellos, liderado por Carlos Mario Gallego Mico, se asocia en la ciudad de Medellín en torno a la revista Frivolidad, una publicación que consigna en sus páginas las creaciones en caricalomía y en humor caricatográfico de sus asociados. Hacen parte de esta agrupación Sergio Valencia, Guillermo Cardona, Esteban París, Bernanrdo Cardona, Harold Trujillo Chócolo, y Fernando Mora. Aunque la revista Frivolidad tiene una vida fugaz, Carlos Mario Gallego, continúa su trabajo de exploración en el universo de la caricatura y crea el grupo Frivolidad, con Carlos Mario Valencia y Bernardo Cardona. De este grupo surgirá una de las parejas más famosas de la caricatura colombiana: Tola y Maruja.
El segundo foco de asociados se ubica en Cali, donde algunos cultores del género de la historieta, entre quienes se encuentran León Octavio, autor de «Balita» (1980), Felipe Ossa, autor de «Historia de la historieta», José Campo, autor de «La mala compañía», Ricardo Potes, autor de «Soldados zona bananera 1928», Hans Anderegg, ilustrador de Carvajal, Jorge Saavedra, Marco Aurelio Cárdenas, Wilson Ramírez, y Gilberto Parra, crean Click, revista colombiana de estudio e información de la historieta. Click constituye una de las pocas revistas taller que se preocupó en la década del noventa tanto de mostrar el trabajo de sus asociados, como de brindar a sus lectores elementos críticos para la interpretación de los medios expresivos del género.

Figura 3: Autocaricatura Alfredo Greñas, caricatógrafo político del hito de los pioneros.
El tercer foco del hito de los asociados se ubica en Bogotá y más exactamente en los predios de la Universidad Nacional. De acuerdo con la información brindada por Germán Fernández fue a partir de un trabajo propuesto por el semiólogo Javier Álvarez, en la asignatura teoría de la imagen que la ya fallecida Cecilia Cáceres, Ceci, estudiante para ese entonces de diseño grafico, realiza una exposición denominada «El taller del humor» donde convoca a estudiantes de distintos programas académicos con un interés personal: el humor caricatográfico. Este taller se formaliza y empieza a ser liderado por Bernardo Rincón y Jorge Grosso, a él se vinculan Cecilia Cáceres, Ceci; Juan Carlos Nicholls; Germán Fernández; Diego Herrera, Yayo; Marco Pinto; Jairo Peláez, Jarape; Víctor Sánchez, Unomás. Las revistas estudiantiles Mofeta, Humorun y el Bus fueron los vehículos iniciales para la presentación de los trabajos de los caricatografos asociados a «El taller del humor».
Luego de seis años de labor permanente se presentará en «El taller del humor» una disidencia frente a las políticas en la toma de decisiones, las condiciones de manejo e ingreso de nuevos integrantes impuestas por Grosso y Rincón, que originará un nuevo grupo de asociados: «El cartel del humor». Esta agrupación cuya disidencia lideran Jarape y Fernández, se enriquecerá con la presencia de caricatógrafos como Jairo Linares; Vladimir Florez, Vladdo; Arlex Herrera, Calarcá; Elena María Ospina; José Roberto Agudelo Zuluaga, Azeta; Ruben Darío Bustos, Rubens; Nelson Garibello; Marco Pinto; Luis Eduardo León, los hermanos Diego y Sergio Toro, Guillermo Cubillos; Guille, Andrés González, Gova; Edgar Humberto Alvarez, Plastílinico; los periodistas Álvaro Montoya, Alfín; Jorge Consuegra, y los gestores culturales Mario García y Carlos A. Villegasuribe, Petete.
En este hito de la caricatografía colombiana nos encontramos con técnicas avanzadas de reproducción gráfica que exigen y permiten a los maestros de la línea, la incursión en el mundo del color. La acuarela, la témpera, el pastel, el aerógrafo cobran auge en sus trabajos. Los temas no se circunscriben al acontecer político, por el contrario, en la mayoría de ellos existe una búsqueda permanente de un lenguaje universal, lo cual implica la eliminación, al máximo, de los códigos lingüísticos. Los anclajes textuales, como condensadores de información, desaparecen gradualmente. La pasión y el compromiso político de estos caricatografos es menos visible que en generaciones anteriores.
Otro aspecto para destacar en el hito de los asociados es la relación entre caricatógrafos y medios impresos de comunicación masiva. Para los asociados esta no es la única forma de hacer circular sus propuestas. Aparecen alternativas como los concursos internacionales de humor, exposiciones, certámenes. Los asociados se toman los bares con sus caricaturas, organizan concursos; realizan exposiciones en centros comerciales y consiguen un espacio en la Feria Internacional del Libro de Bogotá; que año tras año va creciendo hasta convertirse en un pabellón emblemático de la misma; mes a mes, reciben premios, designaciones y menciones en concursos internacionales que el gran público desconoce, en parte por la falta de divulgación de la prensa nacional. Colombia tiene más campeones internacionales de caricatografía que campeones deportivos y aún los diarios lo ignoran. En el hito de los asociados predomina el cultivo del humor caricatográfico y se recupera la fisonomía caricatográfica en su sentido inicial: el contacto directo del caricatógrafo con el personaje caricatografiado. No sólo los grandes personajes son dignos de ser dibujados, los rostros cotidianos se convierten en motivos de inspiración y diálogo para los maestros del lápiz, los colombianos aprenden a reírse de sí mismos a través de su propia imagen. Dentro de los eventos realizados en el hito de los asociados, es significativo el Festival Mundial de la Caricatura, que tuvo lugar en Calarcá, en 1989. Este festival reseñado por el Magazín Dominical de El Espectador como uno de los eventos culturales de la década, vinculó a los grupos asociados de Bogotá: «El cartel del humor», «El taller del humor» y al «Grupo Frivolidad» de Medellín.
