La historieta de terror brasileña

 

Roberto Elisio dos Santos
Periodista, doctor en ciencias de la comunicación por la Escuela de Comunicaciones y Artes de la Universidad de São Paulo, Brasil

 

Resumen

Las historietas de terror reúnen características perceptibles para el lector, sea por su iconografía sea por su temática. Pero en el caso de las narrativas secuenciales realizadas en Brasil, las tramas se vinculan al imaginario popular y a la cultura nacional.

Abstract

Horror comics gather characteristics that de public can perceive both from their iconography or for their thematic. However, in the case of sequential narratives produced in Brazil, the plots are linked to the popular imagination and to the national culture.

 

Introducción

Entre los principales géneros de historietas pueden ser incluidas las narrativas de terror, que mezclando suspenso, asesinos sanguinarios, criaturas deformadas y desenlaces inesperados, vienen llamando la atención y el aliento del lector desde la década del 1930. Oriundo de la literatura y utilizado por el cine desde sus orígenes (presencia marcada en el expresionismo alemán, en la década del veinte, en los filmes del estudio hollywoodiano Universal Pictures a lo largo de la década del treinta y en las producciones de Hammer en la del sesenta), este tipo de relato contiene elementos característicos que son reconocidos y por el público.
Hay signos recurrentes en esas narrativas, estén ellos presentes en la ambientación (lugares desiertos, oscuros, con mansiones de estilo gótico, peñascos, bosques, etc) o en la composición de los personajes (portadores de jorobas, cicatrices, deformaciones del rostro o del cuerpo, ojos fuera de las órbitas, etc). La presencia de lo sobrenatural (demonios, magos y brujas, muertos vivos, fantasmas...), es responsable por los conflictos de muchas tramas. También la violencia explícita (cabezas cortadas, vísceras, sangre, tortura, mutilaciones, etc) o implícita (miedo, ansiedad, paranoia, extrañamiento delante de las situaciones, pesadillas) es una constante en esas narrativas. Esos elementos pueden ser modificados, y las convenciones desobedecidas por autores más creativos, renovadores del género, o aun por cuestiones históricas y culturales. Asimismo el público reconoce la composición aflictiva de esas historias.
Algunos autores hacen distinción entre las categorías de horror y terror. De acuerdo con Noel Carroll, en las historias de horror existen el tema de repugnancia visceral más que el suspenso generado por la narrativa. Para él «no es simplemente una cuestión de miedo, de quedar aterrorizado por algo que amenaza ser peligroso. Al contrario, la amenaza se mezcla a la repugnancia, a la náusea y a la repulsión. Eso se corresponde también con la tendencia que tienen las novelas y las historias de horror de describir los monstruos en términos relativos a la inmundicia, degeneración, deterioro, lodo..., asociados a esas características. O sea, el monstruo en la ficción de horror no es sólo letal sino también –y de mayor importancia– repugnante» (1999: 39).
En ese sentido el escritor norteamericano Stephen King describe en su obra el trabajo literario apuntando a tres niveles emocionales de diferentes sentidos para el público: el terror, el horror y la repulsión. «Reconozco el terror como la emoción más fina, y así, intentaré aterrorizar al lector. Pero, si se creen que no puedo aterrorizar, intentaré horrorizar, y si se creen que no puedo horrorizar, iré para la grosería» admite el autor de best-sellers de terror (Apud Carroll, 1999: 84). Por esta línea de raciocinio, el terror estaría más próximo del suspenso, haciendo que el público, al identificarse con los héroes de la historia, se asuste con las situaciones (como la acción de un maníaco homicida). El horror contendría elementos escatológicos y deformadores que pueden convertirse en groserías al punto de causar asco y repulsa del público (lector o espectador). Para los efectos de este texto, todas las narrativas con monstruos o no y con elementos que causen aversión, serán consideradas historias de terror.

