H.G. Oesterheld: maestro de los sueños
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De Códex a casa y de casa a Abril

 

Andrés Ferreiro, Fernando García, Hernán Ostuni, Luis Rosales, Rodriguez Van Rousselt
Investigadores, Bañadera del Cómic, Buenos Aires, Argentina

 

Resumen

Héctor Germán Oesterheld fue detenido y desaparecido por la dictadura argentina hacia 1977. Este hecho ha provocado que el recuerdo del maestro tenga más que ver con su condición política que con su verdadera faceta creativa. Pocos trabajos (tal vez no era tiempo aún) rescataron al hombre, al creador. Oesterheld, sin saberlo, creó una nueva forma de escribir la historieta. Él decía que debía ser lo más documentada posible para servir de instrumento educativo y no sólo como mero entretenimiento. «H. G. Oesterheld: maestro de los sueños» es hasta ahora el trabajo más completo de rescate sobre la vida y la obra de este gran artista. Les presentaremos desde ahora y en entregas sucesivas un resumen de lo que es en realidad una obra de mayor envergadura pero que les permitirá asomarse y conocer a este gran creador.

Abstract

Héctor Germán Oesterheld was arrested and disappeared by the Argentinian dictatorship in 1977. This fact has made that the memories about the Master became more linked to his politics than to his truly creative aspects. Few works (perhaps it was not the time for that, yet) rescued the man, the creator. Unknowingly, Oesterheld created a new manner of writing comics: he used to say that authors should use all possible documentation in order that comics became an educational tool and not only simple entertainment. Until now «H. G. Oesterherd: Master of the Dreams" is the most complete work of rescuing of this great artist’s life and works. From now on, we will present them in successive instalements, in reality as a summary of something of a much higher magnitude, but that will permit readers to have a look at his work and know a little more about this great artist.

 

Cuentos, cuentos y algo más

«Mi madre estaba en la cocina. Fui allá y le mostré el periódico sin decir nada. Ni siquiera lo miró, tan ocupada estaba en preparar los tallarines. Insistí, diciéndole que si mirase con atención el diario, tendría una sorpresa. Vio mi nombre impreso, debajo del cuento y no pudo leer nada más. Las lágrimas se lo impidieron. Tuve que leerlo yo. Fue una de las mayores emociones de mi vida».
Así contaba Oesterheld al cronista de O’Cruzeiro –Mário de Moraes, reportaje del 16/1/59– lo vivido en su hogar, la mañana del domingo 3 de enero de 1943, cuando en La Prensa publican su cuento «Truila y Miltar».
Obtiene la licenciatura en Ciencias Naturales, especializado en Geología. Trabaja en la Dirección Nacional de Minas, en Y.P.F., y en el laboratorio de minería del Banco Industrial de la República Argentina, recorriendo todo el país en función de sus tareas.
Pasa un tiempo y, debido al trabajo publicado, la editorial Códex lo convoca para escribir cuentos infantiles con destino a varias de sus colecciones. Al mismo tiempo un amigo, Carlos Hirsch, lo llama para que escriba unos artículos sobre la vida en el fondo del mar, para publicarse en la recientemente creada editorial Abril; pese a un rechazo inicial, finalmente gusta la originalidad del texto y es aceptado. En una oportunidad Oesterheld equivoca el destino de dos colaboraciones simultáneas: el cuento infantil lo deja en las oficinas de la editorial Abril y el de divulgación en Códex. Ambas empresas gustan de los envíos cambiados, por lo cual a partir de ese momento Oesterheld alterna sus dos tipos de trabajos en ambas editoriales.
De su labor en sendas empresas hemos detectado los títulos que, ordenados cronológicamente, reproducimos en la tabla siguiente.
Colección Editorial Título Dibujante Fecha
Fantasía Códex Tres amigos Humberto Caputti Dic-46
Cuentos Animados1  Códex El lago de las sorpresas Nazar Haleblian Feb-47
Naturaleza Códex Animales industriosos Axel Amuchástegui Abr-47
Hoy y Mañana Abril La vida de los animales prehistóricos Eugenio Hirsch Abr-47
Fuera de Colección Códex Beba y los piratas Enzo Nardi Ago-47
Cuentos de Abril Abril La rifa del gorrión Axel Amuchástegui Nov-47
Naturaleza Códex Nidos de pájaros Axel Amuchástegui Nov-47
Cuentos de Códex Códex La bella durmiente (de Grimm) M.C.Hidalgo May-48
Cuentos de Códex Códex La fiesta del zorro (de J.Chandler Harris) Humberto Caputti May-48
Cuentos de Códex1  Códex Peter Pan y Wendy (de M.Barrie) Nazar Haleblian May-48
Cuentos de Códex Códex Hansel y Gretel (de Grimm) Chikie May-48
Hoy y Mañana Abril El mundo maravilloso de los insectos2 Enzo Nardi Jul-48
Hoy y Mañana Abril La extraordinaria aventura de la tierra3 ? Jul-48
Hoy y Mañana Abril La aventura del petróleo ? Jul-48
Yo Soy Abril La foca Julio Silva Jul-48
Cuentos de Códex Códex Caperucita Roja (de Perrault) Nazar Haleblian Ago-48
Figuritas Códex El zar Saltán (de Pushkin) Eugenio Hirsch Oct-48
Yo Soy Abril El trencito (de Walt Disney) Walt Disney Oct-48
Yo Soy Abril El perro Walt Disney Oct-48
Mi Amigo Códex La maestra Axel Amuchástegui Mar-49
Naturaleza Códex Historia de las rosas y los tulipanes Axel Amuchástegui Abr-49
Naturaleza Códex Vida de los colibríes y aves del paraíso Axel Amuchástegui Abr-49
Cuentos de Códex Códex Fausto (de Estanislao del Campo) Athos Cozzi Jul-49
Figuritas Códex Una excursión a los indios ranqueles (de Mansilla) Athos Cozzi Oct-49
Figuritas Códex Facundo (de Sarmiento) Athos Cozzi Oct-49
Mi amigo Códex El cazador Axel Amuchástegui Abr-50
Mi amigo Códex El payaso Nazar Haleblian Abr-50
Mi amigo Códex El vigilante Nazar Haleblian Abr-50
Mi amigo Códex La enfermera Axel Amuchástegui Abr-50
Mi amigo Códex La secretaria Axel Amuchástegui Abr-50
El Tesorito4 Códex Conejito y conejita Humberto Caputti Abr-50
El Tesorito4  Códex Se ha perdido un lobito Humberto Caputti Abr-50
El Tesorito Códex La valiente mamá pata Humberto Caputti Abr-50
El Tesorito4 Códex Los dos ciervitos Humberto Caputti Abr-50
El Tesorito4 Códex El zorrito aprende a cazar Humberto Caputti Abr-50
El Tesorito4  Códex Las tres lechuzitas Humberto Caputti Abr-50
Yo Soy Abril El carrito bombero Julio Silva Ago-50
Escenarios Códex Corazón (de D’Amicis) Enzo Nardi Feb-51
Escenarios Códex Martín Fierro (de Hernández) Eleodoro Marenco Feb-51
Escenarios Códex Juana de Arco María del Carmen Feb-51
Escenarios Códex Cuentos de Grimm Carlos Freixas Feb-51
Escenarios Códex Cuentos de Andersen E.J.A. Renart Feb-51
Escenarios Códex Cuentos de Perrault Guillermo Mordillo Feb-51
Escenarios Códex Cuentos de Schmid Guillermo Mordillo Feb-51
Pint-Album (Serie Canela)6  Códex La pesca del burrito Axel Amuchástegui Abr-51
Pint-Album (Serie Canela) Códex El pic-nic del burrito Axel Amuchástegui Abr-51
Qué Parejita Abril El gigante y la pastorcita Teo Sep-51
La Historieta Misteriosa 7 Códex La victoria de los animalitos Martínez Parma Nov-51
Figuritas Códex Los hijos de Martín Fierro Athos Cozzi ? ?
Figuritas Códex La vuelta de Martín Fierro Athos Cozzi ?
Qué Parejita Abril El lobo y Caperucita Luis Destuet Jun-52
1.  Con ilustraciones móviles sobre la base de troquelados.
2.  En éste cuenta, partiendo de la actividad que ocurre en un baldío al amanecer, los pormenores de la vida de los distintos seres vivos que lo habitan, en forma amena y ocurrente:
«Ha comenzado un nuevo día para el baldío, y la vida palpita intensa en cada brizna de hierba, en cada grano de polen amarillo y perfumado.
»Ya llegó el dueño de la calesita, y ahora está quitando la lona que la cubre. Y en el sol de la mañana aparecen, llenos de vida ellos también, los alegres caballos de madera.
»A medida que saca las lonas, las va amontonando a un lado. Como ya en una ocasión se levantó un fuerte viento que casi las arrastró a la calle, busca ahora unos cuantos ladrillos para sujetarlas. Encuentra una pila de éstos entre los escombros, y se los lleva bajo el brazo. Jamás imaginará todos los trastornos que aquel acto tan simple ha causado.
»El más inferior de los ladrillos de la pila estaba asentado directamente sobre la tierra. Y debajo de él, aprovechando la oscuridad y la humedad que allí reinaban, vivía un heterogéneo conjunto de animalillos: Un gran grillo negro, un hervidero de bichos "bolita" de color gris, de esos que al sentirse tocados se enroscan y forman una pequeña bola, y una araña no muy grande. Sólo el grillo es un insecto: los bichos " bolita", que tienen dieciséis patas y respiran por branquias, se clasifican entre los crustáceos, y la araña, con sus cuatro pares de patas, forma parte de los arácnidos, grupo distinto del de los insectos, que sólo tienen tres pares...».
3.  Salvo este trabajo, que HGO firmó con el seudónimo de Germán de la Vega, todos los demás enunciados en el cuadro tienen la firma de Héctor Sánchez Puyol (Sánchez por la esposa y Puyol por la madre).
4.  Curiosos y pequeños libritos, de pocas páginas y tapas gruesas (formato vertical, 5 x 8 cm.), en cuya serie La Casita del Bosque HGO da vida a pequeñas historias con el protagonismo de simpáticos animalitos.
5.  Alterna versos del poema de Hernández con semblanzas y descripciones complementarias de aquéllos.
6.  Con páginas para colorear.
7.  Peculiar edición, donde, en páginas aparentemente en blanco, alternadas con la historieta en sí, se presentaban la resolución de enigmas, visualizando tales páginas al humedecer las mismas con agua donde previamente se disolvía una pastilla que acompañaba al libro.
Todo indica que a partir del no. 218 (14/9/48) se hace cargo de una sección de divulgación en El Pato Donald: «La aventura del martes», labor que continuaría hasta julio de 1950; en la misma revista, desde el no. 297 (18/4/50) y hasta el no. 356 (5/6/51), con alguna discontinuidad, escribe un folletín con el protagonismo de Dippy: «Dippy detective».
Es este un pequeño muestrario de lo que HGO realizó, antes de afincarse definitivamente en Abril, para dar comienzo a su portentosa carrera de guionista de historietas.