En el noventa se desata entre los caricatógrafos colombianos la pasión por la historieta. En torno al trabajo de Bernardo Rincón, en Bogotá, con la revista Acme, de Zape Pelele en Medellín, de Tercer Milenio en Cali y del intercambio permanente de los jóvenes en el Pabellón del Humor de la Feria Internacional del Libro en Bogotá, se configura un nuevo hito en la historia de la caricatografía colombiana: el hito de los historietistas. En la década del noventa una nueva generación de creadores busca y hace camino. La aparición y desaparición de nombres de revistas de historietas y seudónimos de sus cultores sucede con una velocidad vertiginosa. Jorge Peña (2000) en su «Cronología de la historieta en Colombia» las reseña: En torno a Agente Naranja se articulan los dibujantes Will, Flak’z, Lobo, Pipe, París, Diego Tobón, Tito Páez; la revista de historietas TNT vincula a Alberto, Leocomix, Nigio, Pepe Peña y Quiló; Giovanni Rozo y Álvaro Andrés Amaya lanzan Magnético; Carmelo crea Chino Risso para la revista San Victorino Station, La Escuela Nacional de caricatura presenta Urraca Mandaca con trabajos de Ocuellar, Roque y Fernández; Gova, Elliot, Sabogal y Reimert crean Arte Aparte; en Medellín aparece Sudaca Comics con los trabajos de Andrés, Marco, Tebeo y Jhonny Lester. Leonardo Gama Benceno produce Fanzin Fanzon; Aparece Tostadora de Cerebros, con historietas de Jesucristina (Quiló), Margarita y Juan Carlos Ochoa, Evaristo Ramos presenta Compac Comics, La Perrata, es otra de las revistas de historietas reseñada por Peña, donde aparecen nombres de historietistas nacionales y extranjeros; aparece la revista colombo-venezolana Maus, dirigida por Diego Guerra, En Medellín nace Prozac, con historietas de Diego Luis, FKZ y Felipe de la Honda; Giovanni Rozo y Álvaro Andrés Amaya, intentarán una nueva huella con Limbo X; Por su parte «El taller del humor», de Grosso, lanza dos revistas de los personajes Chino Rizo y Valeska de Carmelo; en Cali, se edita la revista Klandestinos así como las revistas Arsenal y Arka, que recogen trabajos de Jcampo, Jurado, Fernando Suárez, Charlie Draw y William Alzate, Catherine Dossman, Roberto Revelo, Fernando Suárez, Hormiga, Ana Ortegón, Andrés Alegría, Sebastián Bayona, Carlos Carrillo; los estudiantes del Instituto departamental de Bellas Artes de Cali, editan Neocomics y los estudiantes de diversas universidades con carreras de arte y comunicación de Bogotá, hacen circular las revistas: Maldita, Meduza, De Posición Comic, Pcircopata, Mosca, Trashumantes, Metamorfia, Paro Nacional y Septacomics, Alejandro Guzmán crea en Manizales la Revista Kaboom.

 

La caricatografía política y social

En Colombia, el más familiar de los géneros caricatográficos es la caricatografía política o social. Por su condición de opinión pública que participa de la vida política y social como crítica del poder o desenmascaramiento de la farsa social, acompaña las notas editoriales de los diarios y en muchas ocasiones participa de la línea ideológica del medio impreso.
El género de la caricatografía política está regido por el contexto temporal y geográfico de los sucesos comentados, notas características que demandan, tanto del caricatógrafo como de los lectores, información actualizada sobre el acontecer político y social. En su estructura comunicativa la caricatografía política o social recurre a códigos lingüísticos (textos) y códigos visuales (dibujos). Los textos cumplen tres funciones básicas: comentario, diálogo y anclaje. Los comentarios corresponden generalmente al título de la caricatura o a frases incluidas como colofón o explicaciones de un tema determinado. Los diálogos constituyen las frases que el caricatógrafo atribuye a los protagonistas del recuadro o viñeta. Los anclajes son aquellos textos que orientan al lector sobre la utilización alegórica de algún objeto o persona para circunscribir el significado de una situación.

Figura 4: Primer Festival de Mundial de Humor Gráfico realizado en Calarcá, evento que propicio el encuentro de los caricaturistas del hito de los asociados.
En el transcurso de su desarrollo la caricatografía política ha apropiado paulatinamente los códigos de la historieta y recurre generalmente a la fisonomía caricatográfica para comentar las acciones de los protagonistas de la actualidad. No obstante la utilización de la fisonomía caricatográfica no es una condición indispensable para realizar caricatografía política. Un ejemplo de esta afirmación la brinda Jairo Peláez Jarape, cuando une en una sola viñeta dos situaciones históricas como las matanzas de Trujillo (Valle) y el asesinato de indigentes en la Universidad del Atlántico, para señalar, con un corrosivo humor, el grado de barbarie e indolencia a la que ha llegado el pueblo colombiano en su proceso de degradación del valor humano.
Por su carácter temporal la caricatografía política y social pierde actualidad con rapidez y las situaciones que para una generación fueron causa de emotividad por la identificación con un suceso caricatografiado, pueden no tener ninguna significación para la siguiente si no se recurre a textos explicativos. El comentario político está vinculado a unos imaginarios históricos, por ello, la capacidad para interpretar un sentimiento de hostilidad colectiva frente a una situación social determinada, constituye sin duda, una de las condiciones de éxito del caricaturista político. Ensayistas como Germán Colmenares (1984) atribuyen a la caricatografía política el valor de fuente histórica. Cuando este autor reflexiona sobre el trabajo de Rendón afirma: «Si bien ellas constituyen una visión arbitraria de la realidad, nos remiten sin embargo a una red sutil y compleja de signos que se tejía entre una conciencia subjetiva y una conciencia colectiva. Es cierto que estas caricaturas no dan un testimonio objetivo, de la misma manera que lo ofrece una fuente desprovista de juicio de valor, y que la narrativa que encierra es fragmentaria y espasmódica. Se recorre la epidermis de acontecimientos elegidos por el capricho o por el humor del caricaturista al filo de los días sin detenerse en ninguno. Se estaría tentado a ver en ellas algo ilusorio por su carácter instantáneo como mero reflejo de la realidad. Pero este reflejo, que traduce la percepción colectiva, es de suyo un objeto histórico de valor excepcional. Se trata, en últimas, de la formación de una opinión pública» (p. 5).
José Manuel Groot (1800-1877), registrado con el nombre de Josef Manuel Francisco Antonio del Pilar Groot, puede ser considerado el padre la caricatografía política en Colombia. Este pintor, educador, escritor y político bogotano inició su formación pictórica a los once años con la orientación del pintor limeño Mariano Hinojosa y la continúa en 1817 con uno de los más reconocidos pintores santafereños de la época: Justo de Castro y Arcaya. Con ellos aprende a pintar en miniatura y el manejo de la acuarela. A la muerte de su padre –luego de ser encarcelado por Pablo Morillo por ser simpatizante de la independencia colombiana–, asume como preceptor, su tío Francisco de Urquinona, quien le presentará los textos de Rousseau, Volney, Voltaire. Su tío funda la logia masónica Libertad de Colombia. En 1823, Groot se vincula a la organización, luego de pintar una de las salas ceremoniales conocida como cámara de la reflexión. Entre 1824 y 1827 ejerce como oficial escribiente de la Secretaría (ministerio) de Guerra y Marina a órdenes del general Carlos Soublette y establece en Bogotá, la tercera escuela de educación de alumnos internos pensionistas (1828). Ese mismo año contrae matrimonio con Petronila Cabrera. En 1932 inicia su obra como pintor de costumbres, se retira de la masonería y regresa a la fe católica, desde ese momento se convierte en un virulento polemista religioso. Colabora con las publicaciones: El Investigador Católico, La Bodoquera, La Verdad y La Razón, El Catolicismo, El Charivari, El Nacional, La Civilización, La Sociedad Popular, El Día, El Duende, La Esperanza, Los Matachines Ilustrados, El Álbum, Dios y Patria, El Bogotano, La Caridad, El Pasatiempo. En 1859 publica la biografía sobre Vásquez y Ceballos, titulada «Noticia Biográfica de Gregorio Arce y Ceballos, pintor granadino del siglo XVII». Esta es la primera monografía de arte publicada en Colombia. La primera edición de su obra fundamental: «Historia eclesiástica y civil de Nueva Granada» aparece en 1869 (Segura, 1991). La figuratividad de Groot es cercana a la pintura, pero en sus fisonomías existe una intención cómica y burlesca al captar el carácter de los personajes retratados. Respecto a ellos comenta Beatriz González (1991): «Al contrario de los cuadros de costumbres, estas caricaturas son para el consumo interno. Sólo los propios neogranadinos podrían gozar mirándose en ese espejo, con ella está demostrada no sólo su destreza de fisonomista, sino sus condiciones de humorista gráfico» (p. 39). Sus lápices enfilaron baterías contra las administraciones de Tomas Cipriano de Mosquera y José Hilario López y las actuaciones de algunos clérigos locales. Sus pinturas de tipos, son un claro ejemplo de su habilidad en el manejo de la fisonomía caricatográfica.