 

Historietas de terror

Con el éxito de taquilla de los filmes realizados por el estudio de cine Universal de la década del treinta surgieron luego versiones en historieta de los llamados monstruos clásicos. Así los comics-books norteamericanos (que se popularizaron en la misma época) comenzaron a imprimir historietas protagonizadas por Drácula, la momia, el hombre-lobo, Frankenstein, etc. Este último debutó en 1939 en las páginas de la revista Movie Comics con la adaptación del filme «Son of Frankenstein» (El hijo de Frankenstein). El monstruo fue utilizado por el artista Richard Briefer (que llegó a usar, en algunas historias, el pseudónimo Frank N. Stein) en diferentes historietas en la década del cuarenta. De villano amenazador a ciudadano común, la criatura llegó a combatir a los nazis que capturaron a Frankestein y lo convirtieron en oficial de la Gestapo (en 1944, Capitán América lo enfrentó en la historia «Curse of Frankenstein»), pero él consiguió escapar de los alemanes. Con el fin de la guerra las historietas con el personaje variarán del humor al terror durante la década del cincuenta.

Figura 1: El arte rebuscado de Jaime Cortez para la historia «El retrato del mal».
La gran innovación en las historietas de terror norteamericanas ocurrió en los inicios de la década del cincuenta, cuando Max Gaines (el pionero de los comics-books en Estados Unidos) falleció víctima de un accidente. Su hijo, William Gaines, heredó la editora del padre, la Educational Comics, que producía revistas educativas y la adaptación de textos bíblicos al género. Con el nombre cambiado para Entertainment Comics, pasó a publicar títulos de historietas de terror como Tales from the Crypt (Cuentos de la cripta), The Vault of Horror (La cripta del horror), The Haunt of Fear (La Guarida del miedo), Weird Fantasy (Fantasía misteriosa), Crime Suspenstories (Suspenso y crimen), entre otros. Contando con excelentes artistas como Harvey Kurtzman, Wallace Wood, Graham Ingels, Jack Daves, Frank Frazetta, etc, las publicaciones presentaban historias cortas de terror, narradas por los horripilantes personajes Guardián de la Cámara y Celador de la Cripta y por la Bruja Vieja, que también respondían a las cartas enviadas por los lectores (jóvenes en su mayoría), que podían convertirse en socios del Club de los Fanáticos de la editora. Las tramas (algunas adaptadas de cuentos escritos por Ray Bradbury que llegó a escribir guiones para estas revistas) huían de lo convencional (el horror puede suceder en una playa soleada; el asesino estaría en la piel de un hombre simpático), mostrando situaciones insólitas, violencia explícita, sensualidad, escatología, elementos grotescos, ambición, venganza y finales inesperados y sorprendentes.
El éxito de las publicaciones de historietas de terror de la E.C., entretanto, no resistió la ola de moralidad y de desconfianza de la época. Cuando el libro del sicoanalista Fredric Wertham «Seduction of the Innocent», fue editado y se convirtió en best-seller, en 1954, el pánico se apoderó de padres y educadores debido a las posibles consecuencias que podría acarrear la lectura de estas historietas por parte de sus hijos.
En su investigación con jóvenes delincuentes, el autor procuró demostrar la influencia de las historietas, especialmente las de terror, sobre los lectores inmaduros. Cuando Wertham ofreció conferencias en escuelas y concedió entrevistas para programas de radio y televisión las autoridades pasaron a ocuparse del asunto. Un Comité del Senado norteamericano convocó a los editores de historietas para investigar. Asustados, los responsables de las editoriales crearon el Código de Ética (que determinaba que las revistas de historietas no podrían contener escenas de sexo y de violencia), cuyo sello de aprobación sería estampado en la portada, para que los padres supieran que se trataba de un producto inofensivo para sus hijos. Las revistas de terror publicadas por la E.C. no atendían a las resoluciones del Código de Ética, por lo que no serían distribuidas en los puntos de venta, lo que llevó a la cancelación de los títulos, con la excepción de la revista MAD.