 

Abril abre camino

Llegó la historieta

Como tantas cosas humanas, la creación de editorial Abril se debió a un hecho fortuito, aunque de proporciones de hecatombe: la segunda guerra mundial.

Figura 1: Comienzo de «cargamento negro», en Cinemisterio no. 57, Buenos Aires, 31/10/1951.


Figura 2: Comienzo de «Ray Kitt», en Cinemisterio no. 33, Buenos Aires, 16/05/1951.


Figura 3: Décima plancha de la serie de «Bull Rockett», primera impresa en blanco y negro mostrando a todos los personajes centrales de la misma (Misterix no. 177, Buenos Aires, 8/2/1952).


Figura 4: Plancha de «Sargento Kirk» en su primera época (Misterix no. 241, Buenos Aires, 1/5/1953).


Figura 5: El Corto, Maha y Kirk (tira «El dr. Forbes»).


Figura 6: El comienzo de «El indio Suárez», en Rayo Rojo no. 297, 13/6/1955.


Figura 7: Presentación de la serie
«Uma-Uma» (Rayo Rojo no. 297, 13/6/1955).
La Italia fascista no era el mejor lugar de residencia para una familia de origen hebreo: los Cívita.
Uno de ellos fue la mano derecha de Arnoldo Mondadori, dueño de la empresa del mismo nombre. Ese hombre, César, uno de los tres hijos varones de la familia, se ocupaba del rubro infantil de la editorial y dirigía Topolino (la versión peninsular de Mickey Mouse), de amplias conexiones con K.K.Komics Inc. de Estados Unidos, empresa que tenía los derechos de Walt Disney's Productions para revistas.
En 1939 la crisis internacional se agudiza y la familia Cívita decide emigrar a América. El hermano mayor, Arturo, toma partido por dirigirse al norte del continente pues está en conexión con la empresa Disney. Víctor se establece en Brasil y César llega a Argentina. Ambos hermanos menores crean Abril en su país de residencia, y en ambos casos el emblema que las distingue es primaveral: un frondoso arbolito que representa un duraznero en eclosión.
Ese mismo año la casa argentina se inicia como modesta empresa ($ 90 000 m/n, US$ 22 500) para editar libros infantiles –donde incursionó HGO, como vimos–, cuya primera expresión es la Colección Diverlandia.
Probablemente el hermano americano haya influido para la obtención del propósito de los menores de publicar masivamente los materiales del gran Walt Disney. Se cita, también, la intervención del famoso dibujante humorístico de origen judeo-austríaco, Saúl Steimberg, ante el mago de los dibujos animados, a favor de César, quien lo habría ayudado a escapar de la persecución nazi.
El 18 de julio de 1944 lanza al mercado El Pato Donald, primera revista argentina dedicada a los personajes disneyanos; además de estos se publicaban materiales norteamericanos de la empresa Dell Publishing Co., Timely y King Features. Curiosamente, Abril edita los materiales Disney traduciéndolos del italiano con el agregado de giros porteños que –se nota– se basan en dichos y canciones populares de la época en Buenos Aires.
César es un empresario ambicioso, y antes de transcurridos dos años está produciendo material Disney argentino –que aún en la época de la década del setenta giraba por Europa, sobre todo en Italia y Francia– a cargo del dibujante Luis Destuet. Poco a poco, salvo los personajes Disney, todo el material norteamericano es remplazado por series italianas; ante la protesta de la casa Dell y aprovechando un proyecto en que había colaborado en Italia, lo traslada a estas tierras, editando Salgari, donde aglutina todo el material peninsular.
Es en esta revista donde se publica «Misterix», personaje que diera luego nombre a otra publicación de Abril, a la que se sumarían La Gran Historieta, Rayo Rojo y Cinemisterio.
En Misterix Oesterheld fue delegado de la revista en el Primer Congreso Nacional de Periodistas (1951).
En este contexto Héctor G. Oesterheld, que como hemos visto colaboraba en la editorial con los cuentos infantiles y las publicaciones de divulgación, es convocado para realizar guiones de historieta. Como él mismo referiría, no conocía el género, ni siquiera como lector. No obstante pronto se adapta al lenguaje de las imágenes, a favor de su pasión por el cine, su erudición y su notable inventiva.
Seguramente, como él decía y el dibujante recuerda, su primera historieta ha sido «Cargamento negro», con dibujos de Eugenio Zoppi, para Cinemisterio; los protagonistas son Alan y Crazy, dos agentes ingleses en sus andanzas por Egipto. Aunque esta serie es la primera que realiza, la primera publicada –en la misma revista– es «Ray Kitt», con dibujos de Hugo Pratt; esta serie tenía una particularidad: en vez de presentarse en forma de tiras, lo hacía en columnas, intercalando los cuadros gráficos tradicionales con espacios de texto no redundantes, formando una unidad de narración.
Posteriormente ve la luz también en Cinemisterio (no. 82, 23/4/52) «Lord Commando», capitán de un grupo de paracaidistas que viven peligrosas peripecias en suelo alemán. A cargo de los dibujos está el italiano Paul Campani. Luego de dos años de finalizado el primer episodio se retoma la acción, ya concluida la guerra, con una trama policial. En esta etapa los dibujos son de Eugenio Zoppi.
El primer gran éxito lo alcanza con «Bull Rockett», concebido por encargo de Cívita, quien pide una historieta con el protagonismo de un piloto de pruebas. Convencido de que en ese contexto el personaje tendría muy limitados horizontes, lo transforma en un joven y atlético científico nuclear a quien Paul Campani, desde Italia, lo dibuja con el rostro de Burt Lancaster. El primer episodio aparece en el no. 176 de Misterix (1/2/52). Desde el no. 355 (15/7/55) los dibujos estuvieron a cargo de Francisco Solano López. Posteriormente llega «El sargento Kirk», pensada originalmente para el desierto patagónico y su conquista y ambientada finalmente en el far-west norteamericano. El comienzo se publica en Misterix no. 225 (9/1/53), con dibujos de Hugo Pratt. Ambas series tienen como coprotagonistas a compañeros del héroe principal, con quien forman grupos de inalterable amistad.
Contemporáneamente a estos personajes produce con dibujos de Hugo Csecs, «Gatito», tierno personaje infantil inspirado en «El gato con botas», que cobra gran popularidad, al punto de prolongar sus andanzas en el medio radial. El protagonista, rodeado de un rico conjunto de personajes secundarios que conviven en la corte del rey Panza I, da título a la revista donde aparece, muy particular en su formato debido a un recorte producido en su contorno, distinto en cada número, obedeciendo a la ilustración de tapa (no. 1: 5/8/52).
«Indio Suárez», con dibujos del español Carlos Freixas, aparece en la pequeña Rayo Rojo relatando la vida de un boxeador, prontamente retirado y ocupado en los menesteres de entrenador. Para la misma revista, publicada bastante después de realizada, crea «Uma-Uma», su primera historieta de ciencia ficción, que sirviera al joven Francisco Solano López como banco de pruebas para el estudio del estilo de Campani, antes de remplazar a este en «Bull Rockett».
También aparecida mucho después de realizada –incluso después de la ida de HGO– Abril publica en Misterix (no. 566, 18/9/59) una de piratas: «Capitán Caribe», con dibujos del italiano Dino Battaglia.