A finales del siglo XIX y principios del XX se consagra la figura de Alfredo Greñas (1857-1949), nacido en Bucaramanga. Estudió grabado con Alberto Urdaneta y fue colaborador del Papel Periódico Ilustrado. Liberal radical, encarcelado por la oposición gráfica que adelantó en diversas publicaciones en contra del proyecto político del presidente Rafael Núñez. Fue fundador de periódicos satíricos como El Zancudo, El Barbero, El Demócrata, donde publicó sus xilografías. Huyendo de la persecución del régimen regeneracionista se exilió en Costa Rica desde 1893. Allí continuó su labor creativa y hoy es considerado como el padre del periodismo costarricense.
En los albores del siglo XX dos figuras se tomarán el escenario de la caricatografía política colombiana: Pepe Gómez y Ricardo Rendón.

Figura 5: Caricatografía política de Carlos Mario Gallego, uno de los caricaturistas que toca un mayor número de campos de la caricatura: caricatografía, caricalomía, caricatumedia.
José Pepe Gómez Castro (1892-1936), quien publica bajo los seudónimos de Pepe Gómez, Díaz, Roa, Buenos Díaz, Mora L, Jack Monkey, bogotano, conservador, realiza un duro enfrentamiento con la masonería liberal en las primeras décadas del siglo XX. Inicia su trabajo caricatográfico en 1911 en el periódico Sansón Carrasco. Colaboró con las revistas El Gráfico, Bogotá Cómico, Semana Cómica, Fantoches, La Guillotina, Anacleto y los periódicos El País de Bogotá y El Siglo. Sobre el trabajo técnico de Pepe Gómez, su hermano, Álvaro Gómez Hurtado (1987) comenta: «Ahí fue donde Pepe Gómez hizo el primer aporte. Siendo pintor de calidad y un excelente dibujante, necesitó convertirse en un grabador autodidacta para poder divulgar sus caricaturas. Dibujaba directamente sobre el leño y con gubias primitivas, que ni siquiera estaban estriadas, iba desbastando las partes que no deberían ser entintadas, para dejar viva y rotunda la línea negra del dibujo que debía imprimir el rasgo caricaturesco» (p. 7). Se le reconoce a Pepe Gómez el impulso que brindó a las revistas cómicas donde se hacían críticas mordaces a las gentes y sus costumbres, con el humor característico de los bogotanos. Gracias a su manejo técnico del grabado aparecen las primeras policromías de la caricatografía colombiana. Es necesario precisar que en la obra de Pepe Gómez no se registran diálogos, y la gran mayoría de sus trabajos están acompañados de comentarios en verso del propio autor, a manera de chascarrillo. Este tipo de comentario, que demanda del caricatógrafo cualidades de versificador en el manejo de la rima y el ritmo, se registra incluso en la obra de Ricardo Rendón, aunque con menor extensión y menos frecuencia. Pepe Gómez falleció en 1936, por una afección hepática, año en que su familia fundara el diario conservador El Siglo.
Desde la orilla opuesta realiza su trabajo Ricardo Rendón (1894 -1931), un antioqueño nacido en Rionegro y miembro del grupo Los Panidas, quien es considerado como la figura paradigmática de la caricatografía política colombiana. Su obra, forjada en una ideología liberal de corte radical y republicano constituyó una férrea oposición a los gobiernos conservadores, en uno de los tiempos de mayor pasión política de la historia colombiana. Sus mordientes trazos y leyendas fueron decisivos en la caída de la denominada hegemonía conservadora. Germán Colmenares (1984), un estudioso de Rendón afirma respecto a su obra: «Lo que sorprendía en las caricaturas de Rendón a sus contemporáneos tal vez no fuera un valor estético permanente (¡piénsese que Rendón estaba produciendo al mismo tiempo que Grozs y los expresionistas alemanes!), sino su fidelidad al reproducir estas reacciones colectivas. Era un proceso recíproco, en el que una naciente opinión pública se veía reflejada, pero se iban formando también con los apuntes del caricaturista. Los temas de sus caricaturas políticas poseen un tono moral un poco grandilocuente (no muy diferente al de la prosa temprana de Laureano Gómez o a la de Aquilino Villegas), mucho menos feroz de lo que se cree, pero en el que una asa urbana creciente podía reconocer sus propios agravios. Estos temas, que fustigaban el fanatismo, la corrupción y la intolerancia, traducían el divorcio político profundo que traían consigo los atisbos de modernidad de los años veinte» (p. 7). Se distinguió, igualmente en el cultivo de la fisonomía caricatográfica; uno de sus célebres trabajos en este género se denominó «El jardín zoológico» (1918), donde asocia los personajes de la época con un animal determinado; su estilo de trabajo –caracterizado por una fisonomía caricatográfica de síntesis, con manejo de contrastes entre el blanco y el negro absolutos– dominó el escenario de la caricatografía colombiana durante la primera mitad del siglo XX y tuvo expresiones epigonales en Horacio Longas (activo entre 1930 y 1935), Alberto Arango Uribe (Manizales, 1897-1941) Samuel Acevedo (Manizales, 1917-1942), Luis María Rincón (1913-1975).
En la década del veinte, aparece el trabajo de Adolfo Samper (1905-1987), caricatógrafo bogotano especializado en los géneros de la caricatografía política y padre de la historieta en Colombia. En 1921 inició su carrera como ilustrador caricatográfico de la revista Universidad, fundada por el historiador colombiano Germán Arciniegas. Al año siguiente trabaja en la revista Buen Humor, del periodista Guillermo Pérez. Allí se encarga de ilustrar toda la revista, por lo cual recurre a los seudónimos de Rosas y Zuhé para presentar sus trabajos. Entre 1928 y 1929 viaja a España a estudiar dibujo y regresa a vincularse de lleno como caricatógrafo del periodismo colombiano. En 1940 es invitado por Jorge Eliécer Gaitán a participar como pintor en el Primer Salón de Artistas Nacionales, donde expone sus óleos «Esquina de San Ignacio», «Barrio Egipto» y «Libro de estampas». Entre las publicaciones que acogen su obra carictográfica figuran Universidad (1921 a 1929), Cromos (1921 a 1961), Buen Humor (1922), Mundo al Día (1921-1934), Diario El Nacional (1926), El Espectador (1931-1952), Batalla (1944-1945), Sábado (1943-1953), Crítica (1949-1951), El Liberal (1946-1951), El Tiempo (1948-1965), La República (1954-1965), La Patria (1960-1962), El País (1960-1962). Cultor de la historieta como género periodístico y de entretenimiento, publica «Mojicón» (1924) en el diario vespertino El Mundo al Día, la primera historieta que registra la historia de la caricatografía colombiana, adaptación de «Smity» del Daily News. En 1949 crea «Don Amacise» y «Misia Escopeta» para el semanario Sábado, dos historietas auténticamente colombianas. Intenta publicar en El Tiempo (1948), las tiras cómicas «Las aventuras de Bambuco y Piolín», pero no alcanzan la circulación necesaria para posicionarse. Finalmente publica por su propia cuenta «Don Amacise», entre 1952 y 1953, aventura quijotesca que se hunde porque no encuentra capital para sostenerla.