Figura 2: La sensual Mirza, la mujer vampiro va a la playa a broncearse.
Con la adopción del Código de Ética la historieta de terror norteamericana desapareció durante una década, regresando con la revista Creepy, lanzada en 1964 por el editor James Warren, que contrató a diferentes artistas que ya habían trabajado historietas de terror para la EC. Un año después surgió otro título, Eerie, y en 1969 el editor Forrest Ackerman creó para la editora Warren la vampira sensual «Vampirella», inicialmente una alienígena proveniente de un planeta moribundo donde corrían ríos de sangre y que en la tierra se convierte en heroína, combatiendo a bandidos y otros vampiros. En la década del setenta tanto la Marvel como la DC Comics, editores tradicionales de historietas de héroes, lanzaron respectivamente los títulos The Tomb of Dracula (La tumba de Drácula), donde surgió «Blade», el cazador de vampiros y House of Mystery (Casa de misterios). En las páginas de esta revista apareció el «Monstruo del pantano» (que luego ganó un título propio), personaje creado por el guionista Len Wein y por el diseñador Berni Wrightson, luego reformulado por el escritor inglés Alan Moore a inicios de la década del ochenta. Actualmente el sello Vertigo de la DC Comics presenta historietas de terror dirigidos al lector adulto (en su mayoría, escritos por guionistas británicos), como «Hellblazer», «Preacher», «Sandman», «Lucifer», etc. En Europa se destaca el fumetto «Dylan Dog» (el protagonista es un detective inglés que investiga casos sobrenaturales, en compañía de su extraño socio Groucho) surgido en Italia en 1986, concebido por el guionista Tiziano Sclavi para el editor Sergio Bonelli (que edita las aventuras del cowboy «Tex»). Normalmente con bellas mujeres como clientes, el ex agente de Scotland Yard enfrenta monstruos y necesita solucionar crímenes ocurridos en situaciones muy singulares.

 

La historieta de terror creada en Brasil

Los inicios de la historieta de terror brasileña se encuentran en el suplemento A Gazetinha, incluido en el periódico paulista A Gazeta. En 1937 sus páginas estamparon «A garra cinzenta» (La garra gris), historia de un villano con aspecto de cadáver, vestido con sombrero y capa oscura que comete crímenes y deja a la policía desorientada. Se esconde en lugares tenebrosos y posee un robot con estructura de armadura medioeval que lo auxilia en sus proyectos. Esta narración repleta de misterios fue realizada por el guionista Francisco Armond y por Renato de Azevedo Silva (responsable de la parte artística) y llegó a ser publicada en México y Francia (en las páginas de Spirou).

Figura 3: «Zé do Caixão» narra la historia de terror escrita por Lucchetti y dibujada por Nico Rosso.
Pero el auge de la historieta de terror en Brasil tuvo su inicio con la revista Terror Negro, en 1950, realizada por la editora paulista La Selva. Inicialmente utilizando material norteamericano, como las historias protagonizadas por el héroe que dio título a la revista, «Black Terror», creado por Jerry Robinson, luego pasó a dar espacio a la producción de artistas brasileños. «Con el término de la producción de historietas norteamericanas en el género, las revistas apelaron a diseñadores nacionales con el fin de continuar respondiendo al interés despertado en el gran público por las revistas de terror» afirman Alvaro de Moya y Reynaldo de Olivera Moya (1977: 231).