 

Más allá de la historieta

Desde junio 1953 a junio 1957 Abril edita cuarenta y ocho números de Más Allá de la Ciencia y la Fantasía, tal el nombre completo de esta revista-libro donde por primera vez el público de habla hispana puede leer textos de Bradbury y Asimov, entre otros. El factotum de Más Allá no es otro que HGO que selecciona y traduce los cuentos por publicar, además de engrosar el sumario de dos números con sendos cuentos de su autoría: en el 3 (agosto 1953) «Cuidado con el perro»; en el 29 (octubre 1955) «Inocente Maquiavelo reforzado»; además, en el número siete (diciembre 1953) su hermano Jorge da a conocer «Boomerang».
Para Diario de mi Amiga y Biblioteca Bolsillitos, de la misma editorial, produce varios cuentos, algunos con historietas unitarias insertas en el texto convencional.
Detectamos para la colección Laminitas, también de Abril, «El librito de los vehículos» (30/4/57), firmado como Héctor Sánchez Puyol y con dibujos de Alberto del Castillo.
También bajo el mismo seudónimo produjo varios títulos para la colección Yo Soy (editorial Abril): «El gato con botas» (dibujos de Cses); «El chinito» (Iris); «El rey mago» (Cses); «El burrito» (Agi); «El gato» (Walt Disney).

 

Otros trabajos

Durante los años que trabaja masivamente en Abril, HGO también colabora esporádicamente en publicaciones de otras editoriales.
1947: Ediciones Tito. Los mejores cuentos de animales, como Héctor Sánchez Puyol, con dibujos de Humberto Caputi.
1953: Para la revista Hazañas! de la editorial Muchnick, crea «Tarpón», con dibujos de Daniel Haupt, en ambiente marítimo (no. 1, 18/11/53) y «Doc Carson», médico en el far-west, en un inicio presentado en forma de folletín con dibujos de Eugenio Zoppi y posteriormente en su versión historietística con dibujos de un joven Carlos E. Vogt (no. 21, 7/4/54). Años después, en su editorial Frontera, Oesterheld retomaría este personaje.
1955: En lo que aparenta ser un emprendimiento del dibujante Enrique Cristóbal, director de la publicación, HGO escribe para Dragón Blanco los argumentos de cinco series: desde el no. 1 (1/6/55) «Dragón Blanco» –sobre la Legión Extranjera– con dibujos del mismo Cristóbal, «Chas Erikson» –ciencia ficción– con dibujos de Jack Hover y Del Bó y «El Zarpa» –ambientada en el far-west– con el aporte gráfico de Ivo Pavone. En el no. 5 (10/8/55) comienza «Lon Sutter» –buscadores de oro en el Yukon– dibujada por Guillermo Letteri, y en el no. 8 (31/8/55) «Lobo Nuncan» –otra serie de ciencia ficción– con dibujos de Carlos Clemen.
1956: La editorial Temporada, especializada en publicaciones de moda femenina, lanza una revista muy original, ya que en sus primeros números trae impresas figuritas para recortar, jugar y pegar en un álbum editado al efecto. Deportito es el nombre del mensuario, donde Oesterheld, con dibujos de Ángel Sagrera, crea en su no. 1 (1/5/56) el personaje central del mismo nombre, un chico poseedor de una pelota maravillosa que obedece sus indicaciones, tanto cuando juega con ella como cuando la utiliza como arma contra malhechores.
En ese mismo año, para Códex y su revista Ases del Oeste (no., 2/10/56), dibujado por el italiano Ivo Pavone realiza «El Mescalero», otra de cow-boys para la editorial Sigmar. También en estos años los cuentos infantiles de Oesterheld comienzan a publicarse en esta editorial, siendo los reproducidos en la tabla aquí abajo los títulos detectados.
Colección Título Firmado como
Grandes Álbumes Infantiles Los cumpleaños de Trapito Héctor Sánchez Puyol
Grandes Álbumes Infantiles El osito olvidado Héctor G. Oesterheld
Álbumes Infantiles El señor Quesete y su escuelita Héctor G. Oesterheld
Álbumes Infantiles Amiguitos2  Héctor Sánchez Puyol
Álbumes Infantiles Jugamos mientras llueve Héctor Sánchez Puyol
Mis Animalitos
(1ra serie)
Quesito, el ratoncito doctor Héctor G. Oesterheld
Mis Animalitos
(1ra serie)
Copito, el conejito haragán Héctor Sánchez Puyol
Mis Animalitos
(1ra serie)
Pancita, el osito aventurero1  Héctor G. Oesterheld
Mis Animalitos
(1ra serie)
Tapita, la gatita soñadora Héctor Sánchez Puyol
Mis Animalitos
(1ra serie)
Badau, el perrito trabajador Héctor G. Oesterheld
Mis Animalitos
(1ra serie)
Paquete, el elefante elegante Héctor Sánchez Puyol
Mis Animalitos
(1ra serie)
Nubecita, el chanchito distraído Héctor G. Oesterheld
Mis Animalitos
(1ra serie)
Moñito, el gatito juguetón Héctor Sánchez Puyol
Mis Animalitos
(2da serie)
Crestita, el gallito valiente1  Héctor G. Oesterheld
Mis Animalitos
(2da serie)
Galopito, el petisito contento Héctor Sánchez Puyol
Mis Animalitos
(2da serie)
Banana, el monito famoso1  Héctor G. Oesterheld
Mis Animalitos
(2da serie)
Cocoquita, la gallina mamita Héctor Sánchez Puyol
Mis Animalitos
(2da serie)
Pesito, el leoncito comerciante1  Héctor G. Oesterheld
Mis Animalitos
(2da serie)
Manchita, la vaquita color café Héctor Sánchez Puyol
Mis Animalitos
(2da serie)
Chipío, el gorrioncito peleador1  Héctor G. Oesterheld
Mis Animalitos
(2da serie)
Corbata, la jirafita servicial Héctor Sánchez Puyol
Fuera de colección El chanchito que no quería aprender4  Héctor Sánchez Puyol
1.  Ilustrado por Nelly Oesterheld
2.  Ilustrado por Raúl Stévano.
3.  Ilustrado por Chikie.
4.  Ilustrado por Rodolfo Dan.
 