A la muerte de Rendón asume sus banderas el caricatógrafo caldense Alberto Arango, Boleta, Desperd (1897-1941). Odontólogo de profesión, egresado de la Universidad Nacional de Colombia, que ejerce inicialmente en Barranquilla, Chinchiná y Salamina. Deja su profesión para convertirse en director de la Imprenta Departamental de Caldas. Las dificultades económicas lo llevan a desempeñar innumerables oficios que varían desde la ebanistería a la labor de banderillero. Entre 1930 y 1936 desarrolla un intenso trabajo en el arte y la gráfica. Diseñó carátulas para libros del pensador Fernando González, el poeta León de Greiff, el caricalomista caldense Jesús Arango Villegas, y el historiador Germán Arciniegas, para quien también realizó las ilustraciones de su libro «El estudiante de la mesa redonda». Es cofundador de la Escuela de Bellas Artes en Manizales (1931), donde estudian los caricaturistas regionales Samuel Acevedo y Juancho Hoyos. Su deseo de ofrecer el arte a los obreros, a los niños, a los ancianos, sin requerimientos pedagógicos y culturales, lo lleva a repensar el concepto de Escuela de Artes y funda el Círculo de Artes Industriales en 1932. Las condiciones económicas lo harán viajar a Bogotá donde se vincula con El Espectador. Desde las páginas editoriales de este diario fustiga a Laureano Gómez. Comparte con José Umaña Bernal, Ricardo Rendón, Luis Vidales, los hermanos León y Otto de Greiff, Germán Arciniegas, Ciro Mendía y Felipe Lleras Camargo, las tertulias del Café Rivière. Funda en 1931 las revistas de humor Sancho y El Gato. El suicidio de Rendón le abre las puertas del escenario periodístico que lo confirma como el principal caricatógrafo político. Sus caricatografías aparecen simultáneamente en El Espectador, El Tiempo, La Razón. Crea el personaje caricatográfico «Pepecura», un gamín bogotano. En 1936 es nombrado director de la Escuela de Bellas Artes de Bogotá, adscrita a la Universidad Nacional de Colombia, pero sus enfrentamientos ideológicos con Ramón Barba, quien quería formar una elite artística a través de la Escuela, lo obligan a renunciar al cargo a finales del mismo año. «Continúa su trabajo en la prensa, pero la fama como caricaturista no brinda todos los beneficios que pudieran esperarse: Arango decide cambiar de nuevo de rumbo, dedicándose a la explotación de oro cerca de Ibagué. El 16 de febrero de 1941, a la edad de 44 años, es asesinado cuando regresa de la mina» (Banrepública, 1988, pp. 47-49).

Figura 6: Osuna, el caricatógrafo del hito de los clásicos, de mayor independencia ideológica.
Finalizada la segunda guerra mundial, aparece en la escena colombiana el trabajo de Peter Aldor (1904-1976), caricatógrafo húngaro (Budapest) con estudios de ingeniería mecánica. Su primer libro «1944» recoge sus trabajos de dibujo y caricatografía realizados con seudónimo en el marco de la segunda guerra mundial. El éxito de esta publicación sobre esa penosa época y su sentimiento antinazi lo impulsa a abandonar la ingeniería mecánica y a dedicarse al oficio de la caricatografía. En 1946 colabora con la agencia France Press. Desde 1948 se radica en Colombia e inicia su trabajo en El Tiempo (1949-1976). Durante estos años, Aldor ilumina con su visión cosmopolita la opinión pública colombiana sobre los sucesos internacionales. Entre 1955 y 1956 hace un receso en El Tiempo, para colaborar con El Mercurio. Sobre su obra afirma Roberto García Peña (s.f): «Sus dibujos... constituían una especie de ilustración de nuestros propios artículos contra el nazi-fascismo, vencido por la coalición de los países democráticos. Más tarde, al cambiar el rumbo de la historia, Aldor libró, a base de sus pinceles maestros, dura batalla contra el comunismo staliniano, siempre en defensa de las libertades por todos los totalitarismos pisoteadas y aniquiladas» (p. 5). Sus familiares y amigos recogieron una muestra significativa de sus trabajos bajo el título «Aldor». En esta obra se aprecia su habilidad en el manejo de la fisonomía caricatográfica. Al respecto Anna Kipper (s.f.) señala: «Todos los políticos del momento, vivos o muertos, –entre estos últimos un Stalin cuyo bigote parece oler a vodka, los Kennedy, bastante angelizados, un Churchill superbritánico y, luego, un Mao volador, con su ropaje flotante, hinchado como un balón; De Gaulle malhumorado, Adenauer, el zorro; un Franco en miniatura y miles y miles más, poblaron el mundo interior de Peter Aldor» (p.8). En la edición póstuma se aprecia el manejo maestro de la técnica de la plumilla, donde los trazos rápidos y sinuosos configuran los rostros y situaciones comentadas; en ocasiones se aprecia el uso del pincel seco y del grafito para sugerir sombras y volúmenes, pero en la mayoría de sus obras Aldor recurre a la trama de línea para matizar sus dibujos. Aldor, como muchos caricatógrafos políticos de la primera mitad del siglo XX utiliza el diálogo fuera de la viñeta, el cual se convierte a su vez en comentario. El mundo (globo terráqueo) es motivo de reflexión y constante protagonista de sus viñetas.
En la mitad del siglo XX aparecen dos figuras que harán frente al régimen dictatorial de Gustavo Rojas Pinilla: Hernán Merino y Hernando Turriago, conocido como Chapete.