A lo largo de las décadas del cincuenta y sesenta otras editoras (como por ejemplo la Outubro, Edrel, Taika, GEP, Grafipar, D-Arte, etc.) lanzaron revistas de terror que contenían material producido (guión y dibujos) por los artistas brasileños Gedeone Malagola, Julio Shimamoto, Flavio Colin, Edmundo Rodríguez, Rubens Cordeiro, Mozart Couto, Rubens Francisco Luchetti, entre otros, y por historietistas extranjeros que pasaron a residir en Brasil creando y publicando sus historias en revistas nacionales, como es el caso del portugués Jayme Cortez (autor de la premiada «Saga de terror»), de los italianos Eugenio Colonnese y Nico Rosso, y del argentino Rodolfo Zalla.
Diferentes publicaciones surgidas a partir de la década del cincuenta hasta inicios del siglo XXI se destacaron por acoger en sus páginas la producción de los historietistas citados con muy buena receptividad del público lector. Los títulos Contos de Terror y Sobrenatural, colocados en el mercado por la editora La Selva en 1954, duraron catorce años. La editora Outubro hizo llegar a los estanquillos a finales de la década de 1950 y principio de la del sesenta las revistas Contos Macabros, Histórias do Além, Seleções de Terror, Histórias Macabras, Clássicos do Terror, Histórias Sinistras, entre otras. Las casas editoras Taika, Edul y GEP realizaron más de ochenta títulos a lo largo de la década del sesenta.
En la década siguiente, a pesar de la censura del gobierno militar, el lector continuó encontrando en los puntos de ventas de publicaciones revistas de terror editadas en Brasil (con material norteamericano y también de artistas brasileños). La Rio Gráfica Editora, por ejemplo, lanzó en 1976 la revista Kripta, en tanto que la Editora Bloch publicó Aventuras Macabras, Clássicos de Pavor, Histórias Fantásticas, Cine Mistério, A Múmia, etc. Pero uno de los marcos editoriales de la época fue Spektro editado por la Vecchi de 1977 a 1982, con un total de 27 números. Al comienzo su contenido se basaba en la revista norteamericana Dr. Spektro, de la editora Gold Key (además del material oriundo de publicaciones de la Charlton Publications y de la Fawcett), pero el editor del título nacional, Octacílio d’Assunzao Barros (historietista conocido como OTA) abrió espacio a los artistas brasileños o en actividad en el país (Colin,Shimamoto, Colonnese, etc.) que pasaron a llenar la mayoría de las páginas. Ota relanzó Spektro en 1994, pero la revista no tuvo éxito.
Al final de la década del setenta, la editora Grafipar, de Paraná, invirtió en títulos de historias de terror, mezclándolas con el erotismo (una de las marcas registradas de la historieta brasileña, como será abordado más adelante). Las historias de terror se mantuvieron en las historietas brasileñas con dificultad en la década del ochenta debido a la inestabilidad económica. A pesar de todo, con iniciativas como las revistas Mestres do Terror (lanzada en 1981) y Calafrio (creada en 1982), ambas de la editora D-Arte (lidereada por Rodolfo Zalla, que ya había producido muchas narrativas seriadas de terror en la década del sesenta por el Estudio D-Arte y que contaba con otros artistas como Colonnese), impidieron que el género desapareciera de los kioscos de ventas de publicaciones. Por diez años, estos títulos abrigaron guiones y realizaciones de renombrados historietistas del país, como el propio Zalla, además de Colonnese y Colin entre otros.