PALABRA DE OESTERHELD

 
Oesterheld escribió en los primeros diez números y en el 12, 13, 14, 16, 17, 19, 20 y el 22 –último en que participó- los argumentos para el cuento base de la revista Gatito, que incluía partes historietísticas e ilustraciones; luego dejó esta tarea, así como mermó su producción de cuentos infantiles para Abril, Códex y posteriormente Sigmar, para dedicarse de lleno a la producción historietística: ya estaban «Bull Rockett» y «El sargento Kirk» asentados como personajes pilares de Misterix. Un documento de este momento –verdadera bisagra en la producción de HGO– es el informe que a pedido de un director de Abril produce Oesterheld, donde analiza pormenorizadamente todos los aspectos de su propia labor y la de otros colaboradores, reflejando la forma de trabajo que imperaba en la revista y en la editorial.

 

Gatito. Examen crítico

A pedido del Dr. Terni, he examinado la colección de Gatito con el doble objeto de señalar los defectos que encontrara y de proponer las soluciones que a mi entender correspondieran.
He aquí al resultado de este examen.

 

El cuento permanente

Comencé la lectura del cuento permanente de «Gatito», teniendo en cuenta que las críticas que en general se le hacen son: a. dificultad de lectura; b. textos superficiales; c. argumentos flojos en los que frecuentemente no pasa nada; d. que no está tomado en serio por el autor; e. que sus personajes son módulos.
Terminada la lectura, confieso que me he llevado una verdadera sorpresa: de las cinco críticas mencionadas, sólo una, la primera, queda en pie; la segunda tiene algún asidero, pero las tres restantes son totalmente inconsistentes: basta la lectura desapasionada de «Gatito» para destruirlas. La única explicación que puedo formularme para semejante inconsistencia crítica es que alguien, examinando a la ligera el material haya creído encontrar esos defectos, y que luego los demás críticos se hayan dejado influenciar; o también que en el afán de encontrar alguna razón para el éxito relativo de Gatito, se hayan atribuido al cuento permanente fallas que no tiene.
Analizo a continuación cada una de estas críticas:
a. Dificultad de lectura. Efectivamente, la lectura del cuento permanente suele hacerse confusa por culpa del sistema empleado de remplazar partes del texto por ilustraciones. Este en un defecto muy fácil de subsanar: bastará con dar al texto y a la ilustración el tratamiento normal, sin subordinar el uno a la otra; decididamente, la innovación de mezclar historieta ycuento puede archivarse como definitivamente fracasada.
b. Temas superficiales. Se dice que los temas de «Gatito» son excesivamente irreales, que son demasiado fantásticos. Aquí cabe preguntar: ¿qué temas se pretenden para un cuento con enanitos y princesas con ogros y animales que hablan? ¿Es que hay acaso entre los mejores ejemplos de literatura infantil otra clase de temas para cuentos de ambiente semejante?
Sin embargo, convengo en que, aunque con reservas, puede aceptarse esta crítica: los temas de «Gatito» podrían ser un poco más emotivos, más ricos en sentimiento.
Buscando las razones originarias de esta superficialidad de «Gatito», se encuentran tres:
1. El origen de «Gatito». Si «Gatito» tuvo como punto de partida el «Gato con botas» de Perrault, mal podrían tener sus episodios otra clase de temas que los que actualmente tiene;
2. Las órdenes de la dirección. Desde los tiempos iniciales de «Gatito», cada vez que el autor, intimamente inclinado a temas más emotivos, más sentimentales, más poéticos, se manifestó deseoso de desarrollar temas con más alma, fue descorazonado por completo: la voz de orden de la dirección fue siempre, hasta ahora último, la siguiente: «aventuras, muchas aventuras; que haya acción, muchas situaciones diversas».
3. La subordinación del texto de «Gatito» a las ilustraciones. Más de un tema fue criticado o rechazado «porque no se prestaba para ilustraciones variadas, llamativas»; subordinándose así el texto a una ilustración que se pretendía vistosa, forzosamente los temas tenían que ser exteriores, superficiales.
El autor que, repito, más inclinado íntimamente a otra índole de temas, ha tenido que acatar estas consignas, y ha sido una verdadera hazaña de su parte si, a pesar de semejantes órdenes, supo infundir en «Gatito» ese matiz de ternura que, presente en la mayor parte de sus episodios, es uno de sus elementos más valiosos. (Podrá parecer excesivo que yo mismo hable así de mi propio trabajo, pero, como la dirección parece olvidar ciertas cosas, me veo forzado a hacerlo).
c. Argumentos flojos, diluidos, en los que frecuentemente no pasa nada. La mera lectura de los diferentes episodios de «Gatito» destruye por completo esta crítica: lo que he oído a menudo en estos últimos tiempos de que «muchos episodios de “Gatito” son alarde de ingenio, en los que nada pasa entre dos platos», es la crítica más injusta a que podría hacerse: ¡uno de los mayores méritos de «Gatito» reside precisamente en sus argumentos! No hay en toda la revista, ni en otro libro producido por la editorial, ningún otro material que tenga argumentos comparables en valor a los de «Gatito»: argumentos en los que realmente pasan cosas, argumentos bien resueltos, con recursos y situaciones verdaderamente novedosas; podrá haber en todo «Gatito», a lo sumo dos o tres argumentos que pudieran tacharse de flojos, pero si aparecen flojos es por comparación con los restantes episodios de «Gatito», y no por comparación con otros materiales: ¡ojalá el standard medio de los argumentos que aparece en el resto de la revista, y en general los libros de la editorial, estuviera a la altura del más flojo de los episodios de «Gatito»!
d. Que «Gatito» no está tomado en serio por su autor. Otra crítica hecha totalmente a la ligera; ¿se habrán leído realmente los episodios de «Gatito» cuando se la formuló? Quizá de entre todos los episodios, y aún mirándolos con rayos x, podría extraerse uno solo en que apareciera esta deficiencia. Se confunde completamente lo cómico con la tomada de pelo; de ser válida esta crítica también habría tomadura de pelo en «Alicia» o en el «Tío Remo» o en el «Pato Donald».
Por otra parte, el último autor de la editorial de quien pudiera sospecharse que se toma en broma un cuento infantil es el que esto escribe: podrá haber en su «Gatito» chistes y nombres grotescos, pero la misma logicidad de los recursos empleados, la falta absoluta de escapadas por la tangente, de soluciones fáciles, están evidenciando bien a las claras la profunda seriedad con que «Gatito» está hecho.
e. Que los personajes secundarios son módulos. Esta crítica resulta sorprendente en una dirección especializada en lectura infantil, que se precia de entender sicología: ¿Cómo no han de ser módulos, esquemas, los personajes de «Gatito», si va destinado a niños de seis a siete años de edad? ¿Acaso se ignora que a esta edad al lector no le interesan los matices sicológicos que solo le atraen personajes enteros? Toda la lectura infantil más celebrada está ahí como prueba: ¿qué matices psicológicos tienen «Caperucita», «La bella durmiente», o «Blancanieves», o el mismo «Gato con botas»?
Como final de todo esto, llego a la conclusión que el cuento permanente de «Gatito», tomado en conjunto y aislado del resto de la revista, forma un todo de verdadero valor, como, y esto va dicho luego de mucha reflexión, hay muy pocos ejemplos en la literatura infantil de habla española: reina en él un verdadero clima de cuento, y tiene gracia y ternura de muy buena ley; sus temas son en muchos casos realmente originales, y en sus argumentos hay riqueza de recursos nuevos.
«Gatito» puede ser mejorado si, haciéndolo más humano y liberándolo de la necesidad de servir a la ilustración, pero convendrá tener sumo cuidado con las reformas, no sea que, por mejorarlo, pierda alguna de las cualidades que ahora lo distinguen.
No creo exagerar si declaro que el conjunto de los episodios de «Gatito» representa el esfuerzo literario de mayor valor que la editorial ha hecho hasta ahora en literatura infantil. Es más, creo que sería un verdadero negocio editorial desglosar a «Gatito» de la revista y publicar juntos, en un solo volumen, todos sus episodios.
Quizá se creerá que, picado en mi amor propio de autor, he hecho de «Gatito» una defensa excesiva. Lejos de ello, considero haber hecho simplemente un esfuerzo para poner las cosas en su debido lugar. Si se estima que en lo que antecede hay algo de inexacto o de exagerado, desearía ver algún informe en ese sentido. Nada más útil para aclarar los conceptos que una buena polémica por escrito.