Hernán Merino Puerta (1922-1973), caricatógrafo bogotano que vivió sus primeros años en Manizales entre1924 y1938. En la capital de Caldas estudió en la Escuela de Bellas Artes y en el Instituto Universitario de Manizales. En 1938 se traslada al departamento de Antioquia, donde culmina sus estudios secundarios en el Liceo de la Universidad de Antioquia de la ciudad de Medellín. Allí conoce al maestro Pedro Nel Ospina y se incorpora al Grupo de los Seis, conformado por el escultor Rodrigo Arenas Betancurt, los poetas Carlos Castro Saavedra, Octavio Gamboa, Jorge Montoya Toro y el escritor, periodista y posterior presidente de Colombia, Belisario Betancur Cuartas. A los 16 años es profesor de dibujo en las universidades de Antioquia y Bolivariana, uno de sus alumnos es Fernando Botero. Realiza ilustraciones para El Colombiano y el suplemento literario del mismo: Generación. En 1946 se traslada a Bogotá donde se vincula inicialmente a la ilustración caricatográfica publicitaria. Posteriormente se vinculará a la revista Semana y los diarios El Tiempo y El Espectador. Se convierte en asiduo contertulio del Café El Automático, donde ejerciera su cátedra peripatética el singular poeta colombiano León de Greiff. Participó con Pepón y Chapete en el programa «Lápiz mágico» presentado por Gloria Valencia de Castaño. Como Chapete, Merino padeció la censura del régimen de Rojas Pinilla. Sobre su obra nos refiere Beatriz González (1987): «Cuando se examinan colecciones de caricaturas de Merino, se logra establecer varias preocupaciones que marcan su obra. En primer lugar, una tendencia al costumbrismo, que lo lleva a crear en 1955 un tipo de hombre colombiano, José Dolores –una especie de creación simultánea con Chapete–, que va representar al pueblo. Con humor, este personaje de franela antioqueña, de ojos asustadizos, expresa la lucha que libra y las agresiones de que es victima... La búsqueda de la actualidad es otra de sus preocupaciones... La actualidad que maneja Merino tiene que ver con lo universal –la llegada del hombre a la luna–, y lo particular –la lucha diaria de una pobre familia que busca en su vivienda de cartones donde colocar el retrato de un político de turno– [...]. La manera de verter el costumbrismo y la actualidad no estaba exenta de crudeza y vulgaridad. Con merino se pasó de una representación de una Bogotá neoclásica, esa especie de Mariana francesa que interpretaron Ricardo Rendón y Pepe Gómez, a una mujer gorda, desgreñada y vieja que duerme sobre el suelo en una estera. A la crudeza y vulgaridad que siempre ha acompañado a la caricatura, se agrega en Merino otro ingrediente, propio también de la misma: la predilección por el humor negro, unas veces con el aspecto de inocente maldad –como aquella en que una mujer pobre, lee trabajosamente una receta: se toman dos pollos..., otra con tajante crueldad, como la de un niño a quien los secuestradores han colocado el cuchillo al cuello... Con las caricaturas de Merino que tratan temas generales y políticos se podría escribir la historia social y política de Colombia en las décadas del cincuenta y del sesenta» (pp. 7-12).

Figura 7: Pepe Gómez, caricatógrafo político del hito de los pioneros.
Por su parte Hernando Turriago Riaño Chapete (1923- ¿?) también ejerció una radical oposición desde su tribuna gráfica en El Tiempo al régimen de Gustavo Rojas Pinilla, lo cual lo llevó a ser censurado, perseguido y encarcelado. La valerosa actitud de este caricatógrafo bogotano, liberal oficialista, le valió el reconocimiento nacional e internacional refrendado con el premio Mergenthaler de la Sociedad Internacional de Periodistas (1956). Estudió en la Academia Ramírez y en la Escuela de Bellas Artes de Bogotá. Entre 1947 y 1950 vivió en Estados Unidos, donde trabajó en el departamento de propaganda de los supermercados A&P y en el Departamento de Información Visual de la ONU. Trabajó para El Tiempo entre 1944 y 1964. Colaboró con el semanario Sábado y con The Daily de Nueva York. Realizó dibujos animados y en los primeros años de la televisión colombiana participó en el programa «Lápiz mágico». La «Enciclopedia británica» de 1964 reprodujo su caricatura en homenaje a Jhon F. Kennedy. En 1996, Planeta editó una memoria gráfica de su obra, con prólogo de Hernando Santos Castillo y reseña crítica de Antonio Cruz Cárdenas. En la reseña Cruz Cárdenas plantea (1996): «Desde luego, Chapete trabaja para un periódico y muchos de sus monos reflejan la orientación política que iban teniendo sus editores. Es notorio, por ejemplo, que muchas de sus caricaturas de los años setenta fueran antilopistas cuando Alfonso López Michelsen, era Jefe del MRL y disidente liberal; años más tarde, cuando se convirtió en candidato único de su partido, en 1974, las caricaturas se tornaron lopistas» (p. 14). Respecto al personaje que acompaña invariablemente las caricatografías de Chapete, Cruz Cárdenas cuenta que: «Sus amigos lo llamaban Chapete porque lo encontraban parecido al amigo de Pinocho: era bajito, gordo y zumbón. Y él les siguió la broma: convirtió el apodo en autocaricatura, que siempre aparece en la escena de sus dibujos y era más elocuente que su firma... el chapetico forma parte del episodio y a la vez asume el papel de la opinión callejera o de salón y corrobora lo que muestra el dibujo o dice la leyenda. Es diminuto y ovoidal, juez y parte» (p. 14).
En la segunda mitad del siglo XX se afianza en el periodismo colombiano una generación que todavía da cuenta de la realidad política colombiana a través de sus opiniones gráficas, caracterizada por una actitud política más independiente y por un manejo clásico en la caricaturización de la figura humana.
De esta cohorte hace parte Luis Eduardo López, Luisé, Rigot (1929). Caricatógrafo valluno nacido en Palmira y especializado en caricatografía política. Estudió en el Instituto de Bellas Artes de Cali e inicio su ejercicio caricatográfico en la legendaria publicación caleña El Gato, dirigida por Frisco González. En 1955 fue vinculado al ejército como dibujante y en 1956 empezó a colaborar con El País. Publicó con los heterónimos Luis Eduardo, Luisé y Rigot para el ejército nacional, El País y El Gato, respectivamente. Con motivo de la conmemoración de los cincuenta años de El País (2001), este diario comenta en su página electrónica: «Occidente, El Tiempo, El Siglo, Relator, La Patria, entre otros, son diarios que han dado cabida a la agudeza de este artista, para quien la vida es bondad y sentido del humor. Desde 1982 es El País la sede permanente de la capacidad de observación de alguien que tiene el don para encontrar el absurdo en las circunstancias más solemnes. Ha obtenido el premio Mergenthaler, otorgado por la Sociedad Interamericana de Prensa, SIP, y una mención de honor del Premio Simón Bolívar».
Con una visión regional y también en el valle del Cauca desarrolla su trabajo Luis Elciades Mosquera Elciades (1930). Caricatógrafo político nacido en Dagua (Valle), estudió dibujo publicitario en una academia de Bogotá. Entre 1971 y 1986 se desempeñó como caricaturista de planta de El País de Cali. En 1978 obtuvo el premio Mergenthaler de la Sociedad Interamericana de Prensa, SIP. Presentó sus trabajos en Montreal, Canadá, San Tolentino, Italia, y en Bulgaria, donde obtuvo menciones de honor. Desde1995 fijó su residencia en Nueva York, allí colabora con caricaturas e historietas para el diario The Extranews de Hartford, Conetticutt (El País).