Figura 4: Terror y cultura popular: Flavio Colin ilustra la lucha de Lampão.
En medio de las crisis económicas de las décadas del ochenta y noventa el mercado editorial de Brasil vio surgir y desaparecer títulos de historietas de terror, destacándose, sin embargo, la producción de las editoras Sampa y Ediouro. La primera, responsable de las ediciones «Mujer-Diabla en el rastro de Lampião» (con guión de Ataide Braz y realización de Flavio Colín), «Crepúsculo» (de Gian Danton y Bebé Nascimento) y «El ojo del diablo» realizada por Mozart Couto. La segunda publicó en 1995 la Colección Asombro (editada por Ota) que independientemente de las historias realizadas por nuevos artistas y veteranos, publicaba la adaptación de casos que enviaban por medio de cartas los lectores.
A final de la década del noventa y durante la primera década del siglo XXI, la Editora Opera Graphica lanzó álbumes con historias inéditas y compilaciones de narrativas publicadas por artistas como Shimamoto («Sombras»), Gedeone y Nico Roso («Lobisomen»), Colonnese («Mirza, la vampira») y Colin (los póstumos «Hijo del oso y otras historias» y «Mapinguari y otras historias»), además de la edición conmemorativa de los veinte años de la revista Calafrio. En Minas Gerais, la prefectura de Belo Horizonte invirtió, a partir del 2001, en varias publicaciones con guión y edición de Wellington Srebek, como fue «Fantasmagoriana» (diseñada por Flavio Colin) y «Mystérion» (que contó con la participación entre otros, de Colin y Shimamoto). En el 2003 la editora Abril hizo llegar a los kioscos de ventas la revista Contos Bizarros, que reúne nueve historias sobre serial-killers realizadas por artistas como Renato Guedes, Kipper, Octavio Cariello, Fabio Moon y Gabriel Bá, entre otros. En el mismo año fue lanzada una publicación más de historietas de terror nacional, titulada Arrepio, y editada por la Noblet, con narrativas seriadas realizadas por Paulo Hamasaki, otro veterano artista brasileño.
Algunos personajes se convirtieron en clásicos de las historias de terror producidas en Brasil. Este es el caso de las vampiras sensuales Mirza, Naiara y Nádia. Creada por Colonnese y el guionista Luis Meri Quevedo en 1967, «Mirza, la mujer vampiro», historias que fueron publicadas por la Jotaesse, actuando como editor José Sidekerskis y pasando después para otras editoras (Regiart, Vecchi, D-Arte, Press Editorial, etc) . Sus narrativas fueron compiladas en colecciones, además de participar en la edición especial «Brasilian Heavy Metal», con una historia futurista (a partir del argumento de Alvaro de Moya). Morena sensual, con largos cabellos negros y cuerpo curvilíneo, Mirza sedujo a sus víctimas, sean hombres o mujeres (normalmente malhechores), para saborear su sangre, auxiliada siempre por el criado Brooks. La Naiara es una joven rubia, creada en 1968 por la guionista Helena Fonseca (la realización, generalmente quedaba a cargo de Nico Roso). Hija del conde Drácula, Naiara surgió en las páginas de la revista Drácula publicada por la Taika, antes de ganar su propio título. Nadia, así como Naiara, era rubia e hija del principal vampiro de las historias de terror. Sus historias fueron editadas en las páginas de Mestres do Terror, con diseños de Rubens Cordeiro. Otro personaje que combina terror y sensualidad es Irina, la bruja, idealizada por Edmundo Rodríguez en 1966 para la revista Seleções de Terror de la editora Taika. La hechicera Irina fue quemada en la hoguera, pero su espíritu encarna en jóvenes mujeres para vengarse.
Además de personajes femeninos, la historieta de terror en Brasil forjó otras criaturas horripilantes. Eugenio Colonnese creó por ejemplo el «Muerto del pantano», figura sepulcral que habita una región pantanosa y persigue con una enorme hacha a los bandidos que se arriesgan a pasar por el lugar. El guionista Rubens Luccheti y el diseñador Nico Rosso fueron los responsables en 1968 por la adaptación de las historias horripilantes narradas por «Zé do Caixão» (personaje este elaborado por el actor y director José Mojica Marins para el cine), en la revista O Estranho Mundo de Zé do Caixão de la editora Prelúdio. Con su gran sombrero, ropa y capa negras, el personaje protagoniza y cuenta historias espeluznantes. Ya el tradicional «Lobisomen» (Hombre lobo) recibió tratamiento innovador de los historietistas, Gedeone Malagola (autor de los guiones) y los diseñadores Sergio Lima y Nico Rosso. A lo que se suma el artefinalista Kazuhiko, a partir de 1963. En estas narraciones el gentleman atormentado Von Burus intenta librarse de la maldición de la licantropía que lo hace transformarse en hombre-lobo.