 

Otros cuentos e historietas

Por su heterogeneidad el restante material de Gatito obliga a que se le trate muy en general, pues sería imposible analizar al detalle un conjunto tan variado. Salvo pocas excepciones («Inosito», y algún cuento), el conjunto de este material es decididamente flojo. Tanto en sus temas como en su tratamiento literario representa un desnivel muy apreciable con respecto al cuento permanente de «Gatito». (Muchas veces he pensado que había un criterio para juzgar el cuento permanente de «Gatito», y otro muy distinto, infinitamente más tolerante, para el resto del material).
Sería tarea, como digo, demasiado prolija criticar uno por uno los distintos elementos que completan Gatito; creo que bastaría con mencionar algunos de los defectos más comunes: argumentos en general debilísimos; estilo de gracia no siempre lograda, cuando no artificiosamente literario; fantasía a menudo demasiado rebuscada.
Para enmendar semejante situación, sólo cabe proponer una perogrullada: hacer mejor las cosas. Como toda perogrullada, puede parecer una simpleza, pero tiene más sustancia de la que aparenta: para hacer mejor las cosas sería necesario saber hacerlas. Y saber hacerlas significaría precisar de una vez por todas qué criterio tiene la editorial respecto de la literatura infantil. Habría también, posiblemente, que renovar el equipo de colaboradores y crear de paso otro clima de trabajo. (Prefiero dejar sin desarrollar estos últimos conceptos, porque hacerlo significaría extenderme en otro informe).
Creo importantísimo no escatimar esfuerzos para elevar el nivel de los cuentos y de las historietas. Al fin de cuentas lo que levanta o entierra a una revista es la calidad general de sus materiales; ni la forma, ni la presentación tienen a la larga nada que ver: lo fundamental es la calidad de lo que se da al lector. Si el cuento principal de Gatito que, aunque mejorable, es de calidad ya excelente, se le hubieran agregado otros cuentos e historietas de calidad análoga, no estaríamos hoy tratando de resolver «los problemas de Gatito».
Más de una vez se habló sobre la fórmula de Gatito: si convenía o no dar a toda la revista una cierta unidad, con un tema básico, común a los distintos materiales; algo se hizo en este sentido en un Gatito de Navidad. Considero inútil, repito, esta discusión sobre la posible fórmula. Con unidad, o sin ella, el éxito de Gatito dependerá siempre pura y exclusivamente de la calidad de sus diferentes partes.

 

Divulgación

Es el menos moderno en su espíritu de los materiales de Gatito. Aparece además divorciado del resto por su tono excesivamente ingenuo. Está escrito además en un estilo tan de arriba para abajo, que a cualquier chico tiene que terminar por resultarle fastidioso.
Pero su defecto principal es otro: resulta muy poco interesante para los lectores, pues no trae nada diferente de lo que le repiten hasta el cansancio en la escuela. Estaría bien en una revista destinada a la edad prescolar. En Gatito, cuyo núcleo mayor de lectores va ya a la escuela resulta totalmente inadecuado.
Para enderezar esto habría que infundir a esta sección un aire nuevo; hacer, sí, divulgación, pero divulgación de conocimientos que difícilmente aparecen en los libros de texto. No se trata de hacer una divulgación difícil, más apropiada para adultos que para niños. Se trata simplemente de dar al lector conocimientos interesantes, pintorescos, conocimientos de cosas de las que jamás les habla un maestro. Un ejemplo ilustrará esto mejor que nada: para un 12 de octubre se hicieron cuatro páginas con una esquemática historia del descubrimiento de América. Aparecieron en ellas todos los consabidos datos que todas las historias traen. No hubiera sido más interesante para el lector, y también más útil desde el punto de vista educativo, pintarle por ejemplo ¿cómo vivía un grumete a bordo de la Santa María?, o ¿cómo era por dentro una carabela?, o ¿cómo era la rutina diaria de la navegación? En otra ocasión se dedicaron dos páginas (no. 14) a un problema aritmético en nada diferente de los que traen a kilos los textos de aritmética; no hubiera sido mejor, si se quería hacer divulgación de matemáticas, hablar por ejemplo de cómo cuentan otros pueblos del mundo, o de dónde viene la actual división del tiempo (por qué al segundo se le llama segundo, etc., etc.), o de ¿cómo se originó la geometría?
Seguir haciendo divulgación como se ha hecho hasta ahora significa perder páginas y páginas, pues carece de interés y no agrega nada la cultura del lector; si se desea mantenerla –cosa siempre útil para inclinar a los padres a la compra de la revista– habría que remozarla y vigorizarla completamente, no solo en sus temas sino también en su estilo literario.

 

Pausas

Se les ha criticado exageradamente. En general son de un nivel más que aceptable. Desde luego, pueden ser mejoradas; ganarían mucho si se las hiciera un poco menos ingeniosas y, en cambio, más graciosas; que tengan más el carácter de simples chistes. Creo muy útil mantenerlas, pues dan agilidad y variedad a la revista.

 

Entretenimientos

Aunque en general están bien realizados, a mi entender son de un valor muy disparejo desde el punto de vista de la atención que despiertan en el lector. Las páginas con manualidades, con cosas para recortar y armar, tienen y tendrán siempre aceptación grande, lo mismo que los entretenimientos gráficos (laberintos, dibujos con números); dudo, en cambio, que los problemas y acertijos matemáticos atraigan ni siquiera a un grupo reducido de chicos; lo mismo vale para la descripción de juegos de conjunto. No creo que sean muchos los lectores que alguna vez hayan jugado a ellos.

 

Club de Gatito

No poseo ninguna información sobre si tiene o no eco grande entre los lectores. Supongo que si se lo mantiene por algo será; pero, ¿justifica el número de lectores adictos el espacio que se le dedica? ¿no sería mejor aprovechar estas páginas en algo de interés más general?
Creo útil, en general, tener en la revista un material que sirva de enlace con los lectores; pero estimo también que no debe exagerarse su importancia. (A veces el contacto entre los lectores resulta incluso perjudicial. Como ejemplo está el número dedicado a Fangio. Este episodio representa la única salida de tono del cuento permanente de «Gatito». Si se quería, por seguir la corriente a un grupo de lectores, hacer algo con Fangio como tema, de debió haberle dedicado otro lugar de la revista, pero nunca el cuento principal).

 

El «Diario de Gatito»

El «Diario de Gatito» es una buena idea: es la mejor manera de presentar curiosidades al lector. Remitiéndome a lo que digo del Club, el más directamente beneficiado por su supresión sería precisamente el «Diario»: todo el espacio que en él se insume en notas referentes al Club quedaría libre para poner más cosas pintorescas.

 

Dibujo, diagramación, tapa

El dibujo es de calidad óptima, sobre todo el del cuento de «Gatito». En este aspecto no creo que haya nada que corregir ni que mejorar.
La diagramación, salvo el defecto apuntado para el cuento principal, es también en general excelente. Puede hacérsela, sí, más tranquila, pero ello vendrá por sí solo cuando en los cuentos se reste a la ilustración el papel preponderante que hasta ahora tiene.
Las tapas son, muy, pero muy buenas; no creo que admitan reparo alguno: solo cabe no enojar nunca al dibujante para que mantenga semejante calidad.