Otro de los caricaturistas que puede ser clasificado dentro del hito de los clásicos es Jorge Heriberto Duarte (1934-1991). Nacido en Bogotá, vinculado ideológicamente con la izquierda colombiana, publica sus primeras caricatografías en El Tiempo en 1955. En 1970 crea en compañía de Mario Romero, una academia de Bellas Artes denominada Artistas Famosos que alcanzó a sostenerse por cuatro años, en ella ofreció cursos de ilustración, caricatura e historietas, orientadas por Pepón y Carlos Garzón. Buen fisonomista y profundo conocedor de la estructura narrativa de la historieta, Duarte aprovechó estos dos géneros caricatográficos en la realización de la sección «Telehumor» de la telerevista de El Espectador, y una historieta política sobre la toma de la embajada dominicana. La historieta narra de forma humorística la toma realizada por un comando del M-19 en el gobierno de Julio Cesar Turbay Ayala. Fue publicada por iniciativa propia en 1981, con el título: «Tomata de la embajada». Ese mismo año publica el ensayo caricatográfico «Un año espantoso», donde comenta los sucesos de 1981. Bajo los heterónimos Duarte y Alkimio publicó en el semanario Voz, su más virulenta producción contra los vicios y aberraciones que falsean los principios de un sistema democrático. Desde esta atalaya fustiga con una clara conciencia de clase la intervención de Estados Unidos en la política interna colombiana; las exigencias del FMI, sus incidencias en la pauperización del pueblo colombiano; y las artimañas demagógicas de la clase dirigente. Duarte también ejerció su trabajo de caricatografía política en las páginas del diario El Espectador. Allí, condicionado por la orientación de este diario, su sátira política tiene que eludir el lenguaje de pancarta y desarrolla un humor más sutil e inteligente, sin perder su compromiso sociopolítico. Respecto al arte caricatográfico en Colombia, Duarte (1984) opina: «Debido a la ausencia de revistas especializadas, aquí el caricaturista tiene que ceder ante los intereses políticos de los grandes diarios y ejercer una autocensura si aspira ver publicados sus trabajos, valiéndose de sutilezas para tocar fondo. El resultado es un humor provinciano, amarrado. No es agresivo, no muerde y su estancamiento se percibe debido a la poca importancia que se le da, limitándolo a material de relleno. Al lado del humor picante, irrespetuoso y antisacro que predomina en otros países, aquí aún vemos insulsos chistecitos basados en bebitos que a diario rezan al Niño Dios, en las primeras páginas de nuestros más serios periódicos, en donde prefieren recortar caricaturas de la prensa extranjera que darle oportunidad a nuestros propios valores».

Figura 8: Autocaricatura de Vladdo, uno de los caricatógrafos políticos más talentosos del hito de los asociados.
Uno de los caricatógrafos políticos del hito de los clásicos de mayor prestigio en Colombia es, sin duda, Héctor Osuna. Este caricatógrafo antioqueño, nacido en Medellín en 1936, pero radicado en Bogotá desde 1946, Inicia su carrera caricatográfica en el diario El Siglo en 1959 con obras suscritas como HO y colabora con el recién fundado diario Occidente de Cali. En 1960 ingresa al diario El Espectador. A pesar de su filiación conservadora se reconoce su independencia mental en el ejercicio de la caricatura. Gabriel García Márquez (1983) afirma en prólogo del libro «Osuna de frente»: «Aunque se le considera el caricaturista político más lúcido y feroz que ha tenido Colombia, su ferocidad es mucho más que política, porque es sólo moral. Carece del cálculo matrero, de las pasiones efímeras, de los apetitos terrestres de los políticos» (p. 7). Bajo la tutela del diario de los Cano quienes respetan y protegen su independencia intelectual, vigila durante cuatro décadas el acontecer nacional haciendo gala de una erudición humanista, un limpio y progresivo desarrollo de la técnica de la plumilla y de la forma, que varía de rígidas figuras y composiciones en sus primeras obras, hasta las ágiles y rápidas caracterizaciones del nuevo milenio. A esta maestría técnica, fruto de una búsqueda constante de posibilidades expresivas, se une un criterio moral que lo erigen como un riguroso profesional de la caricatografía. Se le otorga el Premio de Periodismo Simón Bolívar (1973), distinción que declina, pero acepta el Premio Nacional del Círculo de Periodistas de Bogotá (1983). Cuando la familia Cano vende El Espectador al grupo económico Santodomingo, Osuna, en un nuevo acto de autonomía, se retira de la publicación y pasa a colaborar con la revista Semana. Con él se lleva su «Exposición permanente», exhibida con orgullo en la sala de redacción del diario de los Cano desde 1964, colección constituida por cincuenta personajes de la política nacional e internacional, hechos a todo color en un estilo cubista, donde se evidencia su idoneidad en la fisonomía caricatográfica, un género que domina con suficiencia y que apoya su trabajo en el comentario político. Otro característica de la obra de Osuna es la capacidad para crear personajes caricatográficos que se convierten en referentes de una etapa política y en comodines para su ejercicio satírico: los caballos de Usaquén simbolizan la represión durante el mandato de Turbay; una monja escapada de un cuadro de Botero, la visión romántica y bucólica del gobierno de Belisario Betancur; unos perros dálmatas, las salidas en falso de los delfines de Alfonso López Michelsen; jirafas e hipopótamos, la desmesura del narcotráfico. Seguro de la independencia que le garantiza la Dirección de Carlos Lleras de la Fuente, regresa a El Espectador en el 2001, semanas antes de que la publicación se convierta, por la crisis económica que afecta al país, en un semanario.
Otra de las figuras del hito de los clásicos que ejerce en los albores del siglo XXI es José María López Prieto, Pepón, (1939) caricatógrafo caucano nacido en Popayán. Pepón publica sus primeras caricatografías en los periódicos de su colegio y para el periódico de su padre. Viaja a Europa y colabora en España para la revista Codorniz. En 1961 inicia su carrera profesional en el diario El Espectador. A partir de 1971 se vincula con El Tiempo, donde aún colabora con la sección diaria y el resumen dominical denominado Séptimo Día. Participó con Gloria Valencia de Castaño, Merino, Carrizosa y Chapete en el programa de televisión «El lápiz mágico». Posteriormente realiza su propia aventura televisiva con el programa infantil «Minimonos», animado por Yady González. Pepón es el primer caricaturista que edita, en gran tiraje, sus personajes caricatográficos en la revista infantil Minimonos (1973), en la cual participan dibujantes como Juan Valverde, Hernando Chato La Torre Jr., Patricia Donald, Bernardo Rozo, Ronald Cristofanni, Hernando Campos. En Minimonos Pepón hace gala de su talento creativo al desarrollar personajes como «Papá Jipy», «Los chiconautas», «Zipita», «Protin», «El agente ZZ7», «Vladimir», «Los Sardinos», «Los MiniMonstruos» y «Jojoa». Su obra caricatográfica ha sido publicada en los más importantes diarios y revistas, entre las que figuran El Tiempo, El Espectador, Estrategia Económica, The Colombian Post. Fue presidente del Colegio Nacional de Periodistas y vicepresidente de la Federación Latinoamericana de Periodistas y estuvo vinculado al consulado de Colombia en Sao Paulo, Brasil. Entre sus publicaciones figuran: «Ahí están pintados» (1992), «Elección Colombia» (1992) y «No me crean tan revolcón» (1994) entre otros.
Un caricatógrafo que hace un aporte significativo a la caricatografía política colombiana en la segunda mitad del siglo es Alberto Donado Olivares, Al Donado (1941). Nacido en Ciénaga, Magdalena, Al Donado apropió el uso de fotocaricatura hasta convertirla en un sello característico de su producción caricatográfica. En su más reciente producción, presentada en la Feria del Libro de 2001, Al Donado profundiza en esta técnica y con los recursos que brinda el computador, compone una serie de fisonomías caricatográfícas de hermosa factura y con excelente caracterización. Al Donado estudió bellas artes en la Universidad Nacional de Colombia, fue colaborador de El Espectador, hasta que la familia Cano lo vendió al grupo Santodomingo. Su personaje caricatográfico Don Roque, fue premiado con el Premio Simón Bolívar en 1981 y recibió el Premio S.I.P. Mergenthaler de 1982, en Chicago, Estados Unidos, por su colaboración en una campaña didáctica sobre el nuevo código penal colombiano. En 1984 recibió el premio del Circulo de Periodistas de Bogotá por su sus fotocaricaturas.