 

Características de las historietas de terror brasileñas


Figura 5: «La Cenicienta de Gafieira». Ambientación para la versión aterrorizante del cuento infantil.


Figura 6: Calafrio, una de las últimas revistas de terror en Brasil.
Las historietas de terror realizadas en Brasil no presentan apenas grandes cualidades artísticas y guiones estructurados, pero se diferencian por el contenido que privilegia elementos de la cultura nacional y por el erotismo. Forman parte de la mitología supersticiosa brasileña, narrativas y personajes asustadores (Curupira, Mula-sem cabeza, entidades del Candomblé, etc.). Esas historias, simpatías y tipos pasan de una generación a otra, mezclando tradiciones nativas, europeas y oriundas del África. El interior, el sertão es el lugar propicio para su creación y proliferación, una vez que, además de la amplitud y de la desolación, predomina la cultura oral en estos lugares distantes de los centros urbanos. El ambiente de la mayor parte de las historietas de terror producidas en el Brasil es por tanto interno.
De acuerdo con Cirne (1990: 37) la historieta de terror «pasando por el folclor y por la imaginación popular, podrá así ser un género esencialmente brasileño». Para el autor, personajes como Zé do Caixão y Chico de Ogum representan esta faceta popular cargada de brasilidad y aumentan lo que las narrativas abordan, inclusive las cuestiones políticas, por ejemplo de la historia «La maldición del AI-5» realizada por Nani, Reinaldo y Shimamoto para el Suplemento Pingente de O Pasquim (diario de oposición a la dictadura militar), o la narrativa «Sesión de tortura», diseñado por Shimamoto para la revista Spektro en 1980. La denuncia de la violencia contra los oprimidos está presente en historias como «Lamento fúnebre» y «Navío negrero» (ambos publicados en la revista Calafrio), que tiene como argumento la venganza del esclavo después de su muerte contra los blancos que lo hicieron sufrir, morir. «Clarice» (editada en la Coleção Assombração, basada en un caso escrito por un lector), presenta a la bella morena que después de ser asaltada y asesinada, tuvo su cuerpo herido en un río. En las noches de luna llena, ella regresa para seducir y ahogar a los hombres que pasan por la orilla.
Todavía en la visión de Cirne (1990: 44) «más que una realidad editorial, la historieta de terror en nuestro país es una realidad cultural». Son las referencias a la cultura brasileña las que dan la tónica de varias historias de terror realizadas por artistas nacionales. De esa forma, en la ya citada edición, «Mulher-Diabla no rastro de Lampião», se puede hacer una analogía con la literatura de cordel (manifestación literaria de origen europeo que se mantiene viva en el nordeste brasileño: los libritos de poemas –normalmente alejandrinos– son impresos en xilograbados en pequeñas gráficas y colgados en cordones en las ferias populares para ser vendidos), una vez que los personajes (el cangaceiro Lampião y las entidades demoníacas), pueblan la imaginación popular y el ambiente retratado es el del sertão nordestino.
Las simpatías y creencias populares, así como una de las manifestaciones culturales más características de Brasil –el carnaval–, se encuentran en «Superstições» (Supersticiones, con guión de Luis Meri Quevedo y dibujos de Colonnese) que acompaña un ladrón de tumbas que penetra en el cementerio en la víspera de la fiesta, contrariando la superstición que advierte contra el mal augurio de esta actitud. El Candomblé marca su presencia en diversas narrativas vinculadas a la magia negra y pacto demoníacos. Ya en «Cinderela da gafiera» (escrita por Ota y diseñada por Mozart Couto) el ambiente es de otra manifestación cultural popular brasileña, la gafieira (salón de danza donde la noche es envuelta al ritmo de la samba). En ese lugar una bella morena despierta el interés de un asiduo visitante que se sorprende porque ella siempre sale del baile antes de la media noche. El apasionado descubre para su propia ira que se trata de una muertaviva que tiene permiso para salir del cementerio para bailar en la gafieira, pero necesita regresar a la cueva a la hora marcada.
En cuanto al erotismo, esta característica se encuentra presente en la mayoría de las historias de terror (inclusive en la persona de la Vampirella norteamericana y en las clientas del detective europeo Dylan Dog) toda vez que representa una pulsación vital, en cuanto el terror al contrario se encamina a la supresión de la vida, para el sufrimiento físico y psicológico, para la tortura. Es en el cruzamiento del erotismo y el terror (Eros y Thanatos),ampliado muchas veces por el humor (negro) que las narrativas ganan intensidad y caen en el agrado del lector. En las historietas de terror elaboradas en Brasil, el erotismo se reviste de los colores locales (las mujeres son en gran parte morenas voluptuosas, de cuerpos voluminosos y ondulantes), como en el caso de la vampira Mirza que va a la playa con bikini para tomar el sol. Las ropas íntimas y descotadas, las escenas de nudismo que muestran relaciones sexuales, son comunes en las historias de terror brasileñas. La malicia y la seducción normalmente llevan a un término sombrío marcado por el dolor y la muerte combinando inmoralidad y puritanismo.

 

Conclusión

Difundidas en diferentes formas de expresión (cine, literatura, historietas), las narrativas de terror pueden ser encontradas en varios países. En Brasil, la producción de historietas de este género se ha mantenido por décadas, a pesar de la censura y de la situación económica del país, atrayendo la atención del lector y desafiando la creatividad de los artistas.
Las características de las historietas de terror realizadas en Brasil –el uso de elementos de la cultura brasileña y del erotismo– unidas a la línea personalizada de algunos artistas nacionales (como Shimamoto y Colin, por ejemplo), evidencian las diferencias existentes entre las narrativas de terror producidas en Brasil y las del mismo género creadas en Estados Unidos y Europa.

 

Referencias

Carroll, Noel: «A filosofía do horror ou paradoxos do coracao» (La filosofía del corazón o las paradojas del corazón), Papirus, Campinas, 1999.
Cirne, Moacy: «História e critica dos quadrinhos brasileiros» (Historia y crítica de las historietas brasileñas), Europa/Funarte, Rio de Janeiro,1990.
Moya, Álvaro de: «Shazam!», 3ª ed., Perspectiva, São Paulo, 1977.