 

Propaganda

La propaganda de Gatito no es un elemento de la revista; pero como es imposible ignorarla, y como la suerte final de Gatito está íntimamente ligada a ella, creo apropiado considerarla también entre los elementos de Gatito.
Desconozco si se ha gastado en propaganda mucho o poco, de modo que no puedo saber si el reducido conocimiento que el público tiene de Gatito se debe a una propaganda mal hecha o a que, sencillamente, no se hizo propaganda. Lo que sí puedo decir es que Gatito, pese a sus dos años de existencia, es asombrosamente desconocido por el público en general; su publicidad prácticamente no se ve, como no sea en las otras revistas de la editorial.
No entiendo la publicidad, pero creo que hasta ahora Gatito ha tenido una publicidad muy poco adecuada: casi no se ha hablado de la revista a los padres, que son los compradores; en los avisos no se sabe decir otra cosa que «Compre Gatito», o «Gatito está divertidísima», pero no se dice qué es Gatito, ni cómo está hecho, ni qué valor tiene, ni a qué pretende llegar. Hecho por cualquier otra editorial, ya todo Buenos Aires sabría que Gatito es una revista de fórmula única, que está hecha por un personal altamente especializado, que representa un esfuerzo editorial como se han hecho muy pocos en el país, que es la mejor presentada de las revistas infantiles, la de material más sano, la única quizás que puede aspirar a educar por medio de la alegría, o la ternura.
Esto en cuanto a la propaganda de avisos, la propaganda directa. En cuanto a la propaganda indirecta, la que debe hacer hablar de Gatito en artículos de revistas y de diarios, la propaganda invisible, más sutil pero a la larga también eficiente, Gatito está huérfano completamente. En esto participa del poco peso que la editorial, a pesar de ser una de las principales del país, tiene en los medios literarios o artísticos. ¿Porqué no se promueven artículos sobre libros infantiles en las revistas para el hogar, en La Nación o en las revistas literarias? Quién quiera que escriba hoy sobre literatura infantil argentina, tendrá que mencionar, directa o indirectamente a las obras de la editorial ¿Es acaso desdeñable toda la publicidad que pueda este representar?

 

Conclusión

Los defectos de Gatito son: 1. exceso de ilustración que a menudo hace la lectura difícil y obliga a superficializar los temas; 2. mala calidad general en los cuentos e historietas; 3. pobreza en algunas secciones (divulgación, club); 4. propaganda inadecuada.
La corrección de los defectos 1 y 3 es fácil; basta con liberar al texto de su esclavitud actual respecto de la ilustración, y con levantar modernizándolo, el nivel de la divulgación: el club debería ser suprimido, remplazándolo con alguna otra sección por estudiar. El 4, la propaganda, puede ser también corregido si se encara la propaganda con espíritu más moderno, más dinámico. En cambio, el defecto 2 es de corrección mucho más difícil; pero, como, a mi entender, es de todos el principal, de cuanto se haga en este sentido depende el futuro de Gatito.
Considero innecesario hablar de fórmulas. Si todo el material de Gatito llega a ser de buena calidad, y si se sabe entrar dentro del público con la propaganda adecuada, la revista tendrá siempre éxito.

 