La caricatografía colombiana se renueva con la aparición del hito de los innovadores y aunque estos cultivan con preferencia el humor caricatográfico, caricatografos como Armando Buitrago –más conocido como Timoteo en su producción en El Siglo y Ugo Barti en El Tiempo– y Antonio Caballero se destacan en caricatografía política. Para Vladimir Florez, Vladdo (2002): «Ugo Barti es uno de los mejores caricaturistas con que cuenta el país y paradójicamente uno de los menos conocidos. Barti es un caleño que firmaba como Timoteo en el periódico El Siglo, donde inició su carrera. Colaborador de Portafolio y de las Lecturas Dominicales de El Tiempo, Barti es un fisonomista impresionante, poseedor de una vasta cultura y de una timidez blindada (www.semana.com).
Otra de las líneas de innovación en la caricatografía colombiana la propone al nororiente del país César Augusto Almeida. Kekar (1956), caricatógrafo santandereano (Rionegro) que inició su ejercicio profesional en el periódico Vanguardia Liberal. Nutrido con las influencias de caricaturistas nacionales e internacionales, como Naide y Fontanarrosa, desarrolla un grafismo poco convencional. A nivel gráfico, su obra se caracteriza por el uso de figuras bruscas que no respetan el canon académico, de una plumilla que reitera líneas gruesas y parches de tinta y un curioso y recargado sol que aparece en muchas de sus caricatografías como testigo de los sucesos. En este sentido, la caricatura de Kekar es una propuesta moderna que profundiza la ruptura de los paradigmas estéticos de la caricatografía colombiana en la segunda mitad del siglo XX. Su concepto de humor se apoya en el manejo de un lenguaje donde es posible rastrear los mecanismos de la risa propios del chiste: condensación, uso del mismo material lingüístico, doble sentido, errores intelectuales. Colabora con el semanario Nueva Frontera, con El Tiempo, la revista Diners y Educación y Cultura. En esta última publicación realiza un trabajo de ilustración caricatográfica donde logra que sus apuntes puedan ser leídos independientemente del texto que los inspiró. En 1984 publicó la primera compilación de su obra bajo el título «Social política y mamagallísticamente hablando».

Figura 9: Ricardo Rendón, considerado por antonomasia el caricatógrafo político de Colombia.
Desde la costa atlántica aparecen los grafismos de un artista para comentar la actualidad regional y nacional con un personaje caricatográfico que desafía los cánones de los clásicos en el manejo de la figura humana. Es la propuesta de Guillermo Salcedo, Guillotín, artista plástico seleccionado por Martha Traba para hacer parte, en 1968 del Primer Salón Nacional de Rechazados. Primer premio en el XVII Salón Nacional de Artes Visuales 1978. Invitado especial al salón Cant de Caracas en 1989. Invitado especial del Ohio Internacional Institute for the Graphics Arts, en diciembre de 1990. En 1978 se vincula con el Grupo Experimental Sindicato, con el cual participa hasta obtener el primer premio del Salón Nacional de Artistas (1991). Ha publicado en El Heraldo, Diario del Caribe, El Nacional, La Prensa, El Tiempo, El Espectador, El Mundo («Enciclopedia del humor»).
Entre el hito de los innovadores y los asociados surge la figura del caricatógrafo bogotano Álvaro Palomino, Palosa (1957). Inició su carrera a los 17 años cuando publica su primera caricatografía en una sección aficionada de El Espectador. En 1979 colabora con el diario El Siglo en la sección «Entre tinta y tinto». Desde 1981 trabaja con El Tiempo en la ilustración caricatográfica de las revistas Elenco, Carrusel, Cronómetro, Lecturas Dominicales. Sus trabajos aparecen en las publicaciones Cromos, Síntesis Económica, Diners, Credencial, Acunoticias, Summa, Aló, Mamola, Al Día. Se aventura en los terrenos de la caricatumedia con la animación en la televisión colombiana de secciones para los programas «Testimonio» y «Noticiero AM-PM» (Palosa, 1993). Por el manejo de su grafismo puede clasificarse el trabajo de Palosa en el hito de los innovadores, aquellos caricaturistas colombianos que rompen con el canon clásico del manejo de la figura humana. Solitario e introvertido no participó de ninguno de los grupos de asociados que tuvieron lugar en Bogotá en la década del ochenta, aunque estuvo cercano a sus integrantes. Su trabajo fue premiado en el Festival Mundial de Caricatura, Calarcá 89, en la modalidad Humor Político Nacional. En 1992 obtiene el premio del Círculo de Periodistas de Bogotá, el mejor caricaturista del año. Recopila su trabajo en el libro «El mejor caricaturista del mundo».
Herederos de la pasión de Naide por el humor caricatográfico e hijos del periodo de la historia colombiana denominado El Frente Nacional, son pocos los caricatografos identificados dentro del hito de los asociados que cultivan la caricatografía política. En el Taller de Humor una de esas excepciones es Jorge Enrique Grosso (1957), boyacense, egresado de Bellas Artes de la Universidad Nacional de Colombia quien ejerce como caricatógrafo político desde 1981, época en que se vinculó a El Tiempo, en remplazo de Naide. También ha cultivado el género de la historieta; es creador de las tiras cómicas «Atila», «Querubín», «La princesa Creolina», «Mugrosso», «Garlopín», «San Victorino», entre otras. Fue uno de los primeros caricatografos que incursionó en el campo de la caricatumedia con los dibujos animados para el noticiero «Cinevisión» y el programa satírico «Zoociedad». Profesor de las universidades Nacional y de los Andes. Editor de la revista de humor e historieta El Bus.
Álvaro Montoya Gómez –Alfín– es un caricatógrafo político que asume su vocación luego de participar del ejercicio de taller que significó su vinculación con el Cartel del Humor. Periodista conservador de gran chispa e ingenio, Álvaro Montoya G. nació en Manizales en 1949, pero vive en Bogotá desde 1960. Realizó estudios de derecho en la Universidad Nacional de Colombia y se vinculó al diario El Siglo en 1970. En 1978 creó la columna «Notas de un bionauta» con la cual se ganó el Premio Nacional de Periodismo Simón Bolívar (1982) como mejor columnista. Fisonomista caricatográfico ocasional, incursiona en la caricatografía política en 1994 con el seudónimo de Alfín en el diario El Nuevo Siglo. En esta etapa afila sus lápices contra lo que denomina el régimen serposamperista. Su trabajo le lleva a conquistar el Premio Nacional de Periodismo del CPB (1997) como mejor caricaturista. Las amenazas recibidas lo obligan a silenciar su opinión tanto a través de la columna «Notas de un bionauta», como de su comentario gráfico bajo el seudónimo de Alfín y a exilarse del país por un tiempo.