Gatito. Deficiencias de fondo

Es útil, sin duda, estudiar los distintos materiales que componen a Gatito para proponer las mejoras y los cambios que correspondan; pero, por más que se señalen con exactitud las medidas para levantar la revista, nada se logrará de positivo si no se resuelven antes los males de fondo que afligen no sólo a Gatito, sino en general a toda la producción de libros de la editorial.
Entrando en este terreno, es forzoso abordar una serie de temas realmente ingratos, pues aluden directamente a personas; pero entiendo que alguien debe encararlos alguna vez si realmente se desean hacer las cosas todo lo bien que pueden ser hechas. Sería un mal servicio hacia la Editorial continuar disimulando problemas que, con el correr del tiempo, se agravan más y más.
Las deficiencias básicas que afligen a Gatito pueden ser agrupadas en tres categorías:
1. Exceso de intelectualismo.
2. Falta de criterio definido sobre literatura infantil. Deficiencias directivas.
3. Trato injusto hacia los colaboradores.
1. Exceso de intelectualismo. Se critica a la revista, en general, un exceso de intelectualismo; se critica que produce una impresión general de exasperación, de nerviosismo; se critica que, en conjunto, falta alma, falta emoción. La crítica es justa: coincide con lo que digo en el informe anterior sobre el material de cuentos e historietas.
Cuando, luego de analizar uno por uno los distintos elementos que componen a Gatito se trata de localizar en cuál o cuáles reside el mal señalado, se lleva uno la sorpresa de ver que es muy difícil hacerlo; resulta prácticamente imposible señalar con precisión y decir: aquí está el mal. Hasta que, profundizando el análisis, empieza uno a ver que, en unos elementos más que en otros, el mal está extendido por todo Gatito.
Esta uniformidad en el error por parte de colaboradores de temperamentos muy dispares está demostrado que el mal no está en ellos, sino que viene de arriba, de la dirección.
Consciente o inconscientemente, esto lo podrá corroborar cualquier colaborador con alguna actuación en la editorial. La dirección inspira a los autores, sin proponérselo, sin duda, ese intelectualismo, ese rebuscamiento, ese horror a la emoción de que se resiente Gatito. Esto no se debe a incapacidad artística, literaria o directiva; se debe, sencillamente, a que la dirección padece de demasiados tabúes intelectuales. Dígase lo que se diga, la dirección está en manos de intelectuales que, en el fondo, no creen en lo que hacen; saben que, en última instancia, están trabajando para un público al que, íntimamente, están despreciando. Como lógica consecuencia, esto trae un divorcio entre la revista y el público. A la larga este termina por darse cuenta de que la revista no habla su idioma.
El mejor ejemplo de este verdadero divorcio con el público está en las trampas que se hacen para navidad: porque conviene comercialmente, se dedica a la navidad un número; pero en él, por reparos intelectuales, se retuerce el sentido de la festividad hasta reducirlo a una fiesta divertida en que hay que comer pan dulce y adornar un arbolito... El tabú intelectual llega tan lejos, que es terminantemente prohibida cualquier alusión a Jesucristo, o al contenido espiritual de la fiesta. Aunque parezca lo contrario, no me estoy quejando aquí de que no se haga propaganda religiosa en la revista. Se trata simplemente de señalar que, si se quiere seguir al público, hay que hacerlo de buena fe, dándole lo que verdaderamente pide. Si se tienen reparos intelectuales para mencionar a Jesús, o al espíritu de la fiesta, téngase el coraje, la honradez intelectual de no dedicarle un número de Gatito a la nochebuena.
Este divorcio con el público no existe sólo en el campo religioso: también se hace evidente en el carácter internacional, europeo, de la revista. Salvo algún tímido intento de darle algún color local, Gatito carece de personalidad nacional o americana.
Si no se cree en el hogar o la familia para la que se trabaja, si se consideran convencionales o estúpidas muchas de las cosas que puedan conmover al público lector, si, allá en el fondo, aunque se pretenda lo contrario, se están despreciando los sentimientos y las emociones que forman la base de la literatura infantil, la editorial no podrá hacer jamás algo de valor auténtico, trascendente. Podrán, en el mejor de los casos, hacerse cosas profesionalmente correctas, pero nunca obras que perduren, que dejan un rastro en la literatura.
2. Falta de criterio definido sobre literatura infantil. Deficiencias directivas. A pesar de estar especializada en el campo de la literatura infantil, la editorial carece de un criterio definido, de normas generales de lo que deber ser el material destinado a los niños. Hasta ahora lo que decide la aceptación o el rechazo de un trabajo es la opinión de la dirección: una opinión variable e imprecisa, que jamás se manifiesta por escrito (el desconcierto del colaborador que trata de aclararse qué criterio tiene la dirección sobre literatura infantil, llega al máximo si, en su fán de encontrar alguna guía, estudia los trabajos producidos como autores por la misma dirección. Se encuentra con que son de una calidad que sería considerada inaceptable, en la mayoría de los casos, si fueran presentados por un colaborador cualquiera).
Esta falta de un criterio objetivo, impersonal, hace que colaborar en Gatito (lo mismo que en toda la sección de libros) sea empresa realmente difícil. Cuando un colaborador recibe un encargo de un trabajo, si es un novato elegirá la idea que más le agrade, que mejor se adoptará a su modalidad, y tratará de realizarla; si, en cambio, es un veterano, si ya aprendió que sólo ciertas cosas sirven, elegirá, no la idea que mejor le parezca, sino la idea que él intuye que va a satisfacer a la voluble opinión del directorio... Por supuesto, ni aun el veterano tendrá seguridad de éxito: la opinión rectora es demasiado variable para saber a qué atenerse.
Aquí viene la confirmación de lo que se dice en otro lugar respecto del intelectualismo que se difunde por todo Gatito: en su afán de hacerse aceptar el trabajo el colaborador pierde espontaneidad, acomodándose a lo que más o menos sospecha que agradará a la dirección. Muy pronto aprende a escribir no para los niños en general, sino para la dirección de Gatito... Y tiene que ser así. El colaborador muy pronto aprende, por amarga experiencia, que si no crea para satisfacer enteramente a la dirección, aunque su trabajo sea profesionalmente correcto, todo su esfuerzo quedará perdido. Entonces se amolda y crea la manera de la dirección...
Analizando esta falta de criterio sobre literatura infantil reinante en la editorial, no puede menos que sorprender el tan diferente procedimiento que se ha seguido en los dos campos de la empresa: los libros y las historietas. Tampoco para estas había un criterio definido, hasta que, luego de muchas conversaciones, discusiones e informes en que todo nos fuimos enseñando mutuamente, se fue delineando con toda claridad un criterio preciso y definido: hoy la editorial sabe exactamente cómo tiene que ser una historieta. Y tan bien lo sabe, que la oficina correspondiente está en perfectas condiciones de expedirse sobre cualquier trabajo, con argumentos sólidos y fundados. (Hace poco, cuando me fue observado el guión de la historieta de science fiction, no pude menos de pensar, en el enorme progreso hecho por la editorial desde los no lejanos días en que se compraban los argumentos a Barrenechea).
¿Por qué no se ha hecho algo análogo en literatura infantil? No puede ser porque esta sea más difícil que la historieta: todo lo contrario. La historieta es un género cuya preceptiva no existe en ningún lado; ninguna literatura, ningún tratado se ocupa de las normas que debiera tener. En cambio, sobre literatura infantil, hay toda clase de trabajos, antecedentes y modelos: es realmente sorprendente que hoy la dirección no solo no sepa lo que quiere, sino que no sepa servir de guía, de apoyo técnico a los colaboradores.
Corresponde señalar aquí también otra seria falla directiva: la dirección no elogia nunca; su crítica es siempre negativa. El colaborador solo sabe si acierta o no según si el trabajo es rechazado o no; pareciera haber en la dirección un verdadero horror al elogio o a la felicitación (no se trata de que los colaboradores necesiten la palmada en el hombro. El elogio es útil no solo como aliento, sino también –y esto es lo principal– porque ayuda a señalar a quien lo recibe, cuál es el camino del acierto).
3. Trato injusto hacia los colaboradores. El rechazo de un trabajo, dentro de una proporción razonable de aceptaciones, en una contingencia lógica para la cual todo colaborador debe de estar preparado. Pero si el rechazo empieza a hacerse frecuente, si no obedece a deficiencias literarias, sino a que la opinión directiva está cambiando, entonces hasta en el más curtido de los colaboradores surge el desconcierto y el desánimo.
Esto ocurre en Gatito, y no solo en él, sino también en toda la sección de libros: se rechazan trabajos con la más absoluta falta de respeto por la labor realizada, aunque se reconozca que haya sido hecha a conciencia, y que tiene verdaderos méritos; se rechazan lisa y llanamente trabajos encargados en firme, sin compensación alguna por el tiempo perdido, y sin tener para nada en cuenta si el autor lleva años trabajando como tal, o si es un simple aficionado ansioso de salir en letras de molde. En ningún momento se considera la situación que se crea al profesional que vive pura y exclusivamente de su trabajo. (Cabe aquí señalar que no es esta una actitud general de la editorial: en la sección historietas ha existido siempre un respeto tan grande por la obra literaria, provenga de aficionados o de profesionales, que hace difícil pensar que la sección de libros y la sección de historietas pertenezcan a una misma empresa).
Cuando los rechazos se multiplican, el trastorno económico que representan llega a ser muy grande: en sus cuentas, forzosamente el colaborador se habitúa a prorratear entre los trabajos aceptados y rechazados los honorarios que percibe solo por los aceptados. Resulta así que, en algunos casos, se vienen a trabajar muchas horas por sumas mínimas. Como gran parte de los rechazos no son motivados por insuficiencias técnicas o literarias, sino, como ya se señaló en otro lugar, por el estado particular de ánimo de una opinión variable, fácil es comprender el desaliento que se produce en el colaborador..
Esto se agrava cuando el trabajo encargado es de índole más difícil, por ser algo nuevo o porque se está ensayando en él alguna modalidad diferente. En estos casos el colaborador, que no ha recibido una instrucción precisa, precisamente por tratarse de un ensayo, realizará su trabajo según su saber y entender, y lo entregará; si tiene suerte, si ha acertado de entrada con el nuevo criterio, lo cobrará; si no, si ha errado aunque sea por un simple matiz, su trabajo le será devuelto con toda clase de razonamientos más o menos claros; pero sin ninguna palabra referente al tiempo que perdió y al dinero que dejó de ganar. Ni siquiera se suelen dar en estos casos las gracias. Y esto ocurre ni aun en el caso en que su trabajo, aunque no sirviera para la publicación, haya resultado utilísimo a la editorial, pues dio pie para discusiones que aclararon conceptos antes confusos (esto es historia de ayer y de hoy: ocurrió cuando se iniciaron los Yo Soy, los Bolsillitos, y otros casos análogos. El último caso es de hace muy poco: me refiero al último «Gatito» presentado por el autor).
Sería aceptable esta situación si, como los empleados de la editorial el colaborador recibiera alguna prima anual, algo que le permitiera perder su tiempo y su trabajo con cierta compensación; pero los colaboradores, ni siquiera los muy pocos que trabajan desde hace muchos años con la editorial, los que, con sus colaboraciones cuando se empezaron colecciones ( Yo Soy, Bolsillitos, etc.), cooperaron hasta en el trabajo directivo, no tienen, parece, ningún derecho a participar del éxito común, por más que sepan partes importantes de él.
Quizás ningún caso sea tan ilustrativo a este respecto como el del autor del presente informe, el creador de «Gatito».
Se me pide que señale defectos, que proponga modificaciones para Gatito; pero, ¿se ha pensado en algún momento qué aliciente, qué estímulo puedo sentir para hacer un nuevo esfuerzo por la revista? Tengo por delante los veintitantos episodios de «Gatito» ya publicados; veintitantos episodios en los que se puso mucho más que simple oficio, que mera habilidad profesional; veintitantos episodios que forman, dígase lo que se quiera, un conjunto muy difícil de superar; veintitantos episodios en los que se ha creado toda una fauna de personajes, todo un clima que otros colaboradores usufructúan ahora a placer, sin reconocimiento de ninguna clase para el autor. Ante este conjunto de «Gatitos» ya realizados, y tan ignorados por la dirección, ¿qué aliciente –repito– puedo tener para intentar una nueva creación, una nueva superación?
No sólo intelectualmente el autor no ha recibido satisfacción por su trabajo; tampoco la ha tenido en el terreno económico, nada despreciable por cierto en trabajos que, si por un lado son de índole artística, por otro son netamente comerciales. Cuando se empezó a publicar «Gatito», según las propias palabras del director, el valor provisional de la colaboración era de $ 400; más adelante, cuando se afirmara la revista, esta remuneración sería aumentada...; sin embargo, ahora, a los dos años de publicación, este precio sigue sin aumentar.
Algo se reparó esta situación en el año 1952: se dieron al autor $ 1 500 como gratificación por «Gatito»; pero en el año que acaba de terminar –1953– quizás con el propósito de que el autor se superara, esta gratificación, compensación o prima, fue reducida a cero. (Señalo de paso la injusticia de que a la colaboradora que hace ocasionalmente «Gatito» se le pagó exactamente lo mismo que al creador del cuento. ¿Significa esto que la creación de todos esos personajes, desde Gatito hasta Rompococo, no tiene valor alguno? ¿Quiere decir que haber creado el clima de «Gatito», que haber creado temas y argumentos que sirven ahora de inspiración, de modelo, para otros, no vale absolutamente nada?).
Ha sido solo por lealtad a la editorial que el autor ha callado todas sus protestas íntimas y ha seguido colaborando, empeñado en crear un trabajo literario que la honrase; pero ahora, cuando se hace el proceso de Gatito, cuando se encuentra el autor con que el director, que es quien mejor debiera conocer a Gatito, está buscando defectos mínimos, y no tiene una sola palabra de reconocimiento por todo lo hecho, ¿con qué espíritu puede el autor lanzarse a la búsqueda de nuevas cosas, de nuevos valores para «Gatito»?
Todo lo que precede no es una reclamación, ni la expresión de un resentimiento: es solo, repito, el deseo de colaborar realmente en la mejora de Gatito lo que me ha hecho escarbar tan dentro. He debido hacerlo así para poder fundar mi opinión última sobre Gatito: sus problemas no son de fórmula, ni de extensión de texto, ni de diagramación, ni de temas; la crisis de Gatito es una crisis de sinceridad hacia el público, de desorientación directiva, de poco respeto hacia los autores.
 

a propósito de
«EL SARGENTO KIRK»

 

Carta al sargento Kirk
por Juan Sasturain

Carta al Sargento Kirk
Cañadón Perdido
Arizona State, USA
Querido Kirk, espero que al recibo de la presente te encuentres bien, disfrutando de un seco, enérgico verano en el desierto –no recuerdo un solo día de lluvia en tus andanzas– en compañía de los tuyos: Maha, el Corto y el barbado Doctor Forbes.
Te aclaro –hace tiempo que no tendrás noticias mías– que si me vieras no me reconocerías; he crecido un poco –eso sería lo de menos– tengo la cara llena de pelos y se me han poblado los alrededores de mujeres y de hijos.
Suelo tener la cabeza ocupada en mil asuntos sin importancia, y casi he olvidado –te pido me perdones– el episodio de Corazón Sutton, la cara del cacique Pawnee y el nombre del jefe de Fort Vance.
En fin, bien sabes que han pasado algunos años desde entonces, cuando nos veíamos todas las semanas y compartíamos una intimidad que enorgullecía.
 
Puedo darte –si quieres– noticias de tus viejos: Hugo se volvió a Italia hace mucho y se dedica a ser famoso y tratar de olvidarte en otros hijos. A veces lo consigue: habrás oído hablar del otro Corto, el Maltés, un poco irónico para tu amistad, pero es hombre de agua y de este tiempo, tu desierto al día y sin remordimientos.
En cuanto a Héctor, el viejo, no se fue. Anduvo algunos años lidiando por estos arrabales del mundo y de la democracia, eligiendo bien en general –me entiendes: del lado de los indios– y no le fue mejor que a ti: perdió amigos el buen nombre en las editoriales, cuatro hijas. No es mucho en un país lleno de sangre; es demasiado para un hombre solo. Ahora es uno más en una lista larga y llena de agujeros; otros reciben tardíos premios en su nombre.
De tus amigos, algo te puedo contar. Juan Salvo, el extraviado Eternauta, volvió para juntarse con la gente, hizo la guerra como un acto de amor, los Ellos le dejaron la historieta y se quedaron con la historia por ahora. Ernie anduvo por Vietnam y fue un fracaso: alguien tecleaba la Remington por él, le trabucaba los papeles o algo así.
De Ticon, nunca más supe. Tampoco de Caleb o Numock, sólo versiones muy lavadas de aquellos bosques grises con indios adornados e ingleses de paseo. Al sombrío e infalible Randall lo fueron desbancando oscuros primos mellizos, hasta ese Cobra hijo de Freud y Serrat, una caricatura. En fin...
Pero no era mi intención llenar estas cuartillas con recuerdos de amigos de papel o carne y hueso. Claro que no. Sin embargo, no sabría decirte en realidad por qué te escribo.
Acaso sea la burguesa soledad, ciertas mentiras descubiertas entre dientes o el aire esquivo y apurado con que paso delante del espejo.
Te diré que no es fácil andar a estas alturas del mundo y de la historia personal. Casi envidio tu ranch y tus caballos, esa amistad viril sin psicoanálisis y hasta olvidé que en tu mundo de comanches y balazos no habría lugar para mi cobardía. No me acuerdo ahora de grandes cabalgatas ni de puñetazos providenciales; sólo queda una escena: el manchón de una hoguera en la noche y tu simple certeza para explicarle al Corto que más vale luchar por una causa justa que hacerlo simplemente por dinero. Los comentarios corren por mi cuenta.
Pero en un país sin hogueras ostensibles y el desierto almidonado por la espada no es fácil leer tus aventuras sin nostalgia. Y no te digo la pavada de la moda a lo Presley o los Cadillac del '50. Quiero decir que todo se ha complicado en estos años; han venido cortos, lluviosos, sin verano, mal barajados para la aventura y con cierto aire de perdonavidas del que te mira pasar porque mañana te la dará sin asco y por la espalda. Y ese pibe que cabalgaba a tu lado a los doce años, hoy se ha bajado del caballo, desensilló hasta que aclare otra vez, la próxima, el bueno, que le dicen.
Tu me recuerdas –la culpa es de él, de Oesterheld, este tuteo literario que entorpece los cariños–, tú me recuerdas, te decía: cuarto grado, miércoles de mañana, me comía la vereda en el camino hacia la Hora Cero que desplegaba tu blanca y seca geografía. Un desierto, un cañadón, el atajo salvador, un tomahawk en la punta de un indio, una bala que buscaba tu brazo, el hombro o alguna costilla cruzada en el camino al corazón.
Hoy los tomahawk llueven de punta o por televisión, las balas suelen encontrar corazones grandes, vulnerables, ya no hay atajos salvadores y no quedan sargentos desertores en el Séptimo de Caballería.
Quiero decir que las historias tuyas eran un prólogo simple, un golpecito en el medio de la espalda hacia adelante. La vida reservaba la sortija en un recodo con la certeza de tus corazonadas. El mundo era un globo por inflar, una mujer por besar, una escalera alfombrada por el escenógrafo de la Paramount. Sólo había que esperar que el director golpeara las palmas, alguien encendiera las luces, y todo empezara de una vez.
Es cierto; todavía esperamos las palmadas, el chasquido de la luz del set y la metafísica patada en el culo que nos mande de una vez a escena.
Pero no hay tiempo para las frustraciones de la pequeña –chiquitiiiiita– burguesía, especie en extinción desde años ha en sus variantes más coloridas. Algunos suelen deambular por oficinas hostiles o países aparentemente democráticos, sentirse juntos en la cancha de fútbol o las librerías de viejo, de pasada. Correr como un imbécil por Palermo, creer en Ramakrishna o el poder terapéutico de la mosca en mano, en la confluencia cívico militar y otros fantasmas son estrategias endebles para los que nacimos con el empujón de tu mirada segura bajo el kepí encasquetado con la solidez de los ideales de la juventud. Por eso es mentira esta película: al fondo del cañadón, espaldas contra la roca y las balas y las flechas silbando alrededor clásicamente, viendo caer la gente como moscas –la idea es pobre, verdadera– escuchamos un clarín salvador, un galope nutrido de casacas azules y banderita al viento. Pero no, no venís vos al frente. Es Reagan. Cambiemos de canal, de vida, de esperanza.
Al fin, querido Kirk, dear Sargent, espero que a la terminación de la presente te encuentres bien, en compañía –ya te lo dije– de los tuyos y ahora también de los (pedazos) míos, disfrutando del aire limpio de un cielo blanco de revista vieja. Te informo, al respecto, que ahora los kioscos son verdes y blindados como los sueños de un general de caballería de estos tiempos, y hay poco para leer si no es en los ojos de la gente. Se escribe mucho y bien sobre la cría del conejo, la proliferación de las hemorroides, temas básicos para entender lo que nos pasa. Tal vez por eso me dedico a juntar figuritas con tu cara, hablarle a la gente de pavadas, tomar mate y hacerme cada día más tanguero. Una estrategia de amor, no una coartada. Pero tampoco es este el lugar para salvarse o encontrarle todas las patas al gato personal, que nunca importa demasiado sino a uno.
Al final, creo que está claro –lo veo ahora, después de tantas vueltas– que no pienso volver atrás ni pedirte un caballo fresco de los que cría el Corto en sus corrales para escapar de mí o de lo que sea.
Supongamos, mejor, que yo te invito y te venís –o vienes, como quieras–, que hay algo urgente por hacer y con sentido: salvar a la muchacha, defender a los indios o cualquiera otra causa siempre abierta. En eso estamos. Un abrazo. Tu amigo
Juan
 

HOMENAJES

 

 
 
Artículo aparecido en la revista Medios & Comunicación no. 16 (Buenos Aires, 6/81).