En las toldas de El Cartel del Humor, Vladimir Florez Florez, Vladdo (1963), caricatógrafo y diseñador gráfico nacido en Armenia, Quindío, es el caricatógrafo de las nuevas generaciones que asume con mayor rigor y consagración el oficio de la caricatografía política. En sus primeros años de vida se traslada a Bogotá (1970) donde cursa estudios primarios y secundarios. Ideológicamente identificado como conservador, su primera publicación la realiza en la revista Los Monos de El Espectador (1984), pero realmente se inicia como caricatógrafo profesional en las páginas editoriales del diario La República (1986); y a finales de ese año reafirma su opción vital con su primera exposición individual en la Alianza Colombo-Francesa. Respecto a su obra Germán Fernández (2000) señala: «Lo conocimos durante los años ochenta. El caricaturista –todavía en formación– mostraba ya su propio y particular talante. Un carácter lo suficientemente ecléctico para no caer en el sectarismo, lo suficientemente digno para una opinión autónoma y lo suficientemente conservador como para no renegar del sistema político que –al fin y al cabo– habrá de acogerlo luego, a pesar de sus sediciones gráficas y sus impertinencias [...] al examinar de cerca su trabajo, tenemos que admirar la entereza con la que ha asumido su oficio. No hay lugar allí para retoques preciosistas o especulaciones pictóricas. Se impone la virtud frugal –casi monástica– de la síntesis, la economía de la línea y los espacios. La fuerza discursiva de lo textual adquiere entonces repercusiones superlativas. Vladdo hace así gala de un manejo excepcional del lenguaje verbal en el que sobresalen los juegos de palabras, la ironía, el absurdo, los giros semánticos y otros recursos semejantes. Esto, por supuesto, sin hacer a un lado la experimentación a nivel puramente gráfico. Como otros de sus colegas, Vladdo se lanzó desde temprano al mundo de la ilustración digital, sacando ventaja de las alternativas que ofrece el computador al dibujante: los fotomontajes y collages, la versatilidad de la tipografía, los efectos especiales, la posibilidad casi ilimitada de corregir y actualizar un documento sin volver a empezar de ceros. De hecho, crea en 1994 –después de haber tomado parte en el Curso de Diseño Gráfico de La Haya– su sección insignia “Vladdomanía”, en la que asume mente la óptica del diseñador gráfico en su oficio de caricaturista. Desde entonces le puede apostar al reto de “mantener la universalidad del humor gráfico dentro de la especificidad de la caricatura política, sin que exista detrimento de ninguna”» (pp. 62-73). Vladdo realizó estudios de diseño publicitario en la Universidad Jorge Tadeo Lozano y en el CIDE. Como diseñador gráfico y caricatógrafo su trabajo ha sido acogido en las páginas de El País, El Siglo, El Tiempo, El Diario del Otún, El EspectadorD, Semana, Cromos, La Crónica del Quindío, The Colombian Post, El Periódico de Cartagena, El Diario del Huila, El Universo de Guayaquil, Soho, Gatopardo, Semana Junior y la revista Puntocom. Entre los libros publicados figuran «Mis memorias, así me recuerda Vladdo» (1989), «Vladografías; diez años de caricaturas» (1996), «Aleida a flor de piel» (1999), «La agenda de Aleida» (2000) y «Manual de separación» (2001), «Lo peor de lo mejor» (2002), entre otros. Ha recibido dos veces el Premio Nacional de Periodismo Simón Bolívar (1996-1998), el Premio de Excelencia de la Society of Newspaper Design, de Estados Unidos (1994) y el Premio Nacional de Periodismo del CPB (1988). Fue seleccionado para participar en Alemania en la muestra Hoch-Zeit Für die Eine Welt, exposición de caricatografías alusivas a los 500 años del descubrimiento de América (1992). En 2002 recibe el Premio Mergenthaler de la Sociedad Interamericana de Prensa, SIP.
En 1987 circuló el semanario Mamola donde se reseñaba de manera humorística el acontecer político del país. En los números de este semanario se pueden apreciar los nombres de los más importantes caricatografos colombianos del momento: Caballero, Guerreros, Linares, Guillotín, Kekar, Matty, Calarcá, Rincón, Ari, Yayo, Vladdo, Duarte, Rubens, Nicholls. Como nota curiosa se puede reseñar en este semanario el trabajo de Joe Broderic, autor de «Camilo Torres, el cura guerrillero», quien firmaba con el seudónimo de Jorobe.
Como los asociados de Bogotá, los caricatógrafos reunidos en Medellín en torno a la revista Frivolidad, también prefieren el cultivo del humor caricatográfico, sin embargo, algunos de ellos tienen que asumir la caricatografía política como medio de subsistencia y divulgación de su trabajo. Entre ellos figuran Harol Trujillo, quien firma con el seudónimo de Chócolo, Carlos Mario Gallego, líder del grupo Frivolidad y uno de los integrantes de Tola y Maruja, quien publica en El Espectador como Mico, y Esteban París, encargado de la caricatografía política en El Colombiano de Medellín al lado de Ramiro Zapata. Cercanos a este grupo de caricaturistas aparecen los grafismos de Valmez. Ricardo Betancur Sarmiento, Ricky, es otro de los caricatografos paisas que cultiva ocasionalmente la caricatografía política, sus personajes boterianos han aparecido con frecuencia en el suplemento El Colombianito, donde asumió la página denominada pasatiempos.
Tres caricatógrafos jóvenes del eje cafetero, optan por ejercer la caricatografía política y logran figuración nacional: Ari, Mheo y Papeto. Mario Hernando Orozco Mheo, caricaturista risaraldense nacido en Pereira es comunicador social de profesión, inició su ejercicio caricatográfico en el Diario del Otún, ha publicado en El Tiempo, y colabora con El País desde 1994. Actualmente publica sus trabajos en la revista Cambio. Fue nominado al Premio Nacional de Periodismo en 1996.
Fabio Arias, caricatógrafo caldense nacido en Pácora, quien firma como Arí, ejerció inicialmente en el diario La Patria, de Manizales, donde se desempeñó, también como jefe de redacción, actualmente colabora para el diario regional de El Tiempo.
«El terreno de la caricatografía política ha sido abonado por la producción masculina, sin embargo es necesario señalar en este género la presencia de la mujer con las realizaciones de Atala Márquez, quien publicara en el diario Voz Proletaria, hoy Voz, con el seudónimo de Camila, en homenaje al sacerdote guerrillero y María Edith Jiménez, caricatógrafa quindiana, nacida en Armenia (1976), quien es una de las pocas mujeres que en la actualidad realiza caricatografía política en Colombia. Ganó el premio Jóvenes talentos del Salón Antonio Valencia (1999), promovido por el Instituto de Bellas Artes del Quindío. Publicó sus primeras ilustraciones en el libro “Talleres de la infancia”, editado por el Comité Departamental del Quindío y en la revista La Nota Agropecuaria de la Cooperativa de Caficultores de Armenia. Desde 1998 hasta el año 2000 realiza caricatografía política con La Crónica del Quindío. En ese mismo año se traslada a Bogotá e inicia estudios de diseño gráfico en Cide» (Fernández, 2000).

 

Bibliografía